Centroamérica & Mundo

El efecto dopamina

Si una empresa sufre de manera sintomática de la falta de dopamina estaremos ante ambientes cansados de siempre lo mismo, sin rebelión ni intención. Tristes. Neo (The Matrix) nos lo demuestra.

2017-09-01

Por: óscar Rojas Morillo*

Cuando Morpheus en la película Matrix (1999) le mostró las opciones de ver la verdad a Neo en forma de pastillas, la azul y la roja, ¿cuál escogió el primer gran héroe, líder y mesías cyberpunk de la historia del cine? Tomó la roja, optó por viajar por la madriguera del conejo carrolliano que le ofrecían y ver qué sucedía. Posiblemente estaba un poco cansado de despertarse siempre igual, en su cama y seguir viviendo una monótona y quizá cómoda realidad. Aunque si bien era monótona, también era cómoda. En ese caso: ¿Qué lo movió a tomar esa decisión si no sabía lo que venía y rompía su presunta estabilidad que conlleva en si misma el control de algo?

La respuesta, más cerca de lo que imaginamos. Un micrómetro o una micra (µm) es una parte, solo una parte, de un milímetro dividido en mil secciones. Las neuronas oscilan entre 5 a 135 micras de tamaño. En ellas se gesta todo, inclusive el impulso razonado de Neo de tomar la pastilla roja y no la azul. El proceso de pensar e imaginar, que hay quienes dicen que no es más que el proceso de recordar de manera cruzada datos para lograr con una solución ingeniosa, se lleva a cabo cuando nuestras realmente diminutas pero numerosas neuronas se ponen en contacto y se comunican unas con otras a una velocidad de vértigo entre varios puntos de nuestro cerebro y comienzan a rebotar por todos lados como si de un pinball cerebral se tratase y que la bolita mientras más lugares visita y sale expelida hacia otro lugar va haciéndonos ganar más puntos. Esto se puede considerar como la calidad de la idea y a medida que más rebota va adquiriendo más forma y consistencia (y posiblemente calidad) y nos ayuda a imaginarnos las cosas y a pulirlas en nuestra mente, antes inclusive de decirlas y que sucedan en la vida real.

En este proceso sináptico (acto de comunicación de neuronas unas con otras de manera masiva y casi simultánea) encontramos que existen neurotransmisores que son los encargados que esa idea se sienta o se imagine de una manera u otra.

El cerebro de Neo cuando le ordenó a su mano moverse y tomarse la píldora no fue por un acto reflejo natural como retirar la mano del fuego o moverla tras un pinchazo, fue porque había un neurotransmisor que terminó dándole esa emoción y color a todo lo que en ese momento él estaba pensando, y esa idea, esa audacia del NoMiedo concretada en acción fue la que le dio sentido y consecuencia a una trilogía que nos acercó a preguntas milenarias de índole filosófico (estoy durmiendo y sueño que estoy despierto o estoy despierto y pienso que todo es un sueño, al estilo de Calderón de la Barca); que cruzó artes marciales con mitología clásica (un dios griego experto en kung fu); que modificó las leyes de la gravedad (nadie caía por su propio peso cuando así lo quería), la manera de hacer cine (the bullet time) y nos puso cara a cara con lo que es quizá es el miedo colectivo moderno más enfermizo que hoy padecemos (mas allá de quedarnos sin red o sin batería en el teléfono móvil) como raza humana… tiemblen: la Inteligencia Artificial y la autonomía que pueden tener las maquinas por sus algoritmos de programación que aprenden y que puedan atentar contra nosotros mismos, una rebelión en la granja pero en cibernético (ya Terminator nos había contado y planteado en 1984 como venía la cosa con Skynet y su flagrante desacato a Asimov y sus leyes). Lo que finalmente Neo (nacido como Thomas Anderson) combatió a ritmo de electro hard core luego de tomar la píldora roja (Ya saben, Newton: acción y reacción. Acto y consecuencia).

C6H3(OH)2-CH2-CH2-NH2. Dopamina. La molécula que se produce en el cerebro de casi todos los animales es la responsable de muchas cosas en nuestro actuar y siendo un neurotransmisor, ésta le da un tinte a todo lo que las neuronas conectan (y por ende a las ideas que se generan a ese nivel). Por ejemplo, está asociada a los circuitos de búsqueda permanente. Esto en términos de empresa y crecimiento personal se llama motivación. Aspectos tremendamente importantes y muy solicitados en cualquier organización que crea en el poder de sus colaboradores para cambiar desde adentro las cosas. Por si fuera poco, no sé de ningún caso de personas que se les considere innovadoras, investigadores o emprendedores genuinos que no sean movidos por el ansia de buscar soluciones, respuestas, comprobaciones de forma continua. ¡Los que no se detienen nunca!, y es cuando los demás nos preguntamos: ¿esta persona no se cansa de inventar, proponer cosas o invertir su dinero? la respuesta es que no, y no porque no es que se canse, es que es una necesidad neuronal, fisiológica, un mandato y una manera de ver las cosas, una forma de pensar, actuar, decidir; es el pinball mental que hace que la bolita no pare de moverse para buscar más caminos (ideas, acciones, apuestas, visualizaciones, soluciones) y satisfacer la curiosidad y el aprendizaje que también se le atribuye a esta sustancia. Por tanto la dopamina es el activador que en nuestro súper cerebro sofisticado y dado a imaginar en 4K nos lleve a pensar situaciones interesantes y placenteras (y no en el miedo, que es la otra cara de la moneda pero no motivo de esta columna).

La teoría de la felicidad. Desde que Tal Ben Shahar abrió su curso de felicidad en Harvard, su clase se convirtió en un restaurant 3 estrellas Michelin para conseguir cupo, y a partir de allí ha habido aproximaciones cuantitativas y cualitativas a algo tan esquivo y tan personal como ese concepto. La University College de Londres desarrolló una fórmula matemática que inclusive busca predecir con números la felicidad. Yo en lo particular me quedo con la de Eduardo Punset en su libro El viaje a la felicidad donde sintetiza muy bien los factores de la felicidad en una relación entre emociones (cómo tener más y mejores emociones) dividido entre la suma de factores destructores (miedo + carga hereditaria como desequilibrios bioquímicos), quedaría algo asi:

Foto: Estrategia y Negocios

Sin ánimo de ser matemáticos puros, es de cajón pensar que si nuestras emociones tienden a cero no tendremos felicidad sino una inmensa infelicidad (felicidad-1); pero si, en cambio nuestras emociones son más grandes que nuestro denominador, comenzaremos a ser más felices, ¿me siguen?. Pues bien, me quiero únicamente detener en factor búsqueda, que seguramente usted amable lector ya asoció e imaginó en su sinapsis para donde voy y recordó (pensó) que lo he nombrado varias veces en esta columna: y no se equivoca, la Felicidad en gran medida depende del grado y calidad de búsqueda que tengamos de algo, del trazado de metas pero sobre todo del camino para conseguirlas, de la excitación que nos da ir tras un objetivo e intentar conseguirlo, por muy difícil que este sea (¿Se podrían imaginar el grado de dopamina que tendrían las personas que pusieron al primer hombre en la luna cuando calculaban, imaginaban y visualizaban semejante empresa?).

La anhedonia.Supongamos esto: ¿qué sucede si la ecuación que tomé de Punset tiende a 1 (igualdad entre numerador o denominador) o peor aún, es menor?. Una de las razones está en el denominador y puede ser que tengamos un desbalance mental, o que somos unos miedosos crónicos y por eso no nos arriesgamos a nada. O por el lado del numerador tenemos amistades/relaciones nocivas que nos destruyen o hay un fallo en la búsqueda de aventuras o proyectos, es decir: como no comemos guayaba tenemos anemia (diría mi mamá desde Caracas). En este caso, la falta de dopamina es la anhedonia, que en las personas corresponde a síntomas del tipo falta de interés por todo y por todos cuando lo normal sería sentir placer o satisfacción por las cosas o estímulos. Ya lo he dicho muchas veces, pero no me cansaré de decir algo que de tan obvio nos resulta muchas veces invisible: las empresas son sus personas (lo tengo claro: no ganaré ni un Nobel ni estaré en la lista de lo Thinkers50.com por repetirlo tanto en estas columnas) pero si una o varias personas en nuestra oficina sufren de anhedonia corporativa, o la misma empresa sufre de manera sintomática de la falta de dopamina estaremos ante ambientes cansados de siempre lo mismo, sin rebelión ni intención. Tristes. Nada se mueve, nada se propone. Nada interesa y nada se crea. Si ganamos o tenemos beneficio ok… si perdemos y nos vamos todos a la punta del cerro ok también. Indiferencia letal a todo.

Llegar. Marcar tarjeta. Buenos días chicos. Café. Sentarse. Revisar el correo. Ir al baño. Escribir. Facebook. Whatsapp. Almuerzo. Sentarse. Reunión. Me duermo. Café. Reloj. Buenas tardes gente. Marcar tarjeta. Hasta mañana.

Estoy seguro, con el perdón del ejemplo, que hay agencias de correos que pueden ser más interesantes que estos ambientes.

¡Wake Up! Zach de la Rocha de Rage against the Machine (más ad-hoc imposible) grita al final de la película de Matrix esta canción. Tom Morello con su guitarra y sus riff y nos llena de ánimo ante la incertidumbre de un futuro oscuro dominado por maquinas (Matrix en si misma). ¿Cómo salir de la anhedonia? ¿Cómo llenarnos de dopamina cuando las fuerzas fallan? Miremos hacia delante, o hacia arriba, o hacia algún lado, pero dejemos de vernos el ombligo. Yo suelo creer que la dopamina es también la sustancia que nos acerca al futuro, al día de mañana, al que nosotros podemos diseñar. No dejemos de insistir en hacer más cosas que las que de nosotros se espera o se nos paga (es por nuestro bien), no todo en la vida es Llegar. Marcar tarjeta. Buenos días chicos… Es cierto que hay empresas que son así, pero en realidad somos las personas. Busquemos algo simple entre el grupo, algo lúdico, algo que mejorar, algo con que estimular, no solo a nosotros, sino a los otros. Una meta.

Si hasta aquí ha llegado leyéndome, es porque sé que puede hacerlo y lo que quiere es saber cómo termino esta columna o si le doy una receta para romper el hechizo que de vez en cuando se apodera de las oficinas y nos asfixia (y bien sabe que soy cocinero, pero no creo en recetas únicas, creo en el touch del cocinero… en el de usted).

Marshall McLuhan decía que el medio es el mensaje, pues muy bien, hagamos del camino una meta y una razón de disfrute, un aprendizaje en sí y proponer sin miedo para romper los espacios que no nos permiten segregar a nuestro cerebro más dopamina, para nosotros y para esa unidad humana diversa, compleja, multisensorial y culturalmente tan apasionante que son las organizaciones.

Spoiler alert 18 años después. Neo tenía razón. Aunque hubiera sido solo por probar y ver qué podía pasar, yo también hubiera tomado la píldora roja de haber sido Neo. ¿Usted no?

*Cocinero por pasión. Profesor universitario, consultor y conferencista internacional e Ingeniero mecánico de profesión, es además director ejecutivo en The Learning Group (www.thelearningroup.com). Entre sus estudios cuenta con maestrías de administración de negocios (MBA) y gestión de proyectos (MPM); y con Robótica y Automática Industrial a nivel de doctorado. Agitador tecnológico y admirador del talento humano y de los sueños que conllevan los procesos creativos, cree en la innovación como llave de cambio a todo nivel. Está casado con una chapina y tiene un hijo chileno.

Pueden comunicarse con Oscar para comentar esta o cualquiera de sus columnas a su correo electrónico oscarrojasmorillo@gmail.com

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