Claves del día

El taxista ilustrado y las lecciones de los TED que nunca vio

Hoy hablar en público es tan esencial como tener ideas, innovar o ser realmente muy bueno en algo. No se concibe la falta de este skill tan blando como básico en una persona que intente abrirse camino en cualquier entorno de negocios.

2016-09-16

Por: óscar Rojas Morillo*

Conocí Buenos Aires, al igual que París mucho antes de haber viajado a respirarlas, porque las ciudades se respiran y huelen y allí radica su esencia, o al menos esa es mi teoría (quizá cortesía de Patrick Süskind). Es la memoria olfativa la que al menos a mi me funciona y se me activa cada vez que vuelvo a un lugar.

Viajé primero con los cuentos de mi papá, un viajero incansable y con un don inmenso de poder embriagar con sus historias, con el sano hábito de fotografiar en réflex todo para luego vivir el recuerdo con nosotros, sus fiel audiencia. Y aquí, de improviso, quisiera si me lo permiten pedirles un minuto o medio párrafo de intimidad, un leve extravío, quiero detenerme para ofrecerle a mi viejo y su memoria todo lo que escriba de aquí hasta siempre. Hace un año exhaló en los brazos de mi hermano Gabo lo último de azul claro que había en este mundo para él, su ultima cuota de vida. Moría mi amigo y nacía el vacío eterno de la llamada los viernes en la noche sin importar en donde yo estuviera. La última vez que estuvimos juntos me dio la paz de la despedida tranquila, hidalga, serena. Tres meses después ya no estaba. ¿Y saben que? Hice de todo para preocupación y alegría (y ojalá orgullo) de él, intenté honrarlo siempre y hasta los 23 años antes de irme a estudiar fuera le pedía permiso para beber -en su presencia- un whiskey. Basado en sus relatos de viajes con imágenes de su Nikon Df me di a la tarea de replicarlas tomándome fotos en los mismos lugares que en él en Europa. Le di un nieto que él enseñó a caminar, como lo hizo conmigo pero con mil veces mas cariño y ternura… pero jamás leyó estas (mis) columnas pues comencé aquí un mes después de todo, y eso me duele mucho, no saben cuánto. Confieso que muchas las escribo para él allí donde se encuentre, o las converso en mi cabeza que es donde vive mi viejo siempre, al calor de mi memoria donde ejercito su recuerdo para que no le entre vaho. Solo mi hermana Charo, periodista combativa y de fuste, sabe el placer de que el viejo le haya dicho que le había gustado su columna de los miércoles, ¿qué se siente Charito? Imagino que orgullo al cubo.

Papá, para ti mis letras, espero las disfrutes y te sientas tentado en recomendarlas como a las de mi hermana y en pensarlas tanto como nuestros crucigramas. Va por ti viejo, siempre, ya lo sabes y lo saben muchas personas que nos leen a ti y a mi.

A lo que iba (yendo a la librería). Les quería contar antes de la mención a mi viejo, que con Borges, Bioy y Cortázar visité a la inmensa Buenos Aires y comí asados antes de hacerlos y entendí lunfardo antes de oírlo. Logré impresionarme con Cerati y las descripciones carnales de su ciudad, todo antes de visitarla mil veces para ir a comer y caminar con amigos; a celebrar los cumpleaños de mi esposa; a achicharrarnos en verano… y siempre tuve algo claro, la cultura allí es inmensa.

Esta semana que pasó lo volví a constatar en la enésima visita a la rivera oeste del Rio de la Plata. Y tiene que ser así por las librerías que tienen, por el precio que resulta hasta risible en que venden sus libros comparados con muchísimos países de Latinoamérica que parece que leer es un bien de lujo y por tanto debe ser sancionado con un impuesto grosero, alejándolo de las personas de todas las clases. Así claramente no se construye nada a nivel país (ojalá me leyera un ministro de cultura o finanzas y nos pueda explicar el fenómeno de la no subvención de los libros, o un presidente. Muchas veces me parece y horroriza pensar que nos quieren ignorantes). Lo cierto es que estando con mi hijo en su viaje iniciático a una librería con mayúsculas, que es posiblemente una de las mas grandes del mundo pero si seguro la mas bonita detengo un taxi en la calle de mi hotel para que nos llevara al antiguo teatro Splendid, lo que es hoy la librería. ¡Un teatro! Mejor pensado imposible. Arte por arte. Y allí comenzó todo.

El poder del cuento

Una ciudad tan visitada por extranjeros cuenta con taxistas con una impresionante gama de temas en función al país de donde se provenga. El que nos tocó en suerte, Facundo, un señor mayor (ya los jóvenes no hablan tanto o se interesan poco en muchos temas) comenzó a conversar lo clásico: la situación de Venezuela, la de la Argentina post K, hasta terminar hablando de la historia de las calles que íbamos recorriendo, de las historias del tango y de los lazos que nos hermanaban a Venezuela con la Argentina desde siempre. Dueño de una memoria prodigiosa (al mas puro estilo de Funes el memorioso de Borges) comenzamos a desgranar la historia, los cuentos y mi hijo al lado sin perder pista a pesar de su corta edad y emoción de querer llegar rápido a comprar libros de Paw Patrol y de Dinosaurios (su ultima gran afición) que le había asegurado que compraríamos en "la librería mas linda del mundo". El tiempo se nos hizo líquido y resulta que nos montamos en un auto con la versión porteña del personaje de Muriel Barbury de sus dos primeros libros (Rapsodia Gourmet y La elegancia del Erizo) Renée Michel, la conserje que oía a Mahler.

Paso a paso y sin saberlo, Facundo me dio una lección magistral de cómo dar una charla por la estructura y el tempo que empleaba. Pude distinguir en su discurso, invariablemente el tema (por qué Messi juega mejor en el Barca que con la Argentina o la dinámica de la economía en Centroamérica) que tenia inconscientemente incorporado los puntos que son necesarios en el discurso de cualquier persona que emprende o intenta mostrar su negocio o idea.

Comunicar las ideas

Hoy hablar en público es tan esencial como tener ideas, innovar o ser realmente muy bueno en algo. No se concibe la falta de este skill tan blando como básico en una persona que intente abrirse camino en cualquier entorno de negocios. Un emprendedor sin esta habilidad sencillamente no es capaz de trasmitir su idea; un director que no la tiene está en desventaja. He estado en pitchs de emprendimientos donde hay ideas fantástica pero el creador no trasmite nada, o peor aun, la mata por carencias en su lenguaje.

Una de las cosas que intento explicar siempre que puedo en un auditorio es la importancia de la manera en que se comunica la idea, que hoy en día lo es todo. Ya desde hace mucho no se explica algo, mas bien se cuenta. Hoy se relata una historia y con ello se intenta conectar con puntos de nuestro cerebro que evoquen o generen sensaciones y que nos enganchen con la audiencia, así sea uno o mil quinientas personas. Hoy en día se llama storytelling y se aplica a todo porque es la manera en que se queda el mensaje, sin tanta estructura, resultando cercano y con anécdotas. La rigidez académica ya no llega, y la razón es que en toda presentación o imagen a la que seamos expuestos nos queda al día después como mucho el 25% de lo que oímos, por la saturación de contenidos que estamos expuestos y tareas que hacemos después de la presentación (ver Facebook, chatear, tomarse una selfie, leer el diario, reuniones, llamadas, etc). Si queda tan poco, seamos empáticos y demos lo que nos interesa que quede.

La receta

La construcción de un discurso ameno e interesante y que entregue contenidos que al día siguiente sumen solo el 25% del recuerdo de los asistentes al menos para mi debe tener, indistintamente el soporte multimedia, tres elementos básicos: una alta carga vivencial (60%) porque eso nos hace conectar con nuestro auditorio; datos de donde agarrarse (25%) puesto que no solo los números le ganan a las percepciones sino que dan credibilidad; y finalmente un 15% de ética o ser aleccionador. Y esto es neurociencia pura, químicamente nuestro discurso debe "enamorar" zonas del cerebro donde actúan las siguientes hormonas: oxitocina o la sustancia la empatía, de allí la conexión del publico con nuestro discurso; cortisol u hormona del stress y es la que nos mantiene alerta; y dopamina que es la responsable del bienestar y buena vibra. Si tenemos estos ingredientes (cercanía, atención y onda) en el discurso tenemos mucho ganado. Después si quieren discutimos si mejor prezi que powtoons; si mejor la diapo en blanco o sin animación. Pero debemos conectar, algo que por desgracia no nos enseñan en las escuelas ni universidades y que muchos líderes o emprendedores brillantes carecen completamente.

De vuelta al hotel

Facundo se empeñó en llevarnos de vuelta y así lo hicimos. Seguimos hablando y ya no había duda que quizá sin haber visto o asistido nunca a un TED él manejaba, quizá por oficio, el arte de la conversación y lo que yo llamo el enganche de atención de su público, en este caso de mi hijo y mío, que aprendió sin pestañar (lleno de oxitocina, cortisol y dopamina) a partir de su historia de cómo los dinosaurios aparecieron en Argentina, diciendo cuantos lugares y dejando claro que era muy importante conservarlos para los pibes como él. De seguro no se le olvidará nunca esas lecciones avanzadas de paleontología en un taxi mientras viajábamos por la avenida Santa Fe.

Me sigue alegrando que Baires me siga oliendo a húmedo y piedra negra, así como me la describió y enseñó mi viejo, que le aprendí mas del 25% de sus cuentos porque era, al igual que Facundo, el mejor en hacerlos vivir, sin haber visto jamás un TED.

*Venezolano, Emprendedor, Consultor estratégico, Locutor en el primer programa de emprendimiento en Guatemala, Cocinero por pasión, Profesor universitario y conferencista internacional e Ingeniero mecánico de profesión. Entre sus estudios cuenta con maestrías de administración de negocios (MBA) y gestión de proyectos (MPM); y con Robótica y Automática Industrial a nivel de doctorado. Agitador tecnológico y admirador del talento humano y de los sueños que conllevan los procesos creativos, cree en la innovación como llave de cambio a todo nivel. Está casado con una chapina y tiene un hijo chileno.

Pueden comunicarse con Oscar para comentar esta o cualquiera de sus columnas a su correo electrónico oscarrojasmorillo@gmail.com o a @oscarrojas13 en twitter

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