Centroamérica & Mundo

Qué es el hambre emocional y cómo impulsa la obesidad

Cualquier persona pueda padecer de este tipo de hambre durante el día, en el desarrollo de su vida sin darse cuenta.

2024-03-10

Por revistaeyn.com

De acuerdo con estimaciones del Global Health Expenditure Database de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el 2060, Costa Rica se convertiría en el tercer país del mundo con mayor obesidad, con una incidencia del 94 %, por detrás de Samoa (97 %) y Omán (95 %).

Uno de los factores que está impulsando esta estadística e incidencia es el "hambre emocional". Adriana Vargas Valverde, psicóloga clínica del Centro Especializado en Obesidad y Sobrepeso del Hospital Internacional La Católica, señaló que el hambre emocional no es un trastorno, sino que es una manera de comer de forma desorganizada. También se puede ver, añade, como un tipo de alimentación desvinculada totalmente del autocontrol de las personas y que es generada por emociones.

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“Esto lo que implica es que la persona tenga deseos de comer, pero sin hambre fisiológica; se deja llevar por una razón emocional, como la tristeza, enojo, miedo, por estrés, o soledad, entre otros. El hambre emocional lo que hace es vincular la comida como una forma de llenar ese vacío emocional”, explicó Vargas.

Cualquier persona pueda padecer de este tipo de hambre durante el día, en el desarrollo de su vida sin darse cuenta. Esto porque las emociones influyen en el diario vivir, impactando directamente en el comportamiento y alimentación sin límites en los pacientes.

Además de su impacto en la obesidad, el hambre emocional también es una de las principales causas en complicaciones de morbilidades de diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares, entre otros.

El hambre emocional aparece de forma repentina. Además, se da una afinidad por alimentos concretos para “apaciguar” este tipo de hambre. Vargas comentó que son alimentos crujientes y dulces, poco saludables, y que se encuentran fácilmente, los que más se ligan al hambre emocional. Otra característica, es que es un hambre persistente; es decir, por más que la persona consuma alimentos, no logra eliminarla. Además, se presenta culpa después de haber consumido ese alimento.

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“Otro elemento ligado al hambre emocional, es cuando estamos ante niveles muy elevados de estrés. Niveles altos de cortisol, la hormona del estrés tiene un impacto directo en el aumento del hambre, lo que promueve una mayor acumulación de grasa y tejido lipídico en el abdomen”, comentó.

Para controlarla, es importante realizar actividad alguna física que le vincule y propicie al paciente el poder comenzar a tener autorregulación y disciplina.

Se debe confrontar el hambre emocional; es decir, auto cuestionarse si lo que se siente es realmente hambre, o si es generada por alguna situación que pasó durante el día. En el momento en que el paciente se empieza a cuestionar y se racionaliza la emoción se comienza a generar un límite.

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