Centroamérica & Mundo

Análisis: América Latina y su bimestre de fuego

Diversas revueltas encendieron alarmas en Latinoamérica. En algunos países el descontento se manifestaba desde hacía tiempo -Venezuela-; en otros, como Chile, el estallido social tomó por sorpresa a gobernantes y analistas.

2020-01-29

Gabriela Origlia - estrategiaynegocios.net

Las manifestaciones variaron en sus causas, en el nivel de violencia, de convocatoria y de duración, pero tuvieron un denominador común, el descontento, la frustración y la desilusión.

A algunos especialistas les recuerdan las del inicio de la década en Europa (los "indignados") y en Medio Oriente (la "primavera árabe"), aunque todavía no proyectan en qué desembocarán las turbulencias.

La sensación de frustración de la población en buena parte de la región tiene que ver con el estancamiento económico. Según datos de Latinobarómetro, la satisfacción de los latinoamericanos con la realidad económica cayó del 30% en el 2010 a 16% en 2018 y la satisfacción con la democracia bajó de 61% a 48% en el mismo período.

Foto: Estrategia y Negocios

Paradójicamente, los países más satisfechos con su economía en 2018 fueron Chile y Ecuador, ambos con 30%, dos de los lugares donde a finales de este año se registraron importantes movilizaciones reclamando más equidad.

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El politólogo Sergio Beresztein indica que todas las sociedades son "conflictivas, en particular aquellas que experimentan procesos de cambio"; repasa que Samuel Huntington enseñó, hace medio siglo, que puede resultar por demás ambiciosa la pretensión de mantener un cierto orden político en contextos de rápidas transformaciones económicas y sociales. "Pretender lo contrario implica negar la experiencia histórica y hasta ignorar que los conflictos permiten, además, identificar problemas que, si se resuelven con madurez e inteligencia, son útiles para mejorar y fortalecer el funcionamiento del sistema democrático", afirma.

En este sentido, "resulta fundamental que todos los actores sociales, en especial los más vulnerables, cuenten con la capacidad y la libertad para organizarse de forma de ser capaces de hacer públicas sus demandas y defender sus intereses. Esta lógica de la negociación requiere un proceso de aprendizaje y profesionalización que implica tiempo y recursos. No se improvisa de la noche a la mañana", señala.

Hasta 2015, la región mejoró sus niveles de ingreso y calidad de vida. Esas mejoras -según un trabajo de la Fundación Avina- se relacionaron fundamentalmente con la instrumentación de políticas públicas que tendieron a reducir brechas de inequidad y con un periodo de crecimiento económico impulsado por el aumento del precio de las materias primas en el mercado internacional.

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Francisco Sánchez, director del Instituto Iberoamérica de la Universidad de Salamanca (España), define como crisis "crónicas" las de Venezuela y Nicaragua con gobiernos de tendencia autoritaria "bastante consolidados en el poder" donde se reprimen demandas sociales y la población busca la salida a través de acciones colectivas. También es estructural la situación en Haití, aunque allí no hay un partido que controle el aparato del Estado. Encuadra como "tendencialmente políticas" las de Perú y Bolivia que terminaron "abriendo una ventana" para el descontento de la gente; en cambio, caracteriza como "tendencialmente económicas" a las crisis de Chile y Ecuador.

Como diferencia entre ambas naciones apunta la "fortaleza institucional" del sistema chileno. El escritor boliviano Edmundo Paz Soldán analiza que hay un agotamiento de un modelo neoliberal que ha exacerbado la desigualdad so cial. "Bolivia tiene puntos de contacto con esa crisis, pero, si bien ha habido una desaceleración, el modelo capitalista desarrollista de Evo Morales permitió una economía más estable, sin las aristas salvajes de otros modelos como el de Chile.

El tema central es diferente y tiene que ver con el hecho de que la misma clase media que se expandió económicamente con Morales fue la que le reclamó ciertos principios básicos democráticos -respeto al voto popular y al referéndum vinculante, instituciones neutrales para garantizar elecciones limpias, procesos electorales saneados- que Morales no estaba dispuesto a dárselos".

LAS CALLES, PROTAGONISTAS

El analista internacional de la Pontificia Universidad Católica de Perú, Farid Kahhat, indica que hay "causas probables" del descontento que se mezclan con las "propicias" para las movilizaciones. Entre las primeras, la mala performance económica de la región y la desigualdad; entre las segundas, las redes sociales y los medios electrónicos que son determinantes para que los jóvenes estén "sobre representados y dispuestos a protestar".

Subraya que inequidad y corrupción se vinculan y, en esa línea, menciona el Lava Jato, que en Perú tiene involucrados y procesados a cinco presidentes y que alcanza a una docena de países del hemisferio occidental.

Foto: Estrategia y Negocios

"La corrupción implica que el acceso a contratos públicos no deriva de la competitividad de las empresas sino de la convivencia con la política; las democracias latinoamericanas son de baja calidad institucional; no hay mecanismos de control, de transparencia".

El exembajador de la Argentina ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), Emilio Cárdenas, advierte que ningún país de la región está exento de conflictos sociales; aunque como otros expertos entiende que el común denominador es el descontento social incluso porque las mediciones tradicionales del bienestar están "cuestionadas". "No se puede dejar de advertir que existe otra institución que cambia de rol vertiginosamente, es el papel de la calle y las plazas que se transformaron en canales abiertos de bronca y protesta en diversos lugares del mundo. Mismos problemas con realidades muy distintas generan intolerancia que se convierte en intemperancia. Lo complejo es que esos movimientos sociales, con alguna cuota de violencia, actúan sin líderes fuertes, sin mensajes del todo claro".

Alicia Bárcena, presidenta de Cepal, subrayó en la presentación del informe anual: "Es importante entender la oportunidad del descontento social para poder resolverlo estructuralmente, con medidas de mediano plazo como las que menciono: cambio en la estructura productiva y el cambio constitucional, pero también abordarlo con un paquete de medidas a corto plazo.

¿Por qué hay desencanto en la región? No hay un solo factor. Hay un punto de quiebre en la continuidad de un modelo, un modelo que se asocia a décadas de concentración del ingreso, de la riqueza, de la tecnología".

La desigualdad de ingresos medida por el coeficiente de Gini -cero representa ausencia de desigualdad y uno, desigualdad máxima-, desaceleró su reducción en 2015. Mientras que entre 2002 y 2014 se redujo uno por ciento anual, entre ese año y 2018 pasó a 0,6 % anual. Las protestas en Chile tomaron como un concepto clave "no son 30 pesos, son 30 años" en referencia a que no tenían que ver son la suba del transporte público, sino con algo más profundo, como es la desigualdad.

Latinoamérica es la región con mayor inequidad del mundo, no solo medida en términos de ingresos sino de acceso a derechos. El 15% de la gente que logró salir de la pobreza vive apenas por encima del umbral mínimo y con el riesgo permanente de volver a desbarrancar. La décima parte más rica ya concentra hasta 50% de los ingresos nacionales.

El analista Daniel Zovatto no duda en señalar que se cierra "un bimestre caliente", un cierre de década caracterizado por un crecimiento regional "decepcionante, crispación social, malestar con la política, crisis de gobernabilidad y fatiga democrática". La zona andina es la que registra la mayor crisis, con diferentes naturalezas.

Repasa el mapa: A la gravísima crisis venezolana se sumó el choque de poderes en Perú, los estallidos sociales en Ecuador, Chile, Colombia y la crisis política electoral en Bolivia -describe-. Meses antes en Paraguay, el presidente Aldo Benítez logró superar gracias al apoyo de su rival aliado (de su mismo partido político) Cartes

un juicio político por la firma irregular de un tratado con Brasil; Argentina y Uruguay están transitando cambios ideológicos.

Además, la crisis nicaragüense no encuentra una salida y el gobierno autoritario de (Daniel) Ortega mantiene la represión; en Guatemala concluye en enero el pésimo gobierno de Jimmy Morales e inicia el de Alejandro Giammatei; en México el balance es mixto, el presidente Andrés Manuel López Obrador mantiene un importante apoyo ciudadano y hay avances en la lucha contra la corrupción, pero no en la economía y en la seguridad. En Haití la crisis es múltiple".

NO PROFUNDIZAR LA INEQUIDAD

El año pasado el 70% de los chilenos creía que el país se gobierna para el beneficio de unos pocos grupos poderosos; el 17% y el 14%, respectivamente, afirmaban tener confianza en el Parlamento y en los partidos políticos.

Andrés Velasco, excandidato a la presidencia y exministro de Hacienda chileno, opina que hay un enojo contra las elites, algo relativamente nuevo en el país. La alta estima en que se tuvo a los políticos civiles durante la transición a la democracia hace casi treinta años, dio paso a una creciente percepción de lejanía, y luego a una ola de escándalos en el financiamiento de la política.

En un texto para medios chilenos planteó que quizás fueron las esperanzas "truncadas" las que hicieron hervir "las muchas tensiones y contradicciones subyacentes en Chile". "En esta coyuntura el país tiene una oportunidad única para reescribir el contrato social y enfrentar de manera decisiva las fuentes de la ira ciudadana.

Pero los riesgos son muchos. Uno es que los votantes concluyan que los logros de Chile han sido más ilusorios que reales y, por lo tanto, decidan deshacer lo logrado. Otro es que el actual clima de temor y división lleve al poder a un populista, como ha sucedido en México, Brasil y ahora Argentina".

Berensztein insiste en que Chile quedó a mitad de camino en la construcción de una "modernidad inclusiva" y, en ese sentido, lo compara con Ecuador. "El prisma chileno nos aporta una nueva mirada para entender la importancia de disponer de este conjunto de políticas que amortigüen conflictos sociales.

Los hechos recientes, tanto en Chile como en el resto de la región, nos permiten ponderar, sin bajar el tono crítico, estas herramientas imperfectas, al punto que nos invitan a definir mecanismos para mejorarlas y preservarlas, pensando en el interés general".

Con una proyección de precios internacionales de materias primas que no repuntarán a mediano plazo, las estimaciones económicas para la región no son optimistas.

Kahhat plantea que los gobiernos deberán atender, para no ampliar el efecto recesivo que vendrá del exterior:

"La atención de los frentes fiscales es necesaria, pero atendiendo a crecer con efecto distributivo. Nunca vamos a ser como Suecia o Noruega, pero Uruguay es un caso a seguir. Puede decirse que tiene como ventaja su homogeneidad cultural que parece ser una condición social para que los programas de transferencias sean aceptados, pero no es así. Canadá lo logró con multiculturalismo; no es natural que la gente sea menos proclive a aceptarlos por la diversidad pero hay políticos que aprovechan eso para su propia agenda". Recuerda que la primera administración de Lula da Silva en Brasil logró que el ajuste no recayera sobre los sectores de bajos ingresos.

De cara a la nueva etapa, Zovatto recuerda que la región emerge de un "súper ciclo electoral" (15 elecciones presidenciales en 18 países entre 2017 y 2019) con más heterogeneidad y sin una tendencia política dominante.

Sin contar a Bolivia, en 11 de las 14 sólo dos mandatarios fueron reelectos en procesos "muy irregulares" y uno, Sebastián Piñera, regresó al poder vía reelección alterna. La mayoría de los nuevos no cuentan con mayoría propia en los congresos lo que agrava los desafíos de gobernabilidad y "aumenta el peligroso uso de las Fuerzas Armadas para suplir esa situación". Para el analista, los gobernantes deben concentrarse en "recuperar la confianza de los ciudadanos, aprender a oírlos y a manejarse en un contexto de alta incertidumbre y volatilidad".

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