Centroamérica & Mundo

Pymes, innovación y Centroamérica

Hay dudas sobre cuál es el modelo de innovación más adecuado para cada país, algo especialmente relevante en Centroamérica.

2015-06-08

Por: Salvador Aragón*

Hoy en día, nadie pone en duda la relevancia de la innovación en la construcción de empresas, sociedades y países más competitivos y prósperos. Sin embargo, existen muchas más dudas sobre el modelo de innovación que es más adecuado en cada caso. Una duda que es especialmente relevante en el caso de Centroamérica.

Permítanme comenzar por un breve repaso al estado de la innovación en la región. Tomando como referencia el "Global Innovation Index", un excelente indicador de cómo cada país es capaz de innovar, el más exitoso en la región es Panamá, que ocupa la posición número 52 seguido por Costa Rica en posición 57. El resto de países se sitúan en posiciones mucho menos favorables en la tabla. Por ejemplo, Guatemala ocupa la casilla 93 de este índice.

Esta primera aproximación a la realidad regional, nos ofrece ya una primera conclusión: existe una amplia oportunidad de mejora. La cuestión fundamental que surge entonces es ¿Cómo es posible mejorar la capacidad innovadora de nuestros países?

Han surgido tres respuestas muy distintas que hemos bautizado como los modelos de enjambre, campeón local y espacios locales.

El modelo del campeón local requiere que el país disponga de al menos una empresa local capaz de alcanzar una dimensión considerable en términos de la economía mundial, combinando una clara orientación hacia la exportación en los mercados globales, a la vez que disfruta de un mercado local protegido libre de competidores. Este modelo fue el preferido por Japón y los tigres asiáticos en los años 70 y 80, con empresas como Sony, Hyundai o Samsung. Desgraciadamente, es muy difícil encontrar este tipo de compañías locales en la región.

La segunda opción corresponde a los espacios locales. Desde el punto de vista de la innovación los espacios locales son espacios geográficos relativamente reducidos donde se aúna una alta concentración de empresas, profesionales, conocimientos y capacidades específicas altamente especializadas en una actividad o industria. El paradigma ampliamente citado de estos espacios locales es el Silicon Valley en los EUA, donde el agregado de instituciones académicas e investigadoras, empresas, posibilidades de financiación y talento, generan un ecosistema que incentiva enormemente la innovación. La experiencia regional en espacios locales es todavía limitada aunque creciente. Un ejemplo embrionario lo podríamos encontrar en Panamá y su Ciudad del Saber.

Finalmente, el modelo que más se ajusta,- en mi opinión-, a la realidad centroamericana es el de enjambre. Esta opción es seleccionada por aquellos que consideran que poco puede saberse del futuro, y que la única posibilidad de lograr un acierto en un entorno de muy alta incertidumbre es probar una amplia diversidad de alternativas con el menor coste posible. La forma de ejecutar ese modelo es generar un enorme enjambre de microempresas impulsadas por emprendedores que exploren ámbitos muy diversos. Por una mera inferencia estadística, algunas de estas nuevas empresas darán con un nicho innovador que serán capaces de explotar con éxito, tras lo cual podrán crecer y expandirse.

La mejor experiencia de aplicación de este modelo en América Latina es sin duda Chile, donde se ha combinado una política de facilitación de creación de nuevas empresas bajo el lema de creación a coste cero en un solo día, con proyectos específicos de atracción global de iniciativas.

Si desde un punto de vista macroeconómico el modelo del enjambre parece el más adecuado, la siguiente pregunta clave es ¿cómo deben innovar estas PYMEs centroamericanas que van a explorar nuevas oportunidades, y que deben constituir entre todas un bien nutrido enjambre? La respuesta parece ser en un modelo de innovación que combine dos características que las hacen muy diferentes del modelo europeo o norteamericano: ser frugales y responder a necesidades muy locales.

La frugalidad es hija de la escasez de capital e inversores, e implica la necesidad de innovaciones que no necesiten apenas inversiones en I+D, bienes de capital e infraestructuras, por lo cual estamos hablando fundamentalmente de servicios.

El dar respuesta a necesidades locales implica reconocer que algunas de las limitaciones de la región pueden ser transformadas en una oportunidad. Por ejemplo, la carencia de infraestructuras hace obligado desarrollar nuevos modelos de distribución de mercaderías, o de suministro energético. O el predominio de una población rural dispersa, puede hacer posible la emergencia de nuevos modelos productivos basados en microunidades familiares, que son extraordinariamente flexibles cuando se conectan al mercado global, tal y como estamos viendo en India.

Y es que afortunadamente, el futuro no está escrito, y ni mucho menos determinado.

*Director General de Innovación, IE Business School

12 ejemplares al año por $75

SUSCRIBIRSE