Con la aparición de Netflix y otros servicios de streaming ya nadie se acuerda la vieja costumbre de ir al videoclub o a un local de Blockbuster para alquilar una película. Sin embargo en Alaska parece que algunas costumbres quedan congeladas en el tiempo.
Los consumidores siguen yendo a las pocas sucursales que quedan a abastecerse de buen material. Lo más insólito es que sus locales se convirtieron en atracciones turísticas con nostálgicos que van a sacarle fotos a los edificios o que entran simplemente a mirar lo que hay adentro como si se tratase de un museo.
Aunque la mayoría de los Blockbusters en Estados Unidos cerraron, todavía quedan unos 10 locales abiertos y 6 de ellos están en Alaska.
La empresa se beneficia de los inviernos largos y duros de este gélido estado, ubicado bien al norte y de que ahí el Wi-Fi es más caro que en otros lugares del país.
En Alaska, el estado más septentrional de EE.UU., viven unas 700.000 personas, y muchas de ellas gustan de ir a alquilar películas. Tal vez por el clima frío, que puede llegar a los -25° en las ciudades de Kenai, Soldotna y Homer. En esa extremo del mundo, el Wi-Fi es muy costoso y no hay paquetes ilimitados de datos.
Durante sus años dorados, Blockbuster llegó a tener 9.000 locales en Estados Unidos y llegó a generar una facturación de US$6.000 millones con turnos de atención de 17 horas por día.
Para los turistas nostálgicos que visitan el frío estado, un infaltable es ir a fotografiarse con algún local de Blockbuster. Además de películas, la cadena sigue vendiendo merchandising: buzos, remeras y bolsos. Y tiene clientes leales desde hace 25 años.
Con información de La Nación y Clarín.