Claves del día

Confinamiento y salud mental: efectos de las cuarentenas en el largo plazo

Con su libro Obediencia imposible. La trampa de la autoridad, el biólogo argentino Eduardo Wolovelsky se sumó al debate mundial que se generó respecto a la utilidad de las cuarentenas estrictas para luchar contra la pandemia del coronavirus, la utilización política de esas medidas y los impactos a mediano plazo que generan.

2022-02-26


Por Gabriela Origlia, E&N

"Lo necesario era mostrar una idea, en una sociedad altamente tecnologizada, de que se podía controlar, de que no teníamos que sufrir lo de otros tiempos, que había una acción por hacer", dice respecto a los lockdown. "Por salvar vidas, los enfermos han de morir solos. Por salvar vidas, los mayores han de perderse en el laberinto del abandono. Por salvar vidas, los niños deberán padecer el miedo de ser los asesinos de sus abuelos, y los jóvenes, sufrir por un mundo futuro marcado por el espanto del control y el aislamiento", repasa en su libro.

¿Qué evita encerrar por tiempo indefinido a una comunidad?

Creo que lo que parecía necesario era mostrar una idea, en una sociedad altamente tecnologizada, de que se podía controlar, de que no teníamos que sufrir lo de otros tiempos; que había una acción por hacer. Y se repite ahora con los nuevos brotes. Queda claro que una enfermedad contagiosa no se puede enfrentar de esta manera; ahora, es un intento severo y grave de control poblacional, está en juego lo más básico de la democracia. Los confinamientos no sirven; miremos en Suecia cómo fue la evolución en dos años, les fue mejor que al resto.

¿Las cuarentenas fueron una manera de hacer cuando no se sabía qué?

Una sociedad tecnológica global no puede no hacer, no puede asumir la idea de que no puede o de que puede limitadamente. En el inicio de la pandemia el informe del Imperial College London planteaba que había que estar encerrados un año y medio hasta la vacuna; la vacuna llegó pero no es lo que hubieran querido, no impide el contagio y no quiere ser admitido. De ninguna manera estoy diciendo que no hay que vacunarse, pero lo que no podemos es asumir esos límites y entonces se vuelve a lo que ya se hizo.

Desde febrero de 2020 había miles de investigadores, que luego firmaron la declaración de Great Barrington en Estados Unidos, que decían que los confinamientos no tenían sentido. ¿Y por qué nadie creyó que se debía debatir con eso? En esa declaración hay 14.000 firmas de expertos de la salud pública de Harvard, Stanford, Oxford que hablaron desde un comienzo y mostraron datos, evidencias y argumentos.

Se mezclaron encierro y miedo a la muerte, ¿mala combinación, pero efectiva?

Sí. En nombre de eso dijimos "no habrá trabajo, no habrá vínculos, no habrá relaciones afectivas". La muerte es inevitable, es parte de la condición humana, lo que no quiere decir que no peleemos con ella, pero lo que se opone a la vida no es la supervivencia a cualquier precio sino la natalidad. Sino no podemos proyectar nada para el día de mañana, quedamos condenados a vivir en un eterno presente. Los gobiernos decidieron mostrar algo de control, instrumentar medidas restrictivas por temor de que les reclamen que no hicieron nada. Buscaron simular un control para no ser acusados de inacción.

¿Vivir sin proyectar, sin libertad, es vivir?

Diría que es más severo porque es vivir sin proyección. No podemos cancelar el presente en nombre del futuro, pero no podemos vivir el presente sin imaginar el futuro. En nombre de no tener que morirnos, quedamos muertos en vida. Las personas que tienen una situación terminal conocida no están recordando todo el tiempo; es un juego constante de olvidos y recuerdos. En este caso, con el coronavirus, nos recordaban todo el tiempo la muerte, una suerte de ‘no se van a olvidar". No es posible vivir así, no es posible proyectarse así. Lo que no tengo que hacer es negar la vida.

Esa suerte de espectáculo montado en torno a la muerte, ¿cómo incide en el después?

Nos impacta para los próximos 10 o 20 años; no creo exa- gerar. Un chico que a los 6 años no fue a la escuela, que le dijeron que podía matar a sus abuelos si se contagiaba... eso queda para las próximas décadas, no se resuelve vol- viendo a la escuela. Ese discurso, sumado a los avances tecnológicos, puede llevar casi a un nivel de psicosis. Toda tecnología tiene costos; los profetas de la pandemia fue- ron los tecnológicos como Bill Gates.

A Gates se le escuchó y se le dio mucho espacio.

Gates paga, domina espacios, pero además las instituciones que eran creíbles perdieron credibilidad, pasaron a ser un caos.

A dos años del inicio de la pandemia, ¿terminamos debatiendo pro/anti cuarententa y pro/ anti vacunas?

Es la lógica subjetiva de las redes sociales, todo es sí o no, te elimino o no. Es una lógica dicotómica todo el tiempo. (Chaim) Rumkowski, presidente del Consejo Judío del gueto de Lodz en tiempos del holocausto, entregaba a unos a la cámara de gas pensando que así salvaría a otros... Acá fue entreguemos la educación, el salir a caminar y los abrazos, en nombre de salvar la vida.

Desde los gobiernos hablaban de protección, de consideración del otro, ¿por qué la idea de la cuarentena se globalizó?

Ese discurso es falso; a costa de qué se hablaba de protección. La forma de proteger era focalizarse en que la población menos vulnerable circulara porque la inmunización natural no es igual a la artificial. No estoy diciendo "contagiémonos", estoy planteando que el no contagio artificial no es la mejor estrategia.

Los gobiernos asumieron un lugar de santos que salvan vidas y, siendo así, no hay con quién discutir. Si discuto soy humano y falible. incluso contra tu propio deseo de ser salvado, de que hay un santo que te protege, me parece que es uno de los costos más grandes que vamos a enfrentar. Rechazo esa idea de la santidad, del salvador, la entrega de la propia responsabilidad a ellos. Eso lleva a la entrega de la libertad, a la entrega del cuidado. Renunciar a que yo tengo que hacer algo porque otro, un salvador, algún iluminado, lo va a hacer por mí.

Hay planteos, a dos años, de que el virus "trajo enseñanzas", ¿cuáles? ¿es una suerte de mensajero?

Un absurdo. El terremoto ocurre, no viene a enseñar; puedo aprender, pero eso es otra cosa. Es una pedagogía del merecimiento, se merecían esas enfermedades o esas muertes por lo que le hacemos a la naturaleza. Me impresiona ese argumento porque bajo esta pedagogía subyace la idea de que la vida humana no vale y es el precio que hay que pagar, por ejemplo, por las enseñanzas de la naturaleza.

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