Opinión de Mario Vargas - Máster en Dirección de Empresas y Gerente General de Grupo EULEN Costa Rica
Con gran preocupación hemos observado el acelerado deterioro de la seguridad en Costa Rica en los últimos años. Durante el 2022, la tasa de homicidios alcanzó la cifra más alta de la historia con 12.6 casos por cada cien mil habitantes, según datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ); y, en paralelo, también se incrementaron acciones delictivas como robos, asaltos y la violencia en las calles, que condicionan el libre transitar del ciudadano y la paz que caracterizó una vez a Costa Rica. La inseguridad que estamos viviendo es un fenómeno real y permanecerá como una amenaza para nuestra integridad física, así como la de los bienes materiales que poseemos y que tanto nos hemos esforzado por conseguir.
Llama la atención que, a pesar de la gravedad del impacto que la inseguridad puede ocasionarnos, pareciéramos actuar en nuestra esfera individual de manera contraria a lo que indicaría el sentido común. Cuando el entorno adquiere condiciones que nos amenazan y que no podemos eliminar o erradicar totalmente, recurrimos a medidas que nos permitan mitigar su efecto. Un claro ejemplo fue la pandemia del COVID-19, donde aprendimos y nos acostumbramos a utilizar mascarillas y a mantener la distancia, entre otras acciones. También aprendimos que en aras de garantizar un nivel más efectivo de protección, era necesario utilizar mascarillas del tipo KN95, que aumentaran nuestra protección, que fueran certificadas y que estuvieran fabricadas con los mejores materiales; todo esto con el fin de evitar contagiarnos de la enfermedad y afrontar graves consecuencias para nuestra salud.
Uso este ejemplo porque algo similar debemos hacer con nuestra seguridad, ya que el ideal sería que el entorno fuera seguro, pero lo cierto es que no es el caso, y no lo será en el corto plazo, ya que pululan soluciones de seguridad informales, poco profesionales y de baja calidad que no mitigan la inseguridad.
En un congreso sobre la seguridad en la cadena logística de 2022, un funcionario del OIJ explicaba que algunos exportadores se han visto afectados por la contaminación con droga de sus contenedores y que lamentaban el fuerte impacto que esto les ocasionaba en sus negocios. Al llevar a cabo las investigaciones del caso, se evidencia que las empresas no contaban con los procedimientos de seguridad básicos, entre ellos: un registro adecuado de visitantes a sus contenedores y cámaras que funcionarán y registraran adecuadamente las grabaciones en video.
Otro caso alarmante fue cuando a inicios del 2023, un sicario se paseó armado por el Hospital Monseñor Sanabria de Puntarenas, con la intención de asesinar a un paciente internado; en su intento criminal retuvo y apuntó al personal médico del centro hospitalario. Esto llama a reflexionar sobre quiénes velan por la integridad de los usuarios, pacientes, equipo médico y personal administrativo en estos espacios.
Ahorrar en la inversión de seguridad es la decisión más costosa y de alto riesgo que una marca, institución o empresa puede tomar, porque vulnera su patrimonio, a sus colaboradores y a todas las personas a las que les presta sus servicios.
A la hora de elegir una vivienda, todos buscamos la opción más segura para resguardar nuestros bienes y lo más importante: nuestra familia. Muchos condominios y residenciales en el país, cuentan con aliados estratégicos que les ofrecen un plan de acción minucioso para evitar riesgos; y de la misma manera que verificamos que nuestro hogar sea seguro, debemos buscar y proporcionar esa seguridad en nuestros negocios.
La inversión en seguridad requiere verificar las credenciales de la empresa que ofrece el servicio, la trayectoria, tecnología disponible, procesos de contratación de sus colaboradores, entre otros aspectos. Las empresas de seguridad deben contar con planes estratégicos y robustos, dispositivos de videovigilancia, oficiales capacitados en seguridad física y ciberseguridad, atención en edificios, puestos de control, aeropuertos, hospitales, espacios públicos, entre otros.
Es muy importante que las empresas e instituciones entiendan los procesos que deben evaluar al elegir un servicio de seguridad. Debe prevalecer el resguardo técnico y de calidad, no el precio, de lo contrario, el refrán lo barato sale caro se puede convertir en una lección muy dolorosa.
