Opinión: Tres historias y una teoria para el Cambio

El COVID-19 es el vendaval de turno, es la raz&oacute;n de movernos, de cambiar no solo nuestro pensamiento sino tambi&eacute;n nuestro actuar. ¿Seremos capaces de sobrevivir al teletrabajo sin explosionar nuestras relaciones humanas? ¿Sobrevivir&aacute; una semana m&aacute;s el restaurante que tanto nos gusta si no genera una propuesta adecuada a lo que estamos viviendo? ¿Se adaptar&aacute;n las empresas a mis h&aacute;bitos de consumo y demanda de necesidades? La respuesta es s&iacute;. Lo que no sabemos es por qui&eacute;n ser&aacute;n satisfechas estas y todas las demandas posibles, pero s&iacute;, las tendremos. Como siempre. Como ya lo dijo nuestro ilustre invitado de esta secci&oacute;n. 1+2+3= U Hay empresas que tienen lo que en psicolog&iacute;a se llama memoria traum&aacute;tica. Esta olvida las experiencias buenas y se estanca y repite en la incidencia, normalmente dolorosa, de errores y culpas. Con ello distorsiona la realidad y genera patrones de conductas negativos con efectos psicosom&aacute;ticos evidentes. Una empresa con predominancia de esta memoria est&aacute; enferma y suele no avanzar, y mucho menos cambiar, al menos para bien. Igualmente solemos creer que las empresas m&aacute;s admiradas y l&iacute;deres tienen una especie de escudo ante este tipo de memoria, pero nos equivocamos: en realidad son resilientes. Se equivocan y pierden, temen extraviarse de sus mercados y se preocupan por la competencia. Como todas. Pero no se relamen eternamente las heridas y como el tiempo corre, no suelen ver todo el d&iacute;a hacia atr&aacute;s. Drenan su stress y ante las adversidades saben sufrir. Luego le ponen buena cara y van por el pr&oacute;ximo desaf&iacute;o. Cambian lo malo en pret&eacute;rito por la dopamina de lo bueno en futuro. Una cuesti&oacute;n de actitud y tiempos verbales. Pero ¿c&oacute;mo quebrar esta memoria y su espiral viciada para poder avanzar y cambiar?, quiz&aacute; partiendo de Robert Kegan y Lisa Lahey y su art&iacute;culo The real reason people won´t change de HBR donde analizan algo que llaman inmunidad al cambio. La idea central podr&iacute;a ser que en gran medida las personas no cambian no porque no quieren, sino porque no saben c&oacute;mo hacerlo. No saben activar los drivers necesarios para que los hechos sucedan. O padecen por la ausencia de gu&iacute;a para cortocircuitar las relaciones con el pasado que les paraliza (el trauma), y que puede ser la raz&oacute;n de rechazar toda opci&oacute;n de evoluci&oacute;n, inclusive de manera inconsciente. O no saben lidiar con sus miedos. Resulta m&aacute;s que esclarecedor y l&oacute;gico pensar que Kegan y Lahey no culpabilizan a la (falta de) actitud, ni al conocimiento o al talento como razones del no-cambio, sino m&aacute;s bien a la carencia e influencia positiva de apoyos externos (amigos, jefes, lideres) y a los contenidos internos de cada persona. El futuro del liderazgo y la gesti&oacute;n en las empresas para generar Cambios dentro de la destrucci&oacute;n creativa pasa, indudablemente, por responder lo que plantean Kegan y Lahey en cuanto a que las organizaciones deben encontrar en las personas las razones que las mueve e ingeni&aacute;rselas para hacerlas de grafeno: fuertes antes las adversidades y los traumas; ligeras, &aacute;giles y prestas a amoldarse a la innovaci&oacute;n y los cambios. As&iacute; ser&aacute;n tambi&eacute;n las organizaciones. Otto Scharmer del MIT bosqueja en su libro Teoria U: liderar desde el futuro a medida que emerge las primeras respuestas a la aparente paradoja planteada por Kegan y Lahey y el cambio: Adem&aacute;s del poder de la gu&iacute;a de otras personas como sost&eacute;n y sin imposici&oacute;n, las personas cambiamos cuando abrimos la mente y dejamos a un lado prejuicios oxidados. En el instante que conectamos con el coraz&oacute;n y creemos que las cosas pueden ser genuinamente diferentes. Al liderar para el futuro, que es donde vamos a vivir a partir de este instante. Lo pas&oacute; a Gibson, que en un momento se vio perdida y sin saber c&oacute;mo cambiar. Hasta que le puso el coraz&oacute;n, dej&oacute; sus miedos y se concentr&oacute; en volver a sonar como ten&iacute;a que hacerlo para que fluyera m&uacute;sica por sus venas a todo volumen. La fortuna les sonri&oacute;. Si no hubiera vencido a su memoria traum&aacute;tica y nada hubiera cambiado en Alfred Nobel desde la lectura de su propia muerte, hoy seguir&iacute;a siendo solo el mercader de la muerte y no el mecenas de tantas y tantas personas que nos han cambiado la vida para bien. La brisa suave de la ma&ntilde;ana ser&aacute; cicl&oacute;n en la tarde. La leve impresi&oacute;n que sentimos de cambiar pronto ser&aacute; imperativa, y ahora sabemos -espero- un poco m&aacute;s las razones de esto. As&iacute; que de nosotros depende si nos mecemos apacibles en la hamaca y vemos la ca&iacute;da del sol inm&oacute;viles o tomamos parte de todo y somos los que soplamos los vientos del cambio. Nos leemos pronto si Dios quiere. Gracias por la paciencia. Tengan mucha salud. Con cari&ntilde;o le dedico estas l&iacute;neas a don Walter Ma&ntilde;&aacute;n en Montevideo, uno de mis mentores, por su pronta recuperaci&oacute;n.

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