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'La amnistía fue el peor error que se pudo haber cometido'

El sociólogo Roberto Oswaldo López Salazar considera que el egoísmo, así como la construcción de identidades excluyentes dificultan el proceso de reconciliación.

2016-07-14

Por Claudia Contreras - estrategiaynegocios.net

A finales de 2015, Roberto Oswaldo López Salazar, jefe departamento de sociología de la UCA, habló con Estrategia&Negocios sobre el panorama de violencia social que abate al país, una coyuntura que en los años recientes llevaron a El Salvador a situarse como el país más violento del mundo.

El investigador, sin embargo, matiza sobre los orígenes de la violencia pandilleril y de los motivos que llevaron al país a articular una Ley de Amnistía en 1993, un marco legal que fue derogado el 13 de julio de 2016 tras declararse inconstitucional por parte de la Sala de Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.

A la luz de este nuevo panorama presentamos un resumen de dicha entrevista y de sus valoraciones en cuanto a la idea de crear una amnistía.

'La violencia se ha estudiado por las raíces históricas, económicas, incluso las políticas. Poco se habla de las raíces sociohistóricas y parte de esa tiene que ver con los Acuerdos de Paz, de cómo se construyeron, quiénes participaron, cuáles fueron los temas que se priorizaron. Ahí marca mucho el tipo de violencia histórica que estamos viviendo ahora', destaca el investigador.

El proceso de negociación y diálogo, añade, era deseado y esperado por la mayoría, pero en la mesa de negociación estaban representados solo ciertos sectores de la sociedad, sobre todo, los que tenían intereses más fuertes: militares, derecha, empresarios e insurgentes.

'Uno diría que representaban a todo el pueblo. Pero no es cierto. Al revisar qué tipo de acuerdos firmados fueron conciliados fueron realmente políticos. Era lograr garantías necesarias para que un grupo insurgente se convirtiera en partido político y pudiera participar en elecciones con todas las garantías posibles', dice.

Sin embargo, recalca que poco se hizo para poner en marcha una verdadera reconciliación. 'Más allá de eso, los Acuerdos de Paz no tocaron el tema de la pobreza, la desigualdad, la marginación social, y mucho menos fue tocado el tema de reconciliación nacional. Creo que es el tema más grave, la parte más grave de los acuerdos de paz: no haberle puesto suficiente atención a la reconciliación nacional', sentencia.

López Salazar agrega que hay heridas que no han sanado por que faltó un proceso que llevara a una verdadera reconciliación nacional y que este no hay que confundirlo con la amnistía recientemente derogada y que estuvo vigente desde 1993.

'La amnistía fue el peor error que se pudo haber cometido porque cerró toda posibilidad de reconciliación. Tampoco se trata de pasar la página que no pasó nada. Reconciliación nacional tiene que pasar por el reconocimiento de los errores, el aceptar que se cometieron crímenes, aceptar las responsabilidades y pedir perdón', dijo el sociólogo.

A nivel histórico ¿se puede comparar la violencia de El Salvador con respecto a otro país?

No se ha hecho mucho análisis comparativo. No nos hemos animado a hacer más análisis comparativos, podemos tomar lecciones de otros para nuestro beneficio. En 2014 concluimos un estudio con FLACSO para comparar seis experiencias de países con conflictos armados fuertes y una vez pasado cómo habían avanzado en la construcción de acuerdos políticos para fortalecer la democracia interna.

Comparamos Indonesia, Sudán del Sur, Sudáfrica, Colombia, Nepal y El Salvador. Describimos conflictos internos, todos tenían que ver con desigualdad, abuso de poder, marginalización o violación a derechos humanos. Luego vimos los procesos de construcción políticos.

Los más parecidos eran Colombia, Sudáfrica y El Salvador. Creo que de esos tres, los más ejemplares para nosotros es el caso Sudafricanos. Ahí hubo aplicación de justicia restaurativa, se identificaron a los principales responsables de violanciones a los derechos humanos, que asesinaron, dañaron, los identificaron, luego los detuvieron, los llevaron a juicio y los pusieron cara a cara con las víctimas. Eran juicios comunitarios: Van a la comunidad, víctimas y victimarios los llevaron al lugar donde sucedió eso Los pusieron cara a cara, presentaron pruebas, probaron culpabilidad y luego: reconocen su culpa y piden perdón. Luego, las víctimas tenían el compromisoo de perdonarlos. Y luego: te perdono, pero qué vamos a hacer para que nunca más vuelva a suceder. Era un compromiso social muy fuerte. Es la justicia restaurativa.

Se ha querido hacer aquí, pero la experiencia queda incompleta en el IDHUCA, se hace con las víctimas, pero los victimarios nunca llegan. No ha tenido el mismo efecto.

Nada más queda como una especie de catarsis. En Sudáfrica el compromiso es salir con un acuerdo mutuo de no agresión, hacer algo completo para recuperar algo que se perdió.

¿Qué camino podría tomar El Salvador?

Nuestra desventaja es que tenemos que hacer en simultáneo es: El Salvador construye identidades sociales sumamente excluyentes prácticamente desde la Colonia, cuando uno identifica a conquistadores e indios hay identidades excluyentes, porque los derechos de uno no son igual a los derechos del otro. Ahí comenzamos a construir identidades también

En 1932 ser indígena era una especie de delito, entonces había que construir más: ser guerrillero, ser soldado, ser pandillero o no, ser de una pandilla u otro, ser de un equipo de fútbol u otro, ser de una religión u otra. Son identidades que se construyen y hay tendencia a construir identidades excluyentes y agresivas. Eso no nos pone el camino fácil para pensar en el bien común.

¿Cómo se establece una ruta del odio a la paz? ¿Cómo se va al perdón y la reconciliación?

Por una parte, vamos cargando con esas identidades colectivas que no nos permiten sentarnos y dialogar. El hecho que hemos ido aprendiendo es un aprendizaje social. Hemos aprendido a resolver nuestros problemas haciendo uso de la violencia para lograr mis propósitos personales o sectoriales. Por otra parte, el hecho que también hemos ido aprendiendo --y el neoliberalismo lo ha reforzado mucho-- es que somos una sociedad egoísta. Cada quien está nada más preocupado por su propio bienestar e interés. Mientras yo resuelvo lo mío, no me interesa mucho lo de los otros.

Todas esas situaciones estructurales, coyunturales, económicas, se mezclan para que esa idea de vivir en paz y armonía, con estabilidad en el ambiente social, cuesta más imaginarnos cómo es eso. Ha pasado tanto tiempo resolviendo las cosas violentamente que hemos perdido qué significa vivir sin violencia. Cuando uno va a otro país y se encuentra a una sociedad no tan agresiva como la nuestra, hay que encontrarse cómo se vive todo esto. Uno termina asumiendo esta sociedad y se le olvida cómo es vivir en paz.

Sin embargo, El Salvador ha sido catalogado como el país más feliz del mundo...

Nos hemos beneficiado que tratamos que los extranjeros no se sientan incómodos. Somos competitivos y agresivos. Hay una situación muy fuerte que no nos permite ser felices.

¿Para qué sirve el RSE en las comunidades entonces?

Son positivas. Algo aportarán, el problema es que se ponen en marca muchos programas que buscan cambiar el sentido más violento que lleva la sociedad, en el sector juventud. El problema es que no terminan de conectarse ni entre sí, ni en un proceso de cambio más profundo. Terminan siendo acciones desconectadas y dispersas.

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