Ayer fue un día de gran tristeza para todos quienes siguen de cerca la cobertura del narcotráfico en América Latina. Y ni qué decir para sus víctimas. El mayor capo-narco del mundo 'se escapó' por segunda vez de una cárcel de máxima seguridad (El Altiplano), en Almoloya de Juárez, Estado de México. Guzmán Loera fue detenido por primera vez en 1993, pero en 2001 se fugó de otro penal de máxima seguridad, el de Puente Grande, Jalisco.
Este 'señor de la muerte' se sabe que intentó refugiarse en Honduras. Pretendió montar sus corredores de negocio por el norte de Centroamérica. Se sabe (porque la prensa lo reportó) que estuvo en Argentina. Al menos pasó por dos provincias del país patagónico (hoy inundado de droga y permeado en su sistema político y judicial por las redes del narcotráfico).
Se conoció en Youtube un video adjudicado a uno de los nueve hijos de este 'señor de la muerte' donde el joven admite que su 'pa' reparte dinero en toda América Latina y 'saca y pone presidentes'.
Amenazas de los hijos de Guzmán Lorea a Peña Nieto
Y ayer.... ¿qué paso? 'Se escapó'. Ni en la ficción del 'Señor de los Cielos', el protagonista tiene tanta suerte como la que tiene el señor Guzmán.
Ante las ficciones, el espectador admite todo porque al final de cuentas es eso: ficción. Ante la realidad, la ciudadanía que ya no resiste más de dolor, no puede soportar una noticia como la de ayer.
Quizá es hora de decir: ¡basta!. Basta señor presidente Enrique Peña Nieto. Basta sistema político de México y los de toda América Latina que dejaron de hacer política como servicio público y empezaron a hacer política como servicio al narco.
Basta señores del sistema judicial que solo inclinan la balanza para el lado de la cocaína. Basta señores de las fuerzas de seguridad que se transformaron en enemigos del pueblo. Basta señores de la DEA, o ¿debemos creerle que ustedes están del lado de 'los buenos', solamente, como en las películas?
Quizá, cada día más, se vuelve imperioso pensar una forma diferente de acabar con este negocio del que nadie está dispuesto moralmente a renunciar. Si todos quieren vivir de él: pues entonces, compitan, paguen impuestos y tengan una red de distribución controlada por el Estado.
Los grandes centros de consumo (EE.UU., Europa) deben hacerse cargo también de la realidad que implica sus malos hábitos (o hábitos, simplemente... cada quien sabrá si les hace bien o mal).
Lo que resulta ya insportable es gastar vidas, horas de atención a discursos vanos y cínicos de los políticos y presupuestos públicos mal gastados en una guerra de la que nunca saldremos porque el poder que nos gobierna (en toda América Latina) no quiere salir de esta guerra.
Lo de ayer no fue un 'escape', fue un insulto.
