Claves del día

Elecciones Guatemala, el implacable voto de castigo

El triunfo de Jimmy Morales en primera vuelta no es el de la anti-política. Detrás de este fenómeno está una conducta electoral –y político racional– bien conocida y practicada por los votantes guatemaltecos: el voto de castigo unido al voto cruzado.

2015-09-07

Por Christian Calderón Cedillos*

Nadie hubiera podido predecir los resultados de primera vuelta en las elecciones presidenciales de este domingo en Guatemala. Tampoco nadie hubiera anticipado el fenómeno político en el que se convirtió Jimmy Morales, un comediante y novel candidato del partido Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación), casi inexistente en las intenciones de voto a principios de año, que se colocó en primer lugar, mientras que el candidato que encabezaba la mayoría de encuestas, más experimentado y habilidoso, -con casi la mitad de los votos a su favor en la última elección- Manuel Baldizón, acabaría relegado al tercero, según el 98 por ciento de los datos computados.

¿Qué explicaría este fenómeno, que puede muy bien ser de "temporada" según unos, o bien puede indicar las nuevas condiciones políticas que se abren a mediano -y seguramente largo- plazo en la sociedad guatemalteca?

Para algunos, Morales sería la versión local de la llamada antipolítica -voto por un outsider con discurso antipolítico- , no obstante, una lectura del proceso, muestra que su victoria no se explica totalmente por esta hipótesis.

Morales no era el único candidato con características "antipolíticas" en la actual elección -poco o nulo pasado político partidista, discurso contra los partidos y políticos tradicionales, estructura partidaria débil y poco financiamiento-. De hecho históricamente, ya se han dado candidaturas similares y por lo tanto no es algo nuevo en las elecciones guatemaltecas, (los legendarios curas Chemita y Padre Girón en los setenta y ochenta del siglo pasado o pastores evangélicos reconocidos como Harold Caballeros y la premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú en la última elección) sin mayor impacto electoral.

Sin embargo, hay un factor clave todavía poco comprendido y ponderado en los análisis tradicionales y que derrumba la visión aludida: la alta y acelerada politización de la ciudadanía guatemalteca en los últimos meses, resultado natural de las masivas manifestaciones contra la corrupción que se sucedieron de abril a agosto, contrario a la lógica de despolitización y anomia que supone la llamada antipolítica.

Si bien, la preferencia de Morales por parte del electorado, a primera vista reflejaría el rechazo de la clase política tradicional, en última instancia remite a un conducta electoral -y político racional- bien conocida y practicada por los votantes guatemaltecos: el voto de castigo unido al voto cruzado que se ha mantenido constante en todo el proceso eleccionario de la incipiente democracia guatemalteca.

¿Por qué Jimmy?

Los nuevos elementos presentes que habría que considerar, como la mayor participación política de la población joven, el estrechamiento de la brecha cultural entre los sectores capitalinos y de provincia, y el impacto de las redes sociales en la política, contribuirían a explicar las razones del triunfo del comediante.

Según los datos del padrón, estas elecciones descansan mayoritariamente en un electorado joven, casi el 50 por ciento de los electores tiene menos de 40 años, según estadísticas del Tribunal Supremo Electoral; de ellos la mitad tendría menos de 25 años, impacto que se incrementa además ya que son los que más acuden a votar.

De acuerdo con el sondeo que más se aproximó a los datos reales, publicado por el diario Prensa Libre tres días antes de las elecciones, el candidato del Frente contaba con el mayor nivel de aceptación en los sectores metropolitano (35.1%) y urbanos de provincia (38%). De hecho los datos finales lo corroboran: de los 22 departamentos que tiene Guatemala, además de la capital, Morales ganó en 15 de ellos que concentran el 70 por ciento del electorado, sufragio considerado por los análisis tradicionales como distinto al "voto urbano" que identifican sólo con la capital y que en datos duros representa el 23% del padrón.

Estas cifras muestran que esa distinción entre voto "urbano" y "rural", aunque presente aún, tiende a perder peso explicativo, cada vez más. Al respecto, un hecho inusitado en otras elecciones, como la organización comunitaria que se dio esta vez en zonas rurales para impedir el acarreo de votantes, demuestra que la sensibilización ciudadana ha impactado a nivel nacional y no es solamente un fenómeno de áreas urbanas.

Finalmente, el impacto de las redes sociales tiene efectos clave en los procesos electorales, que aumentaron en estas elecciones. Aunque no hay estudios significativos para el caso guatemalteco, es probable que su incidencia sea similar a la de otros medios de comunicación o a la de los sondeos de opinión, que se ha mostrado contribuyen a reforzar o potenciar conductas y actitudes presentes en el elector.

En resumen, el mayor peso del electorado joven -y politizado-, con más educación, urbanizado y con más acceso a las redes sociales- sumado al voto de castigo generalizado a la clase política convencional- tenderá a identificarse con las ofertas electorales que se acercan a esta ecuación, Morales sin duda, era el más cercano a este perfil.

Juego político con nuevas reglas

Con todo, cabe considerar en el proceso electoral de este domingo 6 de septiembre, además de los elementos ya señalados, la conducta de voto de castigo y voto cruzado presente desde hace tiempo en el comportamiento de los electores guatemaltecos, se potenció con la sensibilización de las protestas ciudadanas contra la corrupción de los últimos meses, las cuales tuvieron como resultado, contra todo pronóstico, una alta participación electoral (70%) en un clima de relativa estabilidad política.

En el balance, estas elecciones de septiembre de 2015 pasarán a la historia política guatemalteca como el inicio de un cambio profundo en las reglas del juego político.

Por un lado, para los partidos políticos y la clase política tradicional significan una derrota estratégica y una depuración de hecho de sus miembros más impresentables, en tanto para los que sobrevivan vendrá una recomposición obligada de sus estrategias políticas y prácticas habituales en clave más democrática, para mantenerse vivas políticamente o por lo menos a flote.

Para la ciudadanía, se abre un proceso creciente de participación directa en la política nacional con la convicción de que "la política importa" y que se pueden generar cambios actuando colectivamente y con métodos pacíficos.

Segunda vuelta

Con relación a la segunda vuelta electoral a llevarse a cabo el 25 de octubre, el próximo gobierno presidido por Morales o por Sandra Torres, quién quedó en segundo lugar -de mayor a menor probabilidad respectivamente-, una vez pasada la euforia electoral tendrá que aterrizar en un escenario de precariedad estatal, sobre todo en términos financieros; un parlamento fragmentado que implicará una dinámica de negociación política constante; un paquete de reformas pendientes en lo electoral y otros aspectos del aparato estatal como el servicio civil. Pero principalmente, gobernará con una ciudadanía vigilante y con poco margen de tolerancia a las prácticas tradicionales de la clase política.

Se reitera, -contrario a las abundantes Casandras del fatalismo- los resultados del domingo seis de septiembre reflejan una mayor politización y empoderamiento ciudadano de los guatemaltecos, en el camino hacia lo que el sociólogo centroamericano Edelberto Torres Rivas denominó alguna vez, de la democracia electoral a la democracia de ciudadanos.

*Sociólogo guatemalteco

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