01/05/2024
12:26 AM

Texas paga el precio de la prosperidad económica

  • 30 abril 2014 /

Entre 2010 y 2013, 1,3 millones de estadounidenses se mudaron a Texas motivados por las altas posibilidades de empleos y los bajos costos de vida.

Tegucigalpa, Honduras

Cientos de miles de estadounidenses llegaron a Texas en busca de un pedazo de la próspera economía de ese estado mientras el resto de Estados Unidos luchaba por recuperarse de la recesión.

Ahora, las mayores ciudades de Texas se encuentran con carreteras congestionadas, suministros de agua que apenas dan abasto y otras presiones que se han acumulado de la mano del desarrollo. Los políticos texanos, defensores de la idea de un Estado reducido y de los bajos impuestos a la que muchos atribuyen el éxito económico, se debaten ahora sobre cómo pagar el precio de su prosperidad.

Entre 2010 y 2013, 1,3 millones de estadounidenses se mudaron a Texas motivados por las altas posibilidades de empleos y los bajos costos de vida. Según la Oficina del Censo de EE.UU., ningún otro estado registró un influjo de personas más alto, La población texana excede hoy los 26 millones de habitantes y alcanzaría los 40 millones en 2050.

La mitad de las 10 ciudades de EE.UU. con los mayores aumentos de población en los 12 meses hasta el 1 de julio de 2010 estaba en Texas, según el Censo. Houston, la cuarta mayor ciudad del país, con 2,2 millones, atrajo 34.625 residentes y sólo fue superada por Nueva York. Austin sumó 25.395 personas y ahora tiene unos 843.000 habitantes, más que San Francisco.

Inmigrantes extranjeros, en su mayoría de México, también han contribuido al crecimiento del estado. El número de nacidos en otro país que vive en Texas se ha casi triplicado entre 1990 y 2012, para llegar a unos 4,3 millones y equivale a 16% de la población del estado, según la oficina del Censo de EE.UU. Muchos de los recién llegados se han asentado en las grandes ciudades, donde la proporción de extranjeros ha crecido sostenidamente en las últimas dos décadas, indican esos datos.

El enorme crecimiento de Texas es un motivo de orgullo para el gobernador republicano Rick Perry, quien se ha referido al “Milagro de Texas” como prueba de que los bajos impuestos y una regulación laxa generan empleo. Los texanos pagaron 7,5% de sus ingresos en impuestos estatales y locales en 2011, frente a 11,4% en California y 9,2% en Florida, según la Tax Foundation, una organización de estudio de impuestos.

Sin embargo, el tamaño y el ritmo del crecimiento demográfico representan un reto para las autoridades: cómo crear más infraestructura pública sin traicionar su filosofía de gobierno pequeño.

“Ya estamos estrujando nuestros sistemas de agua, luz, educación y carreteras”, dice Lloyd Potter, demógrafo del gobierno estatal. “Y seguirán estrujados a menos que invirtamos considerablemente”.

Perry cree que el modelo de impuestos y gastos bajos es sólido. “Ningún estado puede pavimentar su camino a la prosperidad con impuestos, pero leyes correctas pueden llevarte a él”, señaló en un discurso el mes pasado. Según su vocera, no hay planes de cambiar de rumbo en el futuro inmediato.

Texas gasta por residente menos que todos los estados con excepción de tres: Florida, Georgia y Arizona, según un análisis realizado por este periódico a partir de datos del estado recopilados por el Censo. Su gasto per cápita en carreteras en 2012 fue de alrededor de US$260 frente a unos US$300 en California.

Los legisladores y ciudadanos generalmente se oponen a subir los impuestos, pero muchos aceptan que hace falta encontrar una manera de financiar inversión adicional en carreteras y otra infraestructura pública.

Mientras muchos estados fueron golpeados duramente por la recesión, Texas casi salió ilesa. Su economía se contrajo apenas 0,5% en 2009, para luego crecer 4,1% en 2010, según el Bureau of Economic Analysis, una agencia del Departamento de Comercio.

Texas también se ha beneficiado de un renacimiento de los hidrocarburos alimentado por la fracturación hidráulica, aunque a la vez ha añadido empleos en construcción, tecnología y salud, dicen los economistas.

Las presiones para mantener su prosperidad, sin embargo, no han frenado el impulso económico. En los 12 meses hasta marzo, el estado sumó 310.000 empleos y tiene una tasa de desempleo de 5,5%, frente al promedio nacional de 6,7%.

En febrero, cuando Epico Software Corp. anunció que trasladaría su sede de California a Austin, el fabricante de software corporativo citó el “creciente talento tecnológico y el buen clima empresarial del estado”. De todos modos, el Departamento de Transporte de Texas estima que recibe US$5.000 millones menos al año del estado para satisfacer sus demandas de construcción y reparaciones de carreteras. El plan maestro de Texas para el agua estima que necesitará US$53.000 millones para atender sus necesidades de infraestructura para 2060. Alrededor de dos tercios del estado están actualmente en sequía.

Los electores de Texas aprobaron el año pasado la creación de un fondo para el agua de US$2.000 millones, y en noviembre se pronunciarán en las urnas sobre una propuesta para autorizar más de US$1.000 millones al año extra en inversión para el transporte.

HEB Grocery Co., una cadena de supermercados con más de 350 locales en Texas y México y que genera US$20.000 millones en ventas anuales, está tan frustrada con la gestión vehicular que sugiere un aumento del impuesto a la gasolina para financiar la construcción y mantenimiento, dice Ken Allen, un consultor que asesora a la empresa sobre temas de transporte. “Más impuestos nos costarán millones de dólares al año, pero el costo de la congestión es un impuesto escondido”, dice Allen. “En infraestructura estamos rezagados y cada año nos quedamos más atrás”.

Algunos legisladores se han declarado a favor de un alza en los impuestos y colocaciones de bonos, aunque advierten que el estado se está acercando peligrosamente a su límite de endeudamiento. Otros señalan que un aumento en los impuestos puede dañar el crecimiento del empleo y, en cambio, son partidarios de alianzas con el sector privado para construir carreteras con peajes.

“No puedo ir a ninguna parte sin avanzar a paso de tortuga”, dice Michelle Dahlenburg, una estudiante de maestría que en 2008 dejó Chicago por Austin