Claves del día

Trump conciliador en su discurso de victoria

El presidente electo, amante de los mítines masivos y combativos, da un primer mensaje moderado y optimista ante un grupo exclusivo de seguidores tras proclamarse ganador frente a Hillary Clinton en la victorias electoral más inesperada de la historia estadounidense.

2016-11-09



Por Univisión

El próximo presidente de Estados Unidos se subió a un escenario al filo de las tres de la mañana del miércoles para saludar a cientos de seguidores extasiados que aún no podían creer lo sucedido.

Donald Trump acababa de dar una de las mayores sorpresas políticas en la historia del país al ganar a Hillary Clinton contra el pronóstico de todas las encuestas.

Las banderas de los 50 estados y las de la Unión aportaban el telón de fondo en una sala del hotel New York Hilton Midtown y sonaba la música épica de la película Air Force One. Le acompañaba su familia, con su hijo menor de 10 años Barron a su izquierda y el vicepresidente electo, Mike Pence, a su derecha.

Millones de estadounidenses seguían en vela y acababan de conocer la noticia de que Pennsylvania era adjudicada para el republicano, lo que le permitía superar la cifra mágica de 270 votos electorales. Minutos antes, el presidente de la campaña demócrata, John Podesta, había anunciado que la candidata no haría una aparición pública.

Trump pidió perdón por la larga espera y anunció que Clinton le acababa de llamar para felicitarle por la victoria. El republicano dijo que el país le debe a Clinton 'su gran servicio'.

Un Trump que sonaba agotado pero sereno, leyó del teleprompter un discurso optimista que contrastó con la oscuridad y hostilidad de su campaña. En su alocución de poco más de cinco minutos prometió gobernar para todos y traer trabajos para los estadounidenses. También incluyó referencias al nacionalismo que le ha elevado al éxito. 'América no se conformará con nada que no sea lo mejor'.

La fiesta parecía haber sido preparada para un perdedor. El amante de los mítines masivos y el contacto con el pueblo había convocado una exclusiva fiesta a la que solo unas 500 personas pudieron acceder por invitación. Muchos eran empleados, voluntarios de la campaña y sus familiares.

La sala era mucho menor al gigantesco centro de convenciones Jacob Javits donde Clinton tenía previsto dirigirse a los suyos, a solo 2.2 millas en la misma isla de Manhattan. La campaña de la demócrata había preparado fuegos artificiales que quedaron sin usar. La campaña de Trump ofreció a los asistentes bebidas alcohólicas, previo pago.

El hotel se encuentra a solo dos cuadras de su casa, el ático de la Torre Trump en la Quinta Avenida, lo que hizo pensar a muchos que el republicano estaba pensando en retirarse rápidamente tras su derrota.

Incluso en la mañana el republicano pareció dar a entender en una entrevista que la derrota no le parecía un desenlace tan malo. Trump dijo que volvería a tener ' unas largas y muy estupendas vacaciones'.

A lo largo de la noche pocos podían creerse lo que estaba pasando. Seguían en las pantallas de televisión sintonizadas en el canal conservador Fox News las buenas noticias con sus tragos en mano. Ni siquiera este canal amigo de Trump había previsto su triunfo en las proyecciones previas a la noche electoral.

'Creo que va a ganar, va a ganar', decía un seguidor incrédulo muy temprano en la noche cuando empezaban a sonar las primeras señales de alarma para Clinton, un conteo muy ajustado en Virginia, donde ella había arrasado en casi todas las encuestas, y una ligera ventaja de Trump en Florida y Carolina del Norte.

Horas más tarde el alcohol y la felicidad dominaban en el ambiente. Los más jóvenes empleados y voluntarios de la campaña, ataviados con la emblemática gorra roja del candidato, se abrazaban y cantaban deshinibidos.

'Aún no me lo creo', decía John Pence, el sobrino del vicepresidente electo, felicitado por familiares, amigos y empleados de la campaña.

En el escenario en el evento de la victoria a Trump también le acompañó buena parte de su equipo y asesores cercanos, su jefa de campaña Kellyanne Conway, el senador de Alabama Jeff Sessions, el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, el gobernador de Nueva Jersey Chris Christie y el neurocirujano Ben Carson.

Al final hizo una mención especial al presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus, uno de los pocos líderes republicanos que le apoyó incluso en los peores momentos.

Abucheado

Trump había pasado el día en su ático de la Torre Trump. Votó en una escuela cercana, en el oeste de la isla. Los vecinos que a esa hora esperaban en una larga cola para votar le recibieron con fuertes abucheos y algunos vítores cuando se bajó del auto acompañado de su esposa Melania y su hija Ivanka. Trump saludó sonriente al entrar y salir del precinto. Como si en la calle estuvieran ovacionándole, bajó la ventanilla, alzó el brazo y siguió saludando.

El republicano pasó el resto del día parapetado en su rascacielos protegido por un muro de camiones de escombros que la municipalidad ordenó parquear a lo largo de la Quinta Avenida. Trump llevaba días sometido a una extenuante agenda, con cuatro y cinco mítines diarios. En su último evento de campaña en Grand Rapids, Michigan, Trump había pronunciado sus últimas palabras en el podio electoral.

'Estamos solo a horas de un cambio que solo ocurre una vez en la vida', le dijo a sus seguidores allá en un discurso que comenzó media hora después de la medianoche. 'Hoy es nuestro Día de la Independencia, el día que la clase obrera estadounidense va a devolver el golpe, por fin'.
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El republicano necesitaba casi un milagro para ganar esta noche. Las encuestas y los datos de voto temprano auguraban su derrota. Pero algo debió fallar en los sondeos. Trump y los suyos avisaban que Trump no era un candidato normal y que las encuestas no estaban midiendo un voto oculto, supuestamente avergonzado de confesar su apoyo a un candidato con tan mala reputación. Pero pocos expertos creían esa teoría.

Tampoco lo creía nadie en el pequeño salón de eventos del Hilton Midtwon de Nueva York, donde muchos se fueron a casa para procesar una victoria para la que no se habían preparado.

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