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Análisis: EE.UU. e Irán llevan el riesgo de una guerra nuclear a su 'punto máximo'

La tensión entre ambos países, que se agravó después del asesinato del general Qassem Soleimani ordenado por el presidente Trump, necesita de mediadores que la reduzcan.

2020-01-11

Por Andreas Kluth, miembro del consejo editorial de Bloomberg

Han pasado 75 años desde la incineración de Hiroshima y Nagasaki, y 50 años desde que entró en vigor el Tratado de no Proliferación Nuclear. Sin embargo, el mundo está hoy en mayor peligro de una guerra nuclear que en cualquier otro momento de la historia desde la crisis de los misiles en Cuba.

En su confrontación con Estados Unidos, Irán parece empeñado en obtener armas nucleares, y podría lograrlo dentro de un año. Si lo logra, Arabia Saudita y Turquía seguramente seguirán su ejemplo. Israel ya está armado y Asia tiene varios puntos críticos nucleares.

En el escenario más aterrador, en cualquier momento las bombas podrían caer en manos de terroristas u otros grupos 'no estatales' contra los cuales es difícil tomar represalias y, por lo tanto, disuadirlos.

Para frenar esta proliferación de armas nucleares, el mundo todavía se basa principalmente en el Tratado de no Proliferación Nuclear, conocido como TNP, que cuenta con 191 signatarios. Cada cinco años, diplomáticos se reúnen para una conferencia de revisión (RevCon), y la próxima, en Nueva York, comienza en abril. Las expectativas son bajas y los temores, altos. Si los diplomáticos y el público leyeran sobre la teoría de juegos, su temor aumentaría.

Cuando el tratado fue negociado en la década de los sesenta, tenía como objetivo ser una 'gran ganga'. Los cinco países que ya tenían armas nucleares (EU, la Unión Soviética, Reino Unido, Francia y China) las mantendrían, pero se comprometían a trabajar para eliminarlas. Todos los demás signatarios renunciarían a las armas nucleares a cambio de apoyo de los cinco en el uso de tecnología nuclear civil como fuente de energía (Israel, Pakistán, India y Sudán del Sur nunca firmaron, y Corea del norte se retiró).

¿El tratado ha sido exitoso? Sus defensores afirman que sin este, aún más naciones tendrían armas nucleares en la actualidad. Los escépticos temen que el acuerdo requiere de un 'líder supremo benevolente', es decir Estados Unidos, que vigile su cumplimiento, pero bajo el presidente Donald Trump, esa benevolencia creíble y predecible desapareció.

Si los aliados, por ejemplo, Japón, Corea del Sur o Taiwán, ya no pueden estar absolutamente seguros de que EU tomará represalias en su nombre contra un ataque nuclear en su contra, digamos, de Corea del Norte o China, ¿qué es lo que les impide querer desarrollar armas nucleares? Y, ¿qué es lo que impide que otros adversarios hagan lo mismo como forma de prevenirse contra una agresión?

Ahí es donde entra en juego la teoría de juegos. Es una rama de las matemáticas que se ha utilizado desde la década de los sesenta en escenarios nucleares. Los juegos iniciales incluían clásicos simples como el 'juego de la gallina' y 'el dilema del prisionero'. Una idea inquietante es que, dependiendo del juego, incluso los jugadores racionales que actúan racionalmente pueden terminar en situaciones que son desastrosas para todos.

Cuando se analiza con la teoría de juegos, el TNP parece una idea terrible. El problema es que todavía permite que países de todas las regiones obtengan tecnología nuclear de nivel básico para uso civil. Sin embargo, una vez que un país como Irán aprende a construir un reactor nuclear, enriqueciendo uranio, solo hay que dar un pequeño paso para fabricar bombas. Eso a su vez obliga a los adversarios a correr hacia el mismo punto. El resultado es una 'carrera armamentista blanda' como la que vive Medio Oriente.

La teoría de juegos también ofrece muchas razones para preocuparse una vez que las carreras armamentistas blandas se vuelven difíciles. Eso se debe a que el mundo se ha vuelto más complejo desde la Guerra Fría. En aquel entonces, EU. y la Unión Soviética utilizaron la teoría de juegos para encontrar una estrategia estable a fin de evitar lo peor: la destrucción mutua asegurada.

Ello se basaba en varios supuestos. Ambas partes, por ejemplo, deben poder tomar represalias incluso después de ser atacados, razón por la cual EU, Rusia y ahora también China, están tan interesados ​​en poder desplegar elementos y fuerzas desde tierra, mar, aire o incluso desde el espacio.

Según los estándares actuales, estos viejos juegos son irrisoriamente simples. Solo contaban con dos actores, que se asumía eran 'racionales', una conjetura que pocas personas pueden hacer hoy en día sobre algunos líderes mundiales actuales. Peor aún, el número de actores involucrados sigue creciendo, al igual que las nuevas versiones de nuevas armas, como pequeños misiles para usos tácticos o misiles hipersónicos que no dan al adversario tiempo para sopesar respuestas. Esto genera un espectacular aumento en las decisiones o respuestas posibles o, peor, errores de cálculo. Las operaciones se complican rápidamente, más allá de las capacidades normales humanas.

Los juegos incluyen, por ejemplo, estrategias perfectamente racionales pero peligrosas como la política arriesgada, cuando actores deliberadamente permiten que la situación se salga un poco de control solo para que sea intolerable para la parte oponente. El problema es que dichas situaciones, como las escaramuzas del año pasado entre India y Pakistán -ambos poderes nucleares-, pueden no solo salirse un poco de control, sino descontrolarse totalmente.

Otra estrategia difícil es la adopción de postura, es decir decepcionar a los adversarios sobre nuestro propio apetito de riesgo (como cuando Trump tuitea sobre 'fuego y furia'). Algunos juegos también incluyen, de manera muy realista, a un actor caótico como la naturaleza. Esto se conoce comúnmente bajo la frase 'son cosas que pasan' (o shit happens, en inglés).

Sin embargo, la teoría de juegos también ofrece una luz de esperanza. Un gran problema, en los juegos y en la realidad, es que los actores no conocen o malinterpretan fácilmente las intensiones de sus adversarios. Esto se puede arreglar agregando a un mediador, un asesor de confianza, que entregue y retenga de manera selectiva información a los enemigos, introduciendo a la vez estrategias como la 'minimización del remordimiento'.

Entonces debe iniciarse la búsqueda de dichos mediadores, idealmente a tiempo para la RevCon de abril. La mediación también podría beneficiar a EU, Rusia y China. Los primeros dos descartaron informalmente un tratado de control de armas en 2019 y parecen indiferentes ante la posibilidad de rescatar el único que queda, llamado Nuevo START, que expira en un año. China, enfocada más en poder y destino que en supervivencia, potencia su arsenal para alcanzar a estadounidenses y rusos.

Todos los involucrados necesitan entender que una guerra nuclear no es un juego.


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