Claves del día

El efecto Trump

¿Por qué grandes segmentos de estadounidenses se sienten perdedores, a medida que los Estados Unidos dejó de ser una economía continental para transformarse en una economía globalizada? Hay que estudiar seis décadas para conocer el fenómeno que llegó en 2016. El profesor de Incae, Arturo Cruz, lo explicará en Honduras el 30 y 31 de mayo.

2017-05-28

Por: A.J. Cruz S*

En este artículo realizo un recorrido por la evolución de la economía y de la sociedad estadounidenses durante las últimas seis décadas, con el fin de resaltar por qué grandes segmentos de sus ciudadanos se sienten perdedores, a medida que los Estados Unidos dejó de ser una economía continental para transformarse en una economía globalizada.

Solamente sobre la base de este recorrido es que podemos apreciar en su dimensión cabal, las tres líneas más contundentes del discurso de toma de posesión de D. Trump, del pasado 20 de enero, cuando sentenció:

"Por décadas hemos enriquecido a las industrias extranjeras

a costa de nuestras industrias, y hemos subsidiados a los ejércitos de otros países,

mientras hemos permitido que nuestro propio ejército se debilite".

En estas tres líneas, D. Trump resumió las emociones de sus seguidores y las de muchos de sus compatriotas que no votaron por él, prometiéndoles implícitamente regresar a la economía continental de mediados del siglo XX, lo cual si bien es cierto no será factible, en el intento, producirá temblores de diferentes magnitudes, con consecuencias para el mundo entero, pero, sobre todo, para aquellas regiones más integradas a la economía de mayor peso mundial.

El profesor pleno de Incae, Arturo Cruz, explicará todo esto al autorio hondureño los próximos 30 y 31 de mayo (San Pedro Sula y Tegucigalpa, hotel Intercontinental), por un precio en promoción entrada y suscripción a revista E&N en papel por un año, por un precio de US$50, y US$ la entrada y suscripción anual a revista en digital. El evento es patrocinado por Lafise.

Foto: Estrategia y Negocios

Arturo Cruz

La clase media de cuello azul

Uno de los principales éxitos del experimento estadounidense fue el surgimiento de una inmensa clase media de cuello azul, con niveles de educación básicos, cuyos ingresos, sin embargo, se asemejaban a los de los ingenieros y egresados de las universidades.

En parte lo dicho fue posible gracias a la línea Taylor, la cual simplificó procesos complejos de producción sobre la base de multiplicarlos en pequeñas tareas, lo que facilitó, por ejemplo, la integración de individuos con poco entrenamiento o con bajos niveles de educación a la línea de ensamble de la industria automotriz en Detroit.

A mediados del siglo XX los Estados Unidos generaban la mitad del PIB mundial, constituyendo con sus 50 estados una economía continental, de tal manera que el valor de sus exportaciones e importaciones como proporción de su producto apenas sumaban 8%. En esos años, las manufacturas representaban 1/3 de su economía y generaban el 32% de los empleos totales.

A pesar de ser una economía relativamente cerrada, en 1948 los EE.UU. acaparaban la mayor parte de las exportaciones e importaciones de mercancías mundiales; en contraste las estadísticas en este rubro de Alemania y Japón eran raquíticas, como consecuencia de que estos países todavía estaban postrados económicamente como consecuencia de la Segunda Mundial.

En 1973 los EE.UU. continuaban siendo el principal exportador e importador del mundo, aunque de modo disminuido por el lado de las exportaciones. Los porcentajes de Alemania y Japón con respecto al comercio mundial aumentaron de manera notable entre 1948 y 1973, y continuaron in crescendo hasta 1993. Mientras tanto los números de China, en términos relativos, eran insignificantes, aunque en ascenso a partir de los años 90.

Cuadro 1. Exportaciones e importaciones FOB

como % del total de mercancías mundiales.

1948

1973

1993

Exportaciones

Importaciones

Exportaciones

Importaciones

Exportaciones

Importaciones

EEUU

21.7%

13.0%

12.3%

12.3%

12.6%

15.9%

Alemania

1.4%

2.2%

11.7%

9.2%

10.3%

7.9%

Japón

0.4%

1.1%

6.4%

6.5%

9.8%

6.4%

China

0.9%

0.6%

1.0%

0.9%

2.5%

2.7%

Fuente: WTO, International Trade Statistics 2015.

Los primeros reclamos de que el mundo

se aprovecha de Estados Unidos

En 1971 Estados Unidos registró su primer déficit comercial en 83 años, dos mil millones de dólares, y este monto ascendió a 20 mil millones de USD en 1980, la mitad del cual, se le atribuyó a Japón. Y, a pesar de los Acuerdos de Plaza en septiembre de 1985, según los cuales Alemania y Japón acordaron reevaluar sus monedas vis `a vis el USD, y a cumplir con "restricciones voluntarias" en las ventas de autos al mercado de Estados Unidos, los déficits comerciales persistieron.

En el segundo quinquenio de los años 80, el déficit de EE.UU. con Japón registró un promedio anual por encima de los 50 mil millones de dólares, y no fue sino hasta 1990, cuando el déficit con este país asiático finalmente se redujo a 41 mil millones, para volver a subir a 65 mil millones de dólares en 1994.

La explicación de semejante desbalance, sobre todo entre los miembros del Partido Demócrata, se basaba en los excesivos gastos militares durante las dos administraciones de R. Reagan, cuando las asignaciones a la defensa de los EE.UU., y, por extensión, a la de sus aliados, se mantuvieron en un promedio anual del 6% de su PIB, lo cual contribuyó a magnificar los déficits fiscales de esos años; mientras tanto, los gastos militares de Alemania y Japón, ni remotamente se acercaban al 2 %, tal como lo estipulan los mandatos de OTAN, permitiéndole a estos países invertir el grueso de sus recursos en fortalecer sus economías y en mejorar sus ventajas competitivas.

Los déficits comerciales aumentan y los empleos

en manufacturas disminuyen

En las vísperas del gobierno de B. Clinton, EE.UU. generaba 25% del PIB mundial (su promedio a lo largo del siglo XX), el valor de sus exportaciones e importaciones representaban 24% de su producto, muy por encima del 8% de los años 50, y los empleos en manufacturas habían declinado a un 17% del total. Más aún, la productividad total de factores, venía creciendo desde 1970 solamente a 1/3 de la tasa promedio registrada entre 1920 y 1970, restándole competitividad a los productos (o a algunas de sus partes) elaborados en los EE.UU.

Los temas de productividad, como los de la erosión en el sector manufacturero, provocó interés en los círculos académicos estadounidenses, de tal modo que economistas como J. Sachs junto con H. Shatz, en su trabajo publicado por Brookings en 1994, establecieron un vínculo entre la internacionalización de la economía de Estados Unidos (sin menoscabo de otros factores como las innovaciones tecnológicas) y las pérdidas de empleos en el sector industrial.

Las importaciones de manufacturas de los EE.UU. pasaron de 120 mil millones de dólares en 1978 a 407 mil millones de dólares en 1990, la mayor parte de las cuales todavía se originaban en países desarrollados. Para entonces, Sachs y Shatz, resaltaban las importaciones de manufacturas provenientes de México, las que habían pasado en el lapso de tiempo indicado de 3 mil millones de dólares a 21 mil millones de dólares (anterior a la ratificación de Nafta); mientras, las importaciones de manufacturas chinas pasaron en el mismo lapso de tiempo, de 230 millones de dólares, a casi 14 mil millones de dólares.

En el período 1950-1978 el empleo en manufacturas creció a un promedio anual del 1,1%, por debajo del crecimiento del empleo global con un promedio anual del 2,4% (excluyendo el sector agrícola), pero en términos absolutos, los empleos en manufacturas aumentaron en 5.3 millones. Sin embargo, entre 1979 y 1990, cuando las importaciones de manufacturas aumentaron notablemente, Estados Unidos perdió en este sector 1.4 millones de trabajos, aunque, según Sachs y Shatz, si los empleos en este sector hubiesen crecido al ritmo de 1950-1978, en vez de perder empleos, Estados Unidos hubiese sumado 1.7 millones de trabajos a las actividades en manufacturas.

El argumento de Peter Drucker

La última década del Siglo XX fue un paréntesis de optimismo económico entre los estadounidenses, y con el colapso de la URSS, EE.UU. gozó de su momento unipolar, ofreciéndole a sus nacionales un sentido de seguridad militar pleno por primera vez desde los inicios de la Guerra Fría.

En cinco de sus ocho años, el gobierno de B. Clinton obtuvo superávits fiscales, lo que le permitió reducir la deuda federal en manos privadas en 15 puntos del producto. Durante este periodo, los gastos militares los compactaron a un promedio anual de tres puntos del PIB, y los precios del petróleo cayeron a sus niveles más bajos desde 1946. La economía creció por arriba del 4% durante un quinquenio, y el desempleo se ubicó por debajo del 4% de su población económicamente activa, sin afectar la estabilidad en los precios.

Durante estos años, P. Drucker, popularizó los conceptos de vieja y nueva economía, asociando

las actividades de las manufacturas con la primera, y las del conocimiento con la segunda. Y si bien es cierto, él reconocía que los cambios en los modos económicos son más veloces que los ajustes sociales, lo cual provoca desempleo y pérdida en los estándares de vida de aquellos incapaces de reinventarse, Drucker, miraba como normal e inevitable que las actividades en manufacturas emigrasen a otros países, sobre todo, a los de mayor desarrollo en el Tercer Mundo.

Según Drucker, los trabajos del futuro, los de la nueva economía, serían prácticamente exclusividad de los más avanzados tecnológicamente, como Estados Unidos, con las mejores universidades y centros de investigación en el mundo.

¿Los trabajos de la nueva economía?

A pesar de este paréntesis de optimismo, durante los ocho años de B. Clinton, la agenda comercial de EE.UU. se limitó a ratificar el acuerdo de Nafta (el cual fue heredado de G.H. Bush), y a proceder con la aprobación de un acuerdo comercial con Israel.

Entre el 15 de abril de 1994 y el 6 de agosto del 2002, el Congreso de EE.UU. no aprobó Trade Promotion Authority (TPA), y la administración de B. Clinton tampoco mostró entusiasmo por obtener esta autorización, sin la cual, el Ejecutivo no puede iniciar negociaciones formales con otros países para concluir acuerdos de libre comercio.

En el 2002, las manufacturas de los EE.UU. representaban el 12% del total de los empleos, y los desplazados de este sector, en su gran mayoría, carecían de la educación para integrarse a la nueva economía. ¿Qué hacer entonces con los perdedores? Casi todos pertenecían a esa clase media de cuello azul, la cual se venía erosionando a partir de finales de los años 70, y cuyas nuevas ocupaciones no generaban los ingresos de otrora, para no mencionar seguro médico, entre otras prestaciones propias de los "años felices", cuando sus ciudadanos consumían los productos manufacturados en los Estados Unidos de principio a fin.

Más aún, según M. Spence, Premio Nobel en Economía, los empleos que se han generado en años recientes en Estados Unidos, en su mayoría son en "productos y servicios no transables", con salarios por debajo de los del sector manufacturero, incluyendo los de las industrias de textiles y vestimentas. Por su parte, muchos de los empleos de la nueva economía -- diseños y manufacturas de semiconductores, farmacéuticos, servicios de tecnología y servicios de ingeniería, entre otros -- o han emigrado o nacieron en las 13 economías emergentes de mayor dinamismo, con tasas de crecimiento promedio del 7% durante los últimos 25 años, y las cuales han desarrollado sus propios centros de excelencia académica y científica.

Los votantes de Trump

Los empleos en manufacturas en Estados Unidos han continuado en declive, con estimados que apenas los ubican en 7% como proporción del total. Durante la campaña presidencial del 2016 tanto D. Trump como B. Sanders, coincidieron en la necesidad de proteger los empleos de la vieja economía, y culparon a su establishment empresarial y político, de haber negociado con otros países arreglos comerciales que no tomaron en cuenta los intereses de la clase media de cuello azul; y también, coincidieron en representar a Hillary Clinton como una de las figuras principales de ese establishment, cada vez más globalizado, sin sentido de identidad nacional y, por lo tanto, sin sentido de solidaridad con el bienestar de sus connacionales.

D. Trump obtuvo la presidencia de EE.UU. con 304 votos electorales (34 por encima de los 270 requeridos), entre los que se destacaron tres estados que se han visto particularmente afectados por la erosión de la clase media de cuello azul, y cuyos ciudadanos, por lo general, de manera contundente, han votado regularmente por el candidato presidencial de los Demócratas.

Cuadro 2. Los márgenes de victoria en el voto popular de D. Trump

en Pensilvania, Michigan, Wisconsin.

Estado

# votos electorales

Margen de victoria del voto popular

Pensilvania

20

42.292

Michigan

10

10.704

Wisconsin

16

22.478

Fuente: Federal Election Commission. Official 2016 Presidential General Election Results.

Como se puede apreciar en el cuadro 2, los márgenes del voto popular que le dieron la victoria a Trump en estos tres estados, fueron estrechos, lo que no le debe restar significado a su victoria, ya que el cambio de votos de Demócratas a favor del candidato Republicano fue de cientos de miles. Es evidente que sin estos 46 votos electorales la victoria de Trump no hubiese sido posible; y era por esto que la mayoría de los analistas no concebían una victoria de Trump, puesto que estos tres estados son parte de la celebrada "muralla azul", expresión que se refiere a esos estados que consistentemente votan por los Demócratas desde 1992.

Los villanos principales en el "nuevo mundo"

del presidente Trump

En este nuevo mundo del presidente Trump, el cual en realidad es un intento de regresar al viejo esquema, es decir, a los EE.UU. de la economía continental de mediados del siglo pasado, el villano principal en el área comercial ahora es China, cuyas exportaciones como porcentaje del total mundial en el 2014 alcanzaron 12,7% (2,5% en 1993), por encima del 8,8% de Estados Unidos y del 8,2% de Alemania, y cuyo superávit comercial con EEUU en el 2016 se acercó a los 350 mil millones de dólares.

Cuadro 3. Intercambio comercial de mercancías 2016

entre Estados Unidos, China, México y Alemania.

(En miles de millones de USD)

--

Exportaciones

Importaciones

Balance

Con China

115.7

462.8

-347.0

Con México

231.0

294.1

-63.1

Con Alemania

49.4

114.3

-64.9

Fuente: US Census Bureau

Y aunque Estados Unidos incurre en un déficit comercial con Alemania por encima del que registra con su vecino del sur, el segundo villano es México, en parte porque su volumen de actividad comercial con los Estados Unidos es mucho mayor que el de Alemania, pero también porque muchas de las empresas norteamericanas, aprovechando Nafta, han trasladado todas sus operaciones, o partes de las misma a México. Pero, sobre todo, porque México ofrece una ventaja adicional, y es que su gente, mejor que cualquier otra nacionalidad, simboliza el malestar de los votantes de D. Trump con el tema migratorio.

Entre 1965 y 2015, según el Pew Research Center, los Estados Unidos recibió a 58.5 millones de inmigrantes (de los cuales se estima que 11 millones son ilegales), una suerte de tsunami si se les compara a otras dos grandes olas de inmigraciones, la de 1840-1889, cuando llegaron 14.3 millones, casi todos del norte de Europa, y la de 1890-1919, con 18.3 millones, en su mayoría del sur y del este de Europa. Notablemente, en el tsunami de 1965-2015, solamente siete millones son de origen europeo y el resto reflejan el mosaico de nacionalidades que se han fincado en los EE.UU., destacándose los 16.3 millones de origen mexicano, seguidos por 3.2 millones de China, y 2.7 millones de la India. En el periodo de la tercera ola, la población de EE.UU. pasó de 193 a 324 millones de habitantes, y la mayor parte de este incremento (55%), son inmigrantes y sus descendientes.

America First

No hay duda de que en los Estados Unidos, la globalización y la aplicación de nuevas tecnologías produjeron perdedores, como ocurre con los ciclos de "destrucción creativa", los cuales inevitablemente conllevan dislocaciones sociales, pero al final, producen nuevas generaciones, tecnológicamente más aptas, mejor educadas, y más cosmopolitas en su visión del mundo.

El problema cuando cohabitan perdedores y ganadores reside en el tránsito, siendo los perdedores, o los que se perciben como tales, aquella mayoría social que no tiene las destrezas para operar en la nueva economía, cuyas únicas opciones son los trabajos de salario mínimo y que, además, cree que tiene derecho a los trabajos de otrora, a los que han emigrado a Asia y a América Latina, a esos trabajos que les pertenecieron a sus abuelos y a sus padres, cuando solo se requería a high school diploma para pertenecer a la clase media de cuello azul.

De aquí la propuesta de America First del presidente Trump de producir casi todo en los EE.UU., independientemente de ventajas comparativas y de lo que los ciudadanos y las empresas del mundo les puedan ofrecer.

Esta propuesta del presidente D. Trump de regresar los Estados Unidos a la economía continental de mediados del siglo XX y desprenderse de la economía globalizada del siglo XXI, no deja de ser una propuesta atrevida, pero inviable, lo que no significa, tal como señalé al inicio de este artículo, que no lo intentará.

En la sociedad estadounidense siempre han existido importantes segmentos que han optado por el aislacionismo, enfatizando sus actividades económicas dentro de sus 50 estados, y han rechazado la formación de alianzas con otras naciones, o de formar parte de organismos internacionales proponiendo más bien una suerte de Fortress America, militarmente fuerte pero renuente a desplazar tropas a otros lares (a menos que sea para protegerse de una amenaza a su integridad continental), prefiriendo observar desde la distancia, sin ataduras con nadie, los trastornos de un mundo irredento, con formas de gobierno que nunca se podrán asemejar a la democracia de los Estados Unidos.

Este sentimiento aislacionista, enlazado a la convicción expresada en el discurso de toma de posesión del presidente Trump, de un Estados Unidos "victimizado" por el mundo y vulnerable a los ataques del terrorismo internacional, además de la aritmética del Colegio Electoral y la pretensión del presidente Trump de un segundo mandato en el 2021, inevitablemente llevarán a su administración a poner en practica muchas de las medidas ofrecidas en la campaña electoral.

¿Centroamérica?

Los países de Centroamérica, sobre todo los del Triángulo Norte, se verán afectados por las medidas propuestas por la administración Trump, las que tendrán incidencia en el comercio de la región, en los flujos de inversión extranjera directa, en las actividades de las zonas francas, en los flujos de remesas, en los niveles de cooperación externa, en la capacidad de estos países de sostener tasas de crecimiento económico, hasta ahora insuficientes en cuanto a la generación de empleos formales, lo que ha acentuado sus inmensos problemas con el crimen transnacional y la seguridad de sus ciudadanos. La presión a emigrar a los Estados Unidos será mayor de lo que ha sido en décadas recientes, pero sin la válvula de escape de encontrar trabajo en el norte, lo que hará todavía más difícil la gobernanza democrática, con sistemas politicos débiles, carentes de legitimidad social, de organización y de recursos para administrar las consecuencias propias de todo lo dicho.

Un escenario como este, es lo que precisamente refuerza el argumento entre los seguidores del presidente Trump, de Fortress America, de la construcción del muro en su frontera con México, aun cuando México se vea obligado a contener a los centroamericanos en su frontera con Guatemala.

¿Cuáles serían, entonces, las otras opciones estratégicas para los países de la región? ¿La Federación Rusa? Al menos por ahora no, con tasas de crecimiento en años recientes o raquíticas o negativas, de tal manera que su PIB se ha reducido de 2.2 TUSD en 2012, a 1.3 TUSD en el 2016, lo que ubica a Rusia con un producto por debajo del de Brasil, y equivalente a menos del 7% del PIB de los Estados Unidos.

En el 2014 el presidente Obama clasificó a Rusia como un "poder regional", lo que en términos económicos es cierto, inclusive en términos militares convencionales, pero que ha compensado debilidades objetivas con un liderazgo efectivo y atrevido, que ha sabido sacarles provecho a su diplomacia y a sus modestos recursos convencionales en el orden militar. Sin embargo, como opción económica, Rusia no es una opción estratégica para la región.

Una opción más interesante es China, la segunda economía más grande del mundo, y la cual está en medio de un proceso de pasar de un patrón de crecimiento de inversión intensiva, a uno, en el que el consumo de sus ciudadanos es cada vez más relevante para su crecimiento económico. El impacto de este giro en los precios de commodities como el cobre, hierro, y otros minerales, no es favorable, como lo hemos podido apreciar en años recientes, producto de la disminución en sus tasas de inversión, lo que ha perjudicado a los países de América del Sur; pero este nuevo patrón a favor del consumo de sus habitantes, puede representar más demanda para los productos agropecuarios de Centroamérica e, inclusive, si se preserva Cafta sin modificaciones en la regla de origen, Centroamérica, como plataforma exportadora a los Estados Unidos, se puede convertir en receptora de inversiones chinas.

Pero China ha demostrado ser poco receptiva a las manufacturas de otros países, y en este aspecto como en tantos otros, tampoco se puede comparar a los Estados Unidos.

Para la mayoría de las naciones, y particularmente para Centroamérica, Estados Unidos es la "nación indispensable", con la que hay que continuar profundizando relaciones, reconociendo la multitud de intereses que componen su economía, la diversidad de su sociedad civil, y la separación de sus poderes. Esta riqueza de intereses e instituciones, son el contrapeso a las iniciativas más duras de la nueva administración, pero va a ser inevitable que la región, tal como lo señalé al inicio del artículo, no se vea perjudicada por el "efecto Trump". Las preguntas son: ¿Cuán severos serán los temblores?; ¿Cuánto durarán?

*Profesor Pleno del INCAE

Foto: Estrategia y Negocios

12 ejemplares al año por $75

SUSCRIBIRSE