Sus fundadores, Max Olano y Pablo Tesak, instalaron la entonces microempresa en un pequeño garaje en la colonia Mugdan, en San Salvador. Ahí, junto con dos colaboradores, comenzaron con la producción artesanal de boquitas y dulces. Arrancaron vendiendo productos de calidad envasados en bolsas genéricas, luego, bautizaron su marca como Diana, se cree que inspirados por una estatuilla de la diosa romana.
Los emprendedores idearon un sencillo dispensario para colgar las bolsas de snacks en las tiendas, que aún se mantiene (mucho más moderno), lo cual les permitió destacar sus productos en el punto de venta. En 1958, la marca se regionalizó, llegando a Honduras, Guatemala, Belice, Nicaragua y Costa Rica, y en 1978, entró al mercado estadounidense.
Ahora cuenta con 14 distribuidoras propias y 4.500 empleados en la región. Con un portafolio de más de 60 productos y diferentes tamaños, Diana ofrece 260 opciones para el consumidor "tenemos un producto para cada miembro de la familia, para cada ocasión de consumo y para satisfacer muchos antojos", dicen sus voceros.