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Emilio Velis, el salvadoreño que apuesta a la tecnología para salvar vidas

Retomamos esta nota sobre Emilio Velis, salvadoreño y premio MIT, un innovador que ganó en 2015 el premio Innovadores menores de 35 del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), gracias a la creación de un prototipo pionero en prevención de desastres. Hasta el 26 de agosto se abren nuevas postulaciones.

2016-03-17

Por: Gabriela Origlia - estrategiaynegocios.net

"Estamos enamorados de la tecnología y a veces no sabemos para qué sirve". El concepto -aunque para muchos suene a paradoja- es de uno de los ganadores del premio Innovadores menores de 35 otorgado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el salvadoreño Emilio Velis. Logró el galardón por la creación de un prototipo pionero en prevención de desastres.

El MIT, con esta iniciativa, reconoce a jóvenes que están trabajando "en proyectos tecnológicos que impacten en la sociedad en un futuro cercano. Están resolviendo problemas de forma muy innovadora y que mejoran notablemente millones de vidas".

El 26 de agosto se cierra el plazo de inscripción de la tercera edición de innovadores centroamericanos del MIT, con E&N como media partner.

Los requisitos para participar son tener menos de 35 años, nacional de Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua o Panamá, y trabajar en proyectos tecnológicos, de emprendimiento e innovación. Las nominaciones estarán abiertas hasta el 26 de agosto y los interesados se pueden postular a través de este enlace.

En diálogo con Estrategia & Negocios, Velis cuenta que el dispositivo -denominado Red de Acción Comunitaria- funciona como un sistema de comunicación para que las comunidades se preparen para situaciones de peligro. Está compuesto de antenas de radio, Wi-Fi y telefonía móvil GPRS, y funciona aunque se caiga la red de telefonía y no haya energía eléctrica.

Ya está en uso en la comunidad de Getsemaní, en Ahuachapán (El Salvador), donde Velis y su equipo venían trabajando con la organización Hábitat para la Humanidad.

La primera red, denominada Torogoz, utiliza un código de colores para que los líderes de la población alerten el nivel de riesgo que perciben durante una eventualidad natural. "No es nuevo, sino una adaptación de lo existente. La tecnología solo sirve de herramienta", señala.

Con años de experiencia en ONG dedicadas al trabajo con comunidades vulnerables, este ingeniero industrial se reunió con dos amigos, Mario Gómez y Carlos Valladares, electrónico y especialista en fabricación digital, respectivamente, para diseñar un dispositivo que pudiera colaborar con la calidad de vida de la gente.

Mario Gómez (izquierda) y Emilio Velis, mostrando el dispositivo de Red de Acción Comunitaria, llamado Torogoz.

Velis con su socio Mario Gómez (izquierda).

"Las estadísticas marcan que cada dos años en El Salvador hay un gran desastre natural, sea por lluvias o por sismos. Llevaba tiempo llegar y ver de primera mano cómo reaccionaba la comunidad, estar cerca de gente y observar cuando llegan los equipos humanitarios. Había que mejorar la comunicación y la calidad de la información y en esos aspectos hicimos eje", dice.

Durante el proceso de trabajo con las comunidades fueron surgiendo nuevas ideas, algunas de las cuales ya están siendo trabajadas por Velis y sus compañeros. A lo largo de toda la entrevista, insiste en que el "tesoro" con que se encontraron es que "en el intercambio social existen soluciones a muchos problemas; hay que seguir pensando en cómo unir a las personas para que se organicen, para que puedan autogestionarse".

¿Estar con la gente después de los desastres naturales fue lo que impulsó la idea?

La iniciativa surgió, precisamente, después de un desastre, en medio del caos. Empezamos a pensar en cómo darles un instrumento para que fueran gestores ellos mismos de la ayuda y de cómo podían mejorar la ayuda que recibían. Nos anotamos en un concurso, en el que no pasamos a la segunda etapa, pero recibimos una retroalimentación interesante que nos impulsó a seguir adelante.

Un año después quedamos elegidos para ser financiados por los fondos Frida (NR: una iniciativa de Lacnic, el Fondo Regional para la Innovación Digital en América Latina y el Caribe) que nos permitió hacer un prototipo real. Pudimos experimentar, organizar un equipo, implementamos la solución y ahora estamos fabricando un prototipo comercial para empezar a escalar.

¿Cuál es la clave de su innovación?

Lo que lo hace novedoso al dispositivo es el modo en el que la gente lo utiliza. Es como un sistema de radio. En muchas comunidades hay analfabetos, gente que no sabe cómo mandar mensajes. Nos interiorizamos de su vida y eso nos sirvió para ver el tema desde su óptica. Si como organización humanitaria mandamos un equipo en lo inmediato hay hasta riesgos porque no sabemos lo que está pasando y, desde la comunidad, tienen que poder contarnos cómo están. El aparato envía mensajes digitales, súper cortos pero efectivos. La gente debe responder a la pregunta "cómo están", a través de colores. Los datos llegan con la hora y la localización, información que bajada a un mapa es de gran ayuda para las instituciones que deben colaborar.

Miraron con los ojos del usuario…

Exactamente. Trabajamos un año con ellos, estamos haciendo pruebas e implementando el sistema. Hay grupos de rebote, de retroalimentación que ayudan a mejorar desde el diseño a la funcionalidad. El objetivo es que sea un instrumento inclusivo; lo usan mujeres, ancianos, niños. Nos basamos en la metodología que existe ya en las comunidades que son los comités de respuesta a desastres naturales.

Ese esquema funciona con una red de líderes que son quienes gestionan la información. En el futuro se pueden buscar alianzas con otras entidades y organizaciones. Es un instrumento diseñado desde la gente. La toma de decisiones para salvar vidas no solo la deben hacer quienes tienen los recursos para llevar; las comunidades tienen que ser las primeras en poder organizarse, empoderarse. Pensamos la tecnología desde ahí.

A su entender, ¿qué es innovar?

La innovación es un proceso cíclico en el sentido de que tiene que pasar por el que la diseña y también por el que va a beneficiarse de esa creación. Si no hay alguien que cambie, que haga una disrupción en su modo de vida, no hay innovación.

Es una parte fundamental de nuestras culturas, aunque no la vemos. En nuestros países es un hecho cotidiano; tenemos albañiles que se las rebuscan para construir con poco, eso es innovar. Es el desarrollo del pensamiento lateral, la búsqueda de soluciones frente a lo que no funciona.

¿Por qué cree que esas modalidades de innovación pasan inadvertidas?

Porque falta el paso de asociar la inteligencia social con el pensamiento de negocio. Nos hace falta que la solución se documente, que se la sistematice y que se convierta en una salida económica. El Estado tiene un rol que cumplir en el incentivo y en el ordenamiento, en dejar constancia de lo que se va haciendo.

Como innovadores, ¿qué fue lo que más costó?

En un país como El Salvador lo más difícil es romper esquemas; hacer alta tecnología en un lugar donde eso no existe. Nos toca hacer desde cero lo que en el primer mundo va a una fábrica y sale producido. El desafío es generar riqueza con el proceso colectivo que se desarrolló antes de llegar al diseño. Si en El Salvador, una de las naciones más vulnerables del mundo, esta herramienta funciona, lo hará en otros lados.

¿Qué es lo que sigue?

Seguir sumando socios, haciendo pruebas, avanzando en toda la región. El internet de las cosas está explotando; a todo se le pone un chip, pero de qué sirve ponerle uno a mi refrigerador sino sé cómo salvar vidas, si no sirve para mejorar la calidad de existencia. Nuestro objetivo pasa por cómo mejorar la calidad de vida, de las nuevas generaciones y esperamos validarlo a nivel regional. Tenemos la oportunidad de llegar a la zona del Amazonas y también allí instrumentarlo. Los clientes probables son los gobiernos y las ONG; el dispositivo es un bien de utilidad social. Planteamos apoyar lo que existe, no botar lo que hay.

¿Domina la mirada tecnocrática sobre la innovación?

Claramente es así. Nosotros aprendimos de los más vulnerables. Creo que estamos enamorados de la tecnología pero no sabemos qué hacer con ella; todo lo que se hace en innovación debe ser en la línea de mejorar la vida de la gente. Si no, pierde sentido.

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