Centroamérica & Mundo

La bohemia y la lucha contra el hambre

El investigador y pensador Martín Caparrós presenta una visión particular sobre cómo impacta la cultura de los alimentos orgánicos en las políticas globales de combate al hambre.

2014-08-28

'Suelo creer que la idea de que hay que volver a los cultivos orgánicos a escala individual o pueblerina es otro efecto del desconcierto: como no tenemos un plan superador, nos refugiamos en mecanismos de un pasado idealizado. Son maneras que servían más o menos mal en espacios donde vivían tres, cinco veces menos personas. Que no alcanzan -que, en realidad nunca alcanzaron- para alimentar a millones y millones. Sus defensores también argumentan que la agricultura tradicional emplea a muchas más personas. O sea: los aparca en trabajos horribles que podrían no hacer -porque hay técnicas que lo permiten. Son prácticas que maquillan su verdadera condición manteniéndolos en un nivel apenas: desnutridos crónicos o desechables light. Hay modos de producir mucha más comida con mucho menos esfuerzo -menos trabajadores, menos explotación, más tiempo y espacio para hacer otras cosas. El problema es que ese modo está monopolizado por grandes corporaciones; sus resultados están monopolizados por grandes corporaciones. Y entonces algunos, como no ven la forma de forzar la distribución de ese producto, suponen que es mejor mantener un estado de pobreza compartida que crear riquezas que unos pocos se apropian: no produzcamos porque se lo quedan los ricos. Lo cual sería razonable en sociedades saciadas, pero muy difícil de sostener en sociedades hambrientas'. (Fuente: Martín Caparros, en su libro 'El hambre', Ed. Planeta 2014)

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