<br /><br />Volver a casa no era una opci&oacute;n, la deserci&oacute;n puede castigarse con la muerte. Jong compr&oacute; un pasaporte chino falso por unos mil 600 d&oacute;lares, viaj&oacute; a Bangkok en tren y autob&uacute;s y llam&oacute; a la puerta de la embajada de Corea del Sur. Vivi&oacute; all&iacute; durante un mes, sometido a un control de seguridad, antes de ser trasladado a Se&uacute;l.<br /><br />Los otros desertores con los que habl&eacute; confirmaron a grandes rasgos la historia de Jong, aunque su trabajo era otro. Eran de un grupo de hackers que Norcorea hab&iacute;a desplegado en China para desarrollar y vender apps para iPhone y Android.<br /><br /><strong>Con identidades falsas, se anunciaban en sitios web como Upwork.com y tomaban trabajos para desarrollar aplicaciones para solicitar taxis, comprar en l&iacute;nea o de reconocimiento facial,</strong> cualquier cosa que generara dinero. Se les exig&iacute;a ganar para el gobierno alrededor de 5 mil d&oacute;lares al mes, trabajando hasta 15 horas diarias y operando bajo las mismas presiones y amenazas que Jong.<br /><br />Uno de los desertores, quien trabaj&oacute; bajo los auspicios de una agencia estatal llamada Centro de Computaci&oacute;n de Corea, logr&oacute; escapar cuando un cliente chino que apreciaba su trabajo quiso conocerlo en persona. Al principio se neg&oacute;, pero cambi&oacute; de opini&oacute;n y termin&oacute; confes&aacute;ndole que era norcoreano. Cuando le dijo que quer&iacute;a escapar, el cliente le ofreci&oacute; su ayuda.<br /><br />El otro desertor cuenta que un d&iacute;a simplemente colaps&oacute; por agotamiento y se fue, deambul&oacute; por China con la esperanza de encontrarse con uno de los esp&iacute;as surcoreanos de los que le hab&iacute;an advertido al dejar su hogar. Durante seis d&iacute;as durmi&oacute; en invernaderos, gimnasios, en cualquier lugar con techo, mortificado por haber cometido un gran error. Pero ya era demasiado tarde; si volv&iacute;a, ser&iacute;a castigado. Finalmente, encontr&oacute; una tienda administrada por un surcoreano que estaba dispuesto a ayudar.<br /><br />Lim Jong In, jefe del departamento de ciberdefensa de la Universidad de Corea en Se&uacute;l, dice que la estrategia de pirater&iacute;a inform&aacute;tica de Corea del Norte ha evolucionado desde que Jong desert&oacute;. En el apogeo del programa, afirma, m&aacute;s de un centenar de negocios que se cree eran fachada de las actividades de hackeo de Corea del Norte operaban tan solo en las ciudades fronterizas chinas de Shenyang y Dandong. Desde entonces, China ha combatido estas operaciones en un esfuerzo por cumplir con las sanciones de Naciones Unidas, pero sencillamente las han trasladado a otros lugares, a pa&iacute;ses como Rusia y Malasia. Su valor para el r&eacute;gimen es demasiado alto como para prescindir de ellas. 'Corea del Norte mata dos p&aacute;jaros de un tiro con el hacking: fortalece sus medidas de seguridad y genera divisas', dice Lim. 'Para los hackers es una v&iacute;a r&aacute;pida para una vida mejor'.<br /><br />A Jong le va bien en Se&uacute;l. Se sonroja cuando lo felicito por su reciente ascenso en una compa&ntilde;&iacute;a local de ciberseguridad, me dice que tuvo que trabajar especialmente duro para conseguirlo. 'Siento que mi valor como programador se reduce a la mitad cuando le digo a la gente que soy de Corea del Norte', se&ntilde;ala. Otros en la comunidad de aproximadamente treinta mil desertores expresan frustraciones similares sobre su condici&oacute;n de extranjeros; algunos miran con desd&eacute;n la forma en que su pa&iacute;s adoptivo se preocupa por las apariencias y el dinero, y recuerdan con orgullo el gusto por la franqueza en su tierra natal.<br /><br />Con todo, no hay vuelta atr&aacute;s. Jong a veces recibe la visita de agentes surcoreanos y estadounidenses que le piden detalles para investigaciones en curso. Los surcoreanos preguntan sobre la Oficina 91, c&oacute;mo son los hackers y en qu&eacute; han trabajado en el pasado. Los estadounidenses le preguntaron hace poco si sab&iacute;a algo acerca de un edificio en Pyongyang donde estudian y radiograf&iacute;an semiconductores de dise&ntilde;o occidental para replicarlos.<br /><br />Por la noche, Jong regresa a una vida tranquila con su esposa surcoreana. Su peque&ntilde;o hijo ha empezado a caminar.</div>