Claves del día

Inseguridad alimentaria se extiende en Guatemala

La inseguridad alimentaria que afrontan las comunidades rurales en Guatemala lleva a los hogares a reducir tiempos y raciones de alimento, medidas que acarrean más casos de desnutrición aguda infantil.

2022-05-30

Por Prensa Libre

Desayuno, almuerzo y cena son los tiempos de comida a los que estamos habituados, pero la inseguridad alimentaria que lacera al país lleva a que más de un millón de personas haya reducido el número de comidas diarias y otro millón más las raciones como una estrategia para subsistir.

“La prioridad son los niños chiquitos, son los que se procura alimentar. Si queda comida come uno, porque uno (adulto) tiene más aguante que los niños”, dice Felicita Ramos, de 60 años, del caserío El Escuelero, aldea El Guayabo, Camotán, Chiquimula, donde la falta de alimento cala en las más de 80 familias que allí viven.

El monitoreo en tiempo real que desarrolla la oficina regional del Programa Mundial de Alimentos (PMA) da una visión general de la inseguridad alimentaria de los países. En Guatemala aproximadamente 2.9 millones de personas estarían aplicando estrategias leves para solventar las carencias de comida en su mesa, mientras que 69 mil estarían implementarían en un punto de mayor crisis, según el informe.

Las familias, por ejemplo, optan por adquirir productos menos costosos, tienden a limitar el tamaño de las porciones que ingieren o piden prestado alimento.

Se identifica a un grupo que como solución a la crisis alimentaria elimina de su día a día un tiempo de comida. Según el monitoreo son un millón 254 mil guatemaltecos en esta situación, el dato corresponde al 25 de marzo, y para estas fechas el número habría aumentado, por la aparición del período de hambre estacional -se acaba la reserva de alimentos y por falta de trabajo no hay dinero para comprarlos-.

Además, se reporta 800 mil personas que optaron por limitar el alimento de los adultos para dar de comer a los niños, tal como ocurre en el hogar de Felicita Ramos.

Los datos no son una fotografía completa de lo que sucede en el país, como lo advierte el PMA en Guatemala, pues parten de entrevistas telefónicas que se hacen de manera periódica -cada semana-, entre la población afectada. Son valiosos, porque pueden ser la única información que se ha podido recabar durante estos dos años de la pandemia del covid-19, aunque no recojan lo que sucede en áreas más vulnerables.

El reporte no se aleja de lo que en septiembre del 2020 reveló un estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia -Unicef- en Guatemala, junto a CID Gallup. En aquella ocasión se señaló que una de cada cuatro familias había suprimido un tiempo de comida, y que tres de cada 10 personas indicaban que un familiar estaba comiendo menos en los hogares, producto del limitado acceso a alimentos que generó el ingreso del coronavirus en el país.

“Llevamos un control para saber cómo están las familias al momento de hacer la vigilancia nutricional y muchas lo que hacen es desayunar tipo ocho de la mañana y hacen otra comida a las cinco de la tarde. Lo que procuran es darles a los niños por lo menos una tortilla con sal entre las dos comidas”, señala Claudia Johana Chacón González, Nutricionista y jefe de proyecto de Acción contra el Hambre, organización que implementa distintos programas en Camotán para apoyar a los hogares a paliar la crisis, que ahora es mayor debido al incremento en los precios de productos de la canasta básica.

Vivir con hambre

En el caserío El Escuelero, escondido entre las montañas y uno de los más alejados del centro de Camotán, las familias viven en pobreza extrema. Subsisten con un poco de frijol y tortilla, y el menú es el mismo en cada tiempo de comida. No llena los estómagos, pero calma el hambre.

Las reservas de grano que tenía producto de la cosecha del año pasado se terminó en muchos hogares desde hace semanas. La familia de Felicita Ramos es de las contadas que aún tienen algunas libras de frijol que le alcanzarán para cuatro días, no más. El maíz se les acabó y han tenido que comprarlo, pero el precio aumentó y eso limita aún más la cantidad de tortillas que echa en el comal.

Jessica Coronado, coordinadora de Nutrición y Salud de Acción contra el Hambre, refiere que una de las soluciones que las personas hallan a esta crisis es comprar el producto que esté más barato. En esta línea suelen elegir maíz porque rinde más, pero también adquieren el de menor calidad por su bajo precio. La dieta, entonces, es más deficiente de lo habitual.

Indica que la escasez de alimento lleva, en ocasiones, a que los padres dejen de alimentarse por darle de comer a sus hijos. “Tener un tiempo de comida en todo el día es una situación muy precaria para las familias”, agrega. Nasario Rivera, de 45 años, se ha ido varias veces a dormir con el estómago vacío, prefiere que sus tres hijos coman. “El niño necesita su alimento, un huevito, una verdura, arroz, pero ellos solo la tortilla y el frijolito, no hay más”, dice con pesar, pues debido a un accidente que sufrió en el 2020 no puede trabajar ni sembrar, sus hermanos son quienes le proveen de los granos.

Él vive en el caserío El Quebracho, de la aldea El Guayabo, Camotán, que está a unos kilómetros de Honduras. Como en El Escuelero las familias viven en pobreza extrema, las casas son de adobe con techo de palma y piso de tierra. El servicio de luz eléctrica es escaso como también el de agua entubada. La mayoría de los pobladores se abastece del líquido de pequeñas posas naturales que se encuentran a media hora caminando. La desnutrición infantil está presente en cada hogar. Por su cercanía con tierras hondureñas, los cabezas de hogar tienden a buscar trabajo en la temporada de corte de café. El pago lo reciben en la moneda local, pero al regresar a Guatemala el tipo de cambio varía, lo que representa tener menos dinero para hacerle frente al período de hambre estacional que se adelanta cada vez más, pues debería comenzar en mayo, pero desde marzo, incluso en febrero, las familias ya no tienen reserva de alimento.

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