Claves del día

Migraciones: una bomba de tiempo en Centroamérica

La región es expulsora neta de población. Exclusión y violencia impulsan la salida de la gente. El impacto de la pérdida de capital humano es cada vez mayor.

2016-01-15

Por: Gabriela Origlia - Especial apra E&N

"Refugiado" fue la palabra de 2015 y "migrante" -en todas sus variantes- será la de este año. Todos los expertos consultados por Estrategia y Negocios coincidieron en que el problema alcanza de lleno a Centroamérica, en que se está armando una "bomba de tiempo" por los flujos intra regionales y porque la región es el túnel que lleva hacia Estados Unidos a través de México a los centroamericanos y a los cubanos que sueñan con ese destino.

La historia no es nueva para Centroamérica. Su posición -paso entre el norte y sur y entre los dos océanos- es determinante para que los flujos migratorios sean parte de su historia. Pero, en los últimos años, se sumaron nuevas rutas y causas de expulsión de la población.

Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID, 2011), alrededor del 13% de la migración en la región en intra regional. Para la misma fuente, el 20,5% de la población abandonó Panamá y el 2,7%, Costa Rica.

El impacto sobre los países excede la cantidad de gente que se moviliza; es también económico ya que hay una alta dependencia de las remesas. En Honduras representan el 19% del PBI y en El Salvador, el 17%.

Con excepción de Costa Rica (el diez por ciento de su población proviene de otros lados, en especial de Nicaragua) y Panamá, todas las naciones de la región presentan un porcentaje alto de emigración.

El analista Jorge Castañeda coincide con el ex comandante guerrillero salvadoreño, Joaquín Villalobos: "La región corre el riesgo de convertirse en el equivalente de una sociedad asistida, viviendo de remesas y del consumo que generan, de las ventas al menudeo que satisfacen esa demanda, pero condenada a la pobreza que aflige a los desterrados del universo de envíos de dólares".

La investigadora Amparo Marroquín Parducci -autora del documento "La migración centroamericana. Apuntes para un mapa provisional"- plantea que en los ’70 el movimiento fue impulsado por las guerras en Nicaragua, Guatemala y El Salvador. "Fue una salida masiva con característica de refugiados o exilados políticos; unos 130 mil en esos años", agrega.

Hoy las causas son otras: "Migran quienes tienen más posibilidades; se pierden líderes, se rompe el tejido social; se complejiza la posibilidad de construir programas hacia el desarrollo". Por caso, Nicaragua es el país con más "fuga de cerebros". Advierte que, incluso, hay mucho movimiento bajo condiciones "irregulares y de riesgo" que ni siquiera se registra.

Sin dudas, la matanza de Tamaulipas, en 2010, dio visibilidad al fenómeno. Un solo ecuatoriano sobrevivió en el rancho donde fueron asesinadas 72 personas indocumentadas que, como él, intentaban ingresar a los Estados Unidos desde México.

Desde el Pew Research, la investigadora asociada Ana González enfatiza que en los últimos años creció fuerte el número de mexicanos y centroamericanos que cruzan la frontera y destaca, en especial, que desde 2012 hay un aumento "de niños no acompañados". El pico del fenómeno fue entre enero y julio de 2014; en ese período el Gobierno estadounidense reportó que la Patrulla Fronteriza capturó a de 57 mil menores, unos 44 mil originarios de Honduras y El Salvador.

La corrupción en la frontera es la que los vuelve "invisibles"; otra explicación es que la mayoría ingresa por los 'puntos ciegos', lugares sin vigilancia en la frontera mexicana con Guatemala. "Hay otro factor que no se resalta -dice González- y es que muchos tienen al menos uno de sus padres en Estados Unidos que manda por ellos, paga para que los trasladen. Busca la reunificación familiar".

Echan a su gente

México pretendió ordenar el flujo migratorio -en especial el que proviene de Centroamérica- a través del Programa Frontera Sur que incluye, entre otros aspectos, permisos de internamiento temporal a ciudadanos de Guatemala y Belice, para transitar hasta la frontera. Los que no los tengan serán devueltos a sus países. Además, se les impide usar "La Bestia", como se denomina al tren carguero con que intentan llegar a Estados Unidos.

Marroquín Parducci advierte que las restricciones no disuaden. Aumenta la cantidad de inmigrantes indocumentados y crece el negocio de ofrecer "pasos" clandestinos; se generan rutas alternativas más riesgosas.

La administración de Barack Obama continuará con las redadas de inmigrantes indocumentados que se concentran en los estados de Georgia, Texas y Carolina del Norte, los que serán expulsados. Frente a esta política, el gobierno de El Salvador optó por emitir una suerte de "manual" con recomendaciones para afrontar los operativos masivos.

A Roberto Cañas, consultor en negociaciones de paz y resolución de conflictos y en violencia y seguridad de la Red de Seguridad Triángulo Norte, rechaza de plano la política de Obama y comparte con otros analistas que sus promesas de campaña fueron para ganar votos. "La migración es el tema del año -señala- no sólo porque es central en Europa, sino porque en Latinoamérica y en nuestra región es una opción ante la desigualdad y la inequidad".

Centroamérica es una expulsora neta de población. Para González hay múltiples factores, aunque se detiene en la pobreza y en la inseguridad. En el primer caso, un informe del Departamento de Seguridad Interna estadounidense registra que la mayoría de los migrantes de Guatemala provienen de zonas dominadas por la etnia indígena y de mucha pobreza; en lo que respecta a Honduras y El Salvador la violencia es clave para abandonar el país.

La mayor epidemia de El Salvador -apunta Cañas- es la delincuencia. Con 104 muertes por cada cien mil habitantes, es uno de los países más violentos del mundo en una región sin guerra. Datos de la Policía salvadoreña dan cuenta de 6.670 homicidios en 2015; las pandillas cuentan con unos 72 mil miembros, de los que 13 mil están detenidos.

"El Triángulo Norte es expulsor de población; frente a la desigualdad, la pobreza y la exclusión, la emigración es una alternativa real", continúa Cañas. Una tercer parte de los salvadoreños vive en Estados Unidos y "sostiene" la economía interna. Puntualiza que el derecho a migrar "existe, pero también está el derecho a no hacerlo, aunque reivindicarlo en las actuales condiciones es difícil".

"¿Podrían resolverse algunos de los problemas que empujan a la gente a irse?", pregunta Estrategia y Negocios. "No, a mediano plazo no -responde Cañas-. No hay empleo, el aparato productivo no absorbe gente y reina la violencia. Irse tiene un costo social muy grave, la desintegración social. La emigración se lleva lo mejor de la inteligencia del país".

Castañeda vuelve sobre las necesidades económicas del Triángulo Norte que impulsaron a sus autoridades a aceptar los mil millones de dólares que prometió el vice-Presidente norteamericano Joe Biden hace casi un año: "Washington puede condicionarlos a la perpetuación de la guerra anti-narcóticos, o a la disuasión migratoria, o al combate a la corrupción a través del modelo de la CICIG. Los dos primeros temas serían más de lo mismo; el tercero, con todo y sus implicaciones de soberanía acotada, representarían un avance para la región".

Para González es "difícil" que los países terminen coordinando una estrategia política común en materia migratoria. Señala que los flujos migratorios son "siempre vistos" como una cuestión "de seguridad interna por lo que no hay organización multilateral".

"Es muy difícil cambiar esa óptica -resume-. No hay más colaboración que la voluntaria".

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