Claves del día

5.000 a 1: todos contra el zorro o cómo preparar una pizza vencedora

El triunfo del modesto Leicester en la Premier League inglesa ha sido una inspiración para muchos. Los ‘zorros’ no contaban en las apuestas pero terminaron comiéndose toda la pizza, con un líder que les unió y les hizo creer en sí mismos.

2016-05-13

Por: Oscar D. Rojas Morillo*

La casa de apuestas. ¿Qué posibilidades hay en la muy british tradición de la caza del zorro (con o sin perros) que éste salga vivo? Solo una entre muchas, miles quizá y esta vez, el astuto zorro salió con vida. Hay veces que la tostada, para beneficio de la alfombra cae del otro lado de la mantequilla y no la daña. Recordatorio luminiscente de que aun en la vida se puede ganar cosas con las cuotas justas de sacrificio, talento, efecto Michael Jordan (momento y lugar justos; y nervios de acero para que no tiemble el pulso antes del pitazo final, y lo más importante aún: sin miedo al fallo) y quizá una conjunción de astros poca veces visto para torcerle la mano a la lógica, a la inquisidora estadística, cantar bingo de vez en cuando y sacarse la lotería. Pero sucede. Y sí, el zorro puede salir vivo.

Hábitos de viejos. Por suerte para mí, estoy haciéndome del saludable hábito de decir las cosas que pienso en el mismo momento en que las imagino y puedo vaticinar cosas. Ya a las puertas de mis casi cuarenta años, con un proceso implacable de encanamiento de la parte baja de mi barba y ahora con plena conciencia de lo que puede significar de aquí en adelante el hecho de tener experiencia y que ya me llamen en todos lados de usted, digo lo que pienso, como mi papá que ya en sus últimos años no tenía que ver con nadie y decía, con educación implacable qué le parecía y qué no. Lo que comento lo hago sobre todo si pienso que hay un envite donde puede que suceda lo que estoy pensando. Ha habido muchas situaciones que he "visto" como va a terminar algo y no lo digo, y efectivamente sucede tal cual lo avizoré. Decirlo después de sucedido me convertiría en un cofrade más de esa secta erudita y visionaria que suele decir después de cualquier desenlace yo lo pensé o un yo sabía que iba a terminar así que lejos de generar admiración entre las personas produce lo contrario. Un profeta de las cosas que sucedieron.

Si me han estado leyendo amables lectores desde que comencé esta aventura de escribir con el fondo mi cerebro buscando que mis letras suenen a mi voz y que esto no sea una lectura sino una conversación de amigos, sabrán que he escrito sobre la gestión de una pasión haciendo una analogía del futbol español y la manera en que se manejan los tres equipos grandes actuales. Igualmente escribí hace poco, de hecho mi penúltimo aporte a esta revista sobre la anatomía del negocio buscando una aproximación a la parte humana y principal de cada empresa: su gente. Allí están los links, dije lo que pensaba en el momento en que lo imagine y ustedes son testigos. Pero ahora me doy cuenta que he estado escribiendo, o más bien diciendo algo que este lunes 02 de mayo sucedió de manera más o menos esperada en el último mes pero absolutamente inesperada, remota, alocada y mayestáticamente imposible hace exactamente un año atrás.

Foto: Estrategia y Negocios

Puedo decir en este momento sin temor a que me incluyan en la cofradía de los profetas que anuncian, y aquí gira la tesis de este artículo, que sucedió lo que había predicho hace un tiempo atrás (mucho más de un mes sin duda): El Leicester es campeón de la Premier League inglesa contra todo pronóstico y desespero de las casas de apuestas.

¿Y yo que dije? Sigo de poco a muy poco la liga inglesa de futbol, me parece muy vertical y plana. Increíblemente rápida y leal eso sí, de hecho el mejor gol del mundo que de paso fue en un mundial y contra Inglaterra fue posible por esa lealtad inglesa de pegar solo lo necesario a los adversarios. Con ese "solo lo necesario" Maradona gambeteo y cobró la cuenta de las Malvinas desperdigando ingleses por todos lados. Esa por ejemplo no se la hacen a los italianos jamás. Maradona no lo llamarían hoy El Pelusa sino El Cojo porque cualquier antepasado criminal de Materazzi (si, el mismo que desquició a Zidane y su célebre cabezazo, el apodado el carnicero) le hubiera cazado al vuelo y arrancado como mínimo la rodilla a su paso por el estadio azteca en 1986.

Yo no dije que el Leicester iba a ganar ni mucho menos. Si no sigo la premier de manera acuciante como si lo hago con La Liga española no podía imaginar que esto iba a suceder, ni las casas de apuestas que tenían el campeonato de los foxes a 5000 a 1. Repito, una libra apostada ganaba 5000… y si contextualizamos que los ingleses son apostadores natos y hay quien año a año en vez de comprar el gordo de navidad apuestan un dinerillo al equipo de sus amores, imaginen ahora apostarle contra corriente unas 20 libritas (más o menos tres horas de un jornalero en UK) a este equipo. Y resulta que ganó para la alegría de todos los desposeídos del mundo, los de la clase obrera. Es cierto, el declive de los grandes equipos ayudó, pero no desmerece la campaña que han hecho estos insignes anónimos; y claro, ¡gané yo! Y no porque haya apostado, no lo hago ni por los Leones de Caracas ni por el Real Madrid aun a sabiendas que ganaré mucho más de lo que perderé. Gané porque venció la gestión de la pasión de un tipo buena onda llamado Claudio Ranieri entendiendo perfectamente la anatomía de los negocios (en dos columnas lo predije). Un gestor perfecto del talento, mucho o poco, pero gestor de lo que tenía a mano.

Foto: Estrategia y Negocios

Ernest y Claudio. Vi una entrevista al artífice de todo esto, del milagro fox de la working class y créanme que por un instante oí a Ernest Shackleton, un hecho por demás imposible sabiendo que el pobre murió en las recónditas Islas Georgias del Sur en 1922. Encontré las mismas reglas al menos en esencia que guio al mayor perdedor del mundo (nunca logró los objetivos que se trazó) pero al mejor motivador y guía de un equipo que jamás existió. No lo puedo asegurar pero fue sin saberlo el inventor del hoy llamado liderazgo lateral y un magnifico solucionador de problemas. La prueba está cuando en el considerado mejor libro de aventuras del mundo por la National Geografic Adventure: el ultra áspero y crudo The worst journey in the world de 1922 sobre la expedición Terra Nova, el autor Apsley Cherry-Garrard (sobreviviente de dicha misión que dicho sea de paso terminó en tragedia) nombra a Shackleton o más bien lo eleva al altar de los súper lideres al decir: "Para una organización científica y geográfica conjunta dame a Scott, para un viaje invernal, Wilson, para una carrera al Polo y nada más, Amundsen, y si estoy en un maldito agujero y quiero salir, dame todo el rato a Shackleton".

Oyendo a Ranieri enumerar una especie de decálogo que dibuja perfectamente lo que Shackleton generó en el equipo resalto lo siguiente: una confianza interna inquebrantable como equipo (sean quienes sean, somos los que somos y estamos los que estamos y de estas salimos todos o ninguno... pensamientos emparentados con los famosos clichés del mundo del futbol que a mi esposa la matan de la risa del tipo: la pelota es redonda (para recordar que tenemos todos las mismas opciones); somos once contra once y gana el que anote más para justificar el esfuerzo grupal y el logro de metas); instauró el orgullo y el compromiso entre todos (ninguno superestrella, ninguna división de clases) y quizá de los puntos que más me llamó la atención, con mucho ahínco Ranieri decía que jugar mal equivalía a traicionar a sus compañeros. Traición en un camerino de futbol comandado por un italiano es casi lo mismo que robarle la novia a tu amigo que resulta que es el capo del barrio. No es que no se pueda perder, porque muchas veces perder se asocia con jugar (o hacer algo) mal. Es proceder o perder con desidia y desdén, como dice mi mamá, eso es lo injustificable.

Lo otro que expuso y que es un calco a Shackleton una vez más, es que aun en sus días más oscuros en sus expediciones dentro del gigante blanco del polo sur, perdido y exhausto no dejaba pasar una oportunidad de celebrar un cumpleaños, hacer un chiste o jugar al futbol con su tripulación. Ranieri cuando ve esfuerzo, premia con alegría en forma de pizza.

Los búfalos. Siempre he dicho que la fuerza y la velocidad sin sentido no sirven de nada. Un equipo de trabajo que se llame equipo es indetenible, porque un equipo sabe su fuerza, su velocidad y hacia dónde van (y miden y saben que peleas luchar y sus posibilidades en función a sus capacidades, de hecho allí radica su real fortaleza: en su conocimiento). Los factores para lograrlos son muchos. Hace poco el Real Madrid pasó una vez más a la final del torneo que más le gusta: la Champions League, pero al igual que los zorros del Leicester, en escalas diferentes, hace 5 meses nadie hubiera apostado por este equipo. Hay un efecto Zidane, quizá porque fue un jugador exquisito con una alta propensión a pasarse al lado oscuro de la fuerza (un tipo y líder humano y cercano, imperfecto). ZZ pacificó un equipo que es un partido político a ratos y una gigantesca máquina de lobby a otros. Una corporación. ¿Por qué Benítez no pudo hacer lo que está logrando Zizou? Tengo algunas sospechas, las enumero: Por el enfoque. Por el compromiso de él de primero de sacar el barco a flote. Por la cercanía. Por la buena onda. Por la franqueza. Por la libertad y por dejar divertirse a los chicos (o la falta en cualquiera de los puntos que nombro). Mezcle un jefe o director tirano, lejano, poco sensible, rígido o cuadrado, o la combinación de cualquiera de estos factores a su equipo y tendrá solo un grupo, por mucho que se haya gastado dinerales en headhunting, contratando al mejor puntero izquierdo que entra a pierna cambiada a la zona de gol o al mejor gerente de proyectos (usted ponga la situación). Y posiblemente termine con resultados buenos (el talento no se oculta) pero no extraordinarios. Quizá hasta conseguirá que el equipo se convierta en mercenarios por eso tan nocivo que puede resultar aquello de "estar orientado al logro" ¿Maquiavelo en su organización? ¿El fin justifica los medios? (aunque espero que sepa que él jamás dijo eso en su libro más celebre…), ¿realmente eso es todo? ¿Y cuando no se logran los objetivos que sucede? ¿Nos tiramos todos por la borda? Contrate resultados y tendrá resultados pero no estrategia ni sostenibilidad, ni una bandas de búfalos tirando todos hacia el mismo lado. La experiencia es un grado, mis canas en la barba me lo muestran, ya no me sulfuro tanto y encajo mejor los goles en contra, y además no pierdo la meta: salir campeón en todo lo que haga con el talento que tengo y la manera en que los amalgame.

La receta de la pizza de Ranieri. Los factores y los ingredientes para que la pizza de Ranieri salga buena pueden ser muchos, pero de seguro una de ella, que es la que vengo predicando y vuelvo a hacer predicciones de futuro, por aquello de mi nueva buena costumbre es la siguiente: compartir el liderazgo y dar libertad de hacer con confianza a las personas. No hablo de delegar, hablo de algo más allá: dejar hacer a los que saben las cosas que saben hacer. Cuénteme que tal va su equipo, aplique esto y por favor me dice cómo le va o fue. Quizá no gane la Champions (ya saben a quién voy) pero de seguro comenzara a sentirse un ganador. No diga que no se lo dije ni que lo pensé antes.

*Venezolano, director de ALTO NIVEL escuela de negocios en Guatemala. Ingeniero mecánico de profesión, cocinero por pasión, es ingeniero mecánico con estudios en maestrías de administración de negocios (MBA); y gestión de proyectos (MPM) y con Robótica y Automática Industrial a nivel de doctorado. Agitador tecnológico y admirador del talento humano y de los procesos creativos, cree en la innovación como llave de cambio. Está casado con una chapina y tiene un hijo chileno.

Pueden comunicarse con Oscar a su correo electrónico odrojas@upana.edu.gt o visitando altonivel.upa.edu.gt

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