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La Hora de la Verdad con Miguel de Merodio: Odio al pasado

Hace algunos años escribí un artículo que se llamaba ‘odio la tecnología’. Trataba sobre mi lucha incansable e inútil contra mi computadora que tiene voluntad propia y hace siempre lo que le viene en gana. Ahora escribo sobre mi odio al pasado.

2023-01-16

Por Miguel de Merodio – columnista Revista Estrategia & Negocios*

Quienes trabajan conmigo, especialmente miembros de familias empresarias, juntas directivas o equipos ejecutivos saben de mi aversión a hablar del pasado. Y yo sé de su adicción a hablar del pasado y de los mecanismos inconscientes que emplean para contarme lo que pasó hace tiempo.

Uno de los más sutiles y recurrentes es que hablan del pasado para darme contexto, me dicen. El problema es que cuando trabajamos con grupos de personas siempre comenzamos nuestra asesoría entrevistando a todo lo que se mueve para que nos hablen del pasado y no tener que volver a tocarlo de nuevo. Así que cuando alguien insiste en volver a darnos contexto sobre lo que ya pasó, la cosa tiene truco... ni evidente, ni consciente, pero truco, al fin y al cabo.

A veces, es una inocente llamada a la nostalgia y, por tanto, un juicio al presente. Más concretamente, a los líderes del presente. Otras veces, contar una historia del pasado supone recordar un crimen sin castigo. Algunas otras, una deuda pendiente. A veces, incluso, hay una llamada a dejarse arrastrar por “el remolino del ni modo”.

¿Por qué estamos tan atentos a enfocar a las personas con las que trabajamos a hablar del presente y del futuro y somos tan pesados y necios con no entrar a hablar del pasado? No es que no nos gusten los chismes. Nos fascinan.

Pero como no somos ni jueces, ni verdugos, ni cobradores, ni curas, poco podemos hacer con esas historias. Son inútiles porque no podemos cambiarlas.

Hablar del pasado, además, consume tiempo y -sospechosamente- hay gente especialista en sacar el pasado a colación cuando la conversación sobre el futuro se pone más interesante. ¿Casualidad? Solo a veces.

Encima, hablar del pasado es hablar, en muchas ocasiones, de etiquetas puestas hace décadas y cuando etiquetamos a alguien le estamos robando la posibilidad de cambiar o de aportar algo distinto a lo que suponemos que trae. Estamos haciendo desaparecer a esa persona porque ya sabemos lo que va a decir. Lo que dice su etiqueta que le pusieron en el pasado.

Recuerdo el inicio de mi trabajo con una familia empresaria que venía de un conflicto fuerte entre hermanos. Estábamos en el momento en que había que hablar del legado que esa generación quería construir juntos. Pero no conseguíamos avanzar en parte porque uno de los hermanos socios nos remitía una y otra vez a los errores del pasado del hermano CEO. A solas, casi inconscientemente, me reconoció lo injusto que le parecía que su hermano no reconociera sus errores y pidiera disculpas.

Su bloqueo personal se quebró cuando le pregunté si estaba más interesado en castigar a su hermano por los pecados pasados o en trabajar junto a él para que no se volvieran a producir. Eligió renunciar a castigar a su hermano y enfocarse en llegar a acuerdos que permitieran al negocio salir de la difícil situación en la que estaba. Cuando los miembros de los grupos humanos se libran del ancla del pasado, el barco del cambio avanza.

En otro caso, una accionista comprendió que sus reiteradas referencias al pasado sólo buscaban un reconocimiento por parte del resto de socios. Quería desesperadamente que le dijeran que la mayor parte del éxito de la organización se debía a los negocios que ella había traído a la compañía. Y tenía razón. Pero sus socios no lo iban a reconocer nunca porque ellos sólo recordaban de ese pasado los negocios que no habían salido bien. Y también tenían razón. Cuando, una y otros aceptaron dejar de hablar del pasado pudimos hablar de lo que querían para el futuro. Y querían cosas muy distintas. Ella quería crecimiento agresivo y tomar más riesgos. El resto quería crecimiento moderado y seguridad. Decidieron separarse como accionista y seguir como buenos amigos.

En realidad, no odio el pasado. Mirar al pasado para saber qué nos funcionó y qué no o para comprender qué capacidades tenemos para afrontar el futuro es algo lógico y útil. Lo que no veo útil es contraponer monólogos sobre lo que cada cual hizo o dejó de hacer. Lo que me desespera es ver cómo se consume el tiempo tratando de retrasar la hora de la verdad. La hora de empezar a hablar del futuro. De llegar a acuerdos, de tomar acción, de gastarse el dinero en lo que realmente hace la diferencia. Y de ser felices hoy.

*Miguel de Merodio es socio fundador de Skaleno Advisory, consultor de estrategia y gobierno corporativo y asesor de familias empresarias y equipos ejecutivos. Autor del libro La Alquimia del Legado es también, Director del Foro de la Empresa Familiar.

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