Por Entrepreneur
Las emociones son mucho más que “eso” que sucede cuando reaccionamos ante situaciones de la vida. Si aprendemos a usarlas a nuestro favor, pueden convertirse en una herramienta poderosísima –la más poderosa de todas– para alcanzar nuestros objetivos… sin importar lo inalcanzables que parezcan.
¿Cómo saber si sabemos manejar nuestras emociones o si, por el contrario, dejamos que éstas nos dominen a nosotros? Éstas son algunas señales de que tienes una inteligencia emocional desarrollada. Si no te identificas con ellas, ¡aprende a trabajarlas de una vez por todas!
El primer paso para aprender a controlar tus emociones es, por supuesto, saber identificarlas. ¿Te ha pasado que te sientes frustrado y no sabes ni por qué?
¿Te sientes irritado y descubres que en el fondo es estrés acumulado? Date tiempo para conectarte contigo mismo y descubrir qué estás sintiendo y cuál es el origen de esa emoción Te ayudará mucho más de lo que crees.
Ante una situación que te lleve al límite, no reaccionas con ataques de ira, llanto o cualquier otra emoción desbordada. Por el contrario, has aprendido a controlarte y “pensar bien las cosas” antes de reaccionar de alguna forma de la que después puedas arrepentirte.
No sólo identificas tus propias emociones; tienes la sensibilidad suficiente para detectar cómo se están sintiendo las demás personas. A esto se le llama empatía. Ya que te pones en los zapatos de los demás, consigues que la gente se sienta cómoda a tu lado. Esto te permite establecer relaciones valiosas.
Los cambios nos asustan a todos, pero las personas emocionalmente inteligentes no se dejan paralizar por ellos. Por el contrario, asumen los cambios como parte de un proceso de crecimiento y aprendizaje.
Es completamente normal que te sientas desanimado al tener un tropiezo. Pero, ¿dejar que los fracasos dicten tu camino? De ninguna manera. Te repones rápido, aprendes la lección y continúas adelante.
Con todas las distracciones de la vida moderna –redes sociales, Whatsapp, juntas por aquí, llamadas por allá– sabes priorizar tus tareas y enfocar tu atención en lo que te permita avanzar. Esto te permite construir proyectos a mediano a largo plazo, y no pasar el día a día resolviendo tareas urgentes.
Sabes escuchar todo lo que sucede a tu alrededor y hablar únicamente cuando sea necesario. No hablas de más ni te impones ante los demás; por el contrario, absorbes toda la información que puedes. Podría decirse que eres una persona de perfil bajo.
Le prestas atención a tus instintos, y muchas veces actúas con base en ellos y no con base en lo que dicte tu razón. Aunque escuchas tu voz interior, procuras no caer víctima de prejuicios.