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Opinión de Salvador Paiz: Filantropía transformadora

El término filantropía tiene origen griego. Proviene de los vocablos “philos”, que significa amor, y “anthropos”, que significa hombre. Por tanto, desde su raíz etimológica, filantropía significa “amor a la humanidad”.

2022-08-29

Por Salvador Paiz - Opinión

Como tal, la filantropía representa una gran pasión por transformar el mundo. No obstante, para lograr una verdadera transformación, se necesitan acciones que lleguen a la raíz de los problemas para así lograr un impacto trascendental. Pero, ¿cómo lograr que esas acciones filantrópicas no sean superficiales? ¿Cómo medir el impacto de la filantropía? ¿Cómo se alcanza una filantropía transformadora?

Uno de los grandes retos de la filantropía es no ser confundida con la caridad. Recordemos que la caridad es el “auxilio que se presta a los necesitados”. La caridad es buena, es una actitud solidaria legítima pero, la mayoría de veces, resulta ser momentánea: dar limosna, donaciones para cubrir algún gasto, etcétera. En contraste, la filantropía no debería ser superficial, más bien, lo opuesto. El impacto de las acciones filantrópicas deben ser sostenibles en el tiempo y deben buscarle una verdadera salida a un problema que afecta a la población objetivo.

Por tanto, el medir el impacto de la filantropía es crítico. Ello no solo para determinar si lo que estamos haciendo ciertamente está teniendo un resultado positivo, sino también para mejorar la inversión que se está haciendo, modificar las operaciones (si se necesita) y mejorar la estrategia. No obstante, las causas sociales son complejas y medir el impacto de las acciones que se realizan para dichas causas sociales, es aún más complejo. Para la mayoría de fundaciones y entidades filantrópicas es difícil reportar y comunicar la contribución que le están haciendo al mundo. Por ello, hace un par de semanas Respada llevó a cabo un panel y discusión sobre “Medición del Impacto de la Filantropía” con participantes como Alan McCormick del fondo de inversión social Legatum, Johanna Sheridan de la comunidad de filántropos SaltExchange, y este servidor.

Como siempre he dicho, lo que no se mide, no se mejora. Pero, si no logramos medir el impacto a largo plazo de lo que estamos haciendo, ¿cómo realmente nos aseguramos que estamos logrando un cambio? En ese sentido, se debe hacer una revisión sistémica de la labor filantrópica que se realiza. Encontrar las variables cuantitativas que nos puedan ayudar a medir los cambios cualitativos y sustantivos que buscamos alcanzar, y trabajar enfocados. Todo esfuerzo por ayudar es loable, pero es la efectividad e inclusive eficiencia del esfuerzo lo que deben dictar la priorización filantrópica. Será una labor ardúa y larga, pero vale la pena. Para lograr maximizar el impacto, los panelistas propusieron definir los KPI’s (Indicadores claves de desempeño) correctos, comunicar nuestro progreso, buscar aliados que nos permitan generar un mayor impacto, tener un equipo preparado que pueda establecer el mejor sistema para monitorear las consecuencias de cada paso que damos, sensibilizar al público y concienciar sobre la importancia de lo que hacemos, entre otras.

Los evaluación de los esfuerzos filantrópicos necesariamente deberá evolucionar. Hay demasiadas causas dignas en el mundo y seguramente tendremos que poder enfocar nuestros esfuerzos y energías hacia las que generen el mayor impacto sistémico hacia nuestra comunidad y hacia la humanidad por cada dólar invertido. En una primera dimensión, la mayor parte de esfuerzos filantrópicos miden el esfuerzo, los insumos o los efectos mecánicos del proceso. En el caso de Funsepa, Fundación que busca apalancar la tecnología para mejorar la calidad educativa de Guatemala, podemos hablar de los casi 30,000 computadores entregados en las más de 1,750 escuelas públicas del país.

Como una segunda dimensión para la medición, podemos hablar del efecto en variables de resultado. En el ejemplo de Funsepa, la mejora en puntos porcentuales en variables como las pruebas estandarizadas de lenguaje o matemáticas. Adicionalmente, la reducción en la tasa de deserción escolar provocada por el conjunto de acciones de introducción tecnológica.

Una tercer dimensión, la más sofisticada y quizás la más importante, es la medición de los cambios en los comportamientos del sistema. Debemos preguntarnos como ser “alterativos” al sistema y no “alternativos” al sistema. Los recursos que tiene a disposición un Ministerio de Educación siempre serán muchas veces mayores a los de una fundación educativa. Por consiguiente, el lograr que dicho Ministerio adopte las mejores prácticas y recomendaciones derivadas de la experiencia de Funsepa será seguramente el más impactante de los logros.

Y así como Funsepa, habrán muchísimos proyectos en Guatemala que buscan transformar el país. Somos un país con tantos retos, pero afortunados en que tantos actores se unan para promover proyectos filantrópicos y así lograr soluciones a tales necesidades. La clave está en lograr un cambio que sea sostenible en el tiempo, pero para eso tenemos que pausar y evaluar cómo vamos, qué estamos haciendo que está funcionando y que no está funcionando. Como mencioné, la filantropía es transformadora cuando lo que se hace trasciende en el tiempo y empodera a aquellos a cuyas vidas buscamos impactar.

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