Centroamérica & Mundo

La cama del miedo

¿Qué tal si el CEO o nuestro jefe directo gestiona por miedo? ¿Y por qué gestionaría por miedo nuestro jefe? Porque teme perder su puesto; porque no soporta la novedad; porque el cambio lo atenaza… Claramente no es un líder, pero este arquetipo de persona abunda en las empresas.

2016-07-12

Por: óscar D. Rojas Morillo*

Me interesa mucho las culturas antiguas porque querámoslo o no, somos parte de ellas. Somos descendientes directos de sus maneras de ser. Somos su literatura, sus leyendas, sus cuentos que viven en nuestra imaginación. Son nuestro ADN cultural. Negarlas es no aprender o no querer oír sus enseñanzas en forma de experiencias que terminan siendo refranes populares para el mejor entendimiento de todos.

Mi abuela, muy refranera ella, aplica y explica su extensa sabiduría de vida añejada en 93 años con parábolas y citas que educan mucho, recuerdo quedarme absorto con sus historias en las tardes que me hacía buñuelos de yuca con mi mamá y que nos enseñan que ya antes de la situación donde nos encontramos, mucha gente ya ha estado exactamente en la misma posición y que para todo hay una lección. Si bien nadie escarmienta en cabeza ajena, la misión de la vieja siempre ha sido evitar tropiezo a su prole a través de sus cuentos y fabulas criollas.

Entre Grecia e Italia. Siempre he pensado que lo que es hoy Silicon Valley y estimo que en gran medida lo que es Israel y otros centros de emprendimiento más cercanos (México DF, Medellín, solo por nombrar dos) y sobre todo de innovación son un acto-reflejo de lo que fue el eje Firenze-Milano en el renacimiento. Entre Grecia e Italia hubo un espejo separado por siglos pero con el mismo principio, lo que sucedió en la Italia renacentista era la vuelta a las luces griegas. De ambas se pueden sacar infinitas lecciones para ilustrar el mundo. No importa cuál sea el aspecto o situación, siempre hay algo de donde echar mano de la cultura helenista y latina. No en balde, son la cuna de nuestra civilización occidental, permeable, abierta, creativa, filosófica, matemática, cuestionadora.

En lo que nos convoca me gustaría trazar con vuestro permiso líneas de comunicación entre la rica y entretenida mitología y los negocios de hoy en día. Algo así como un salto en un túnel del tiempo desde los libros y las historias a nuestros escritorios, salas de reuniones y pasillos de oficinas.

El Miedo en las empresas. Según Roma, Venus era muy coqueta y al parecer de cascos ligeros, la diosa del amor y la sensualidad (el equivalente a Afrodita en Grecia) que estaba casada con Vulcano, dios del fuego, le era infiel con Marte, el temible dios de la guerra y con él tuvo cinco lindos retoños que representan de alguna manera temas muy concretos para nosotros: uno que conocemos muy bien, sobre todo en febrero que es Cupido; Anteros, relacionado con el amor correspondido; Concordia asociada a la unidad y un par de querubines menores que acompañan a su padre Marte a sus tropelías bélicas: estos eran Fobos y Deimos, el primero la personificación de la nociva fobia y el segundo del paralizante miedo. Deimos (miedo) es, sin necesidad de ser muy analítico, según esta regla de tres, hijo del amor y de la guerra… de las cosas en las que más nos duele perder en la vida.

Vivir el miedo puede ser muy bueno según como se vea. El miedo es el primo hermano del respeto y vecino de la cordura, por miedo no nos pegamos golpes en la calle con alguien que se nos atraviesa, por miedo a perder el trabajo no le decimos al jefe lo soberanamente inepto que es. De hecho, el miedo mantiene vivo a los soldados en el frente de guerra según explican ellos mismos en sus memorias, el miedo orgánicamente nos dilata las pupilas para ver mejor, nos riega de adrenalina para estar atentos e insensibles al dolor, de hecho la sangre se nos espesa más para evitar hemorragias pero también nos bloquea las neuronas, nos evita pensar con claridad porque instintivamente solo hay una vía con el miedo en el cuerpo: salir corriendo de donde estamos. Nos hace robots torpes. Ahora trasladen ese campo de batalla y el cuadro que nos da el miedo, que muchas veces es de parálisis a un entorno de empresa. ¿Qué tal si el CEO o nuestro jefe directo gestiona por miedo? Todo lo que nos sucede como personas se traslada hasta a la máquina del café. ¿Y por qué gestionaría por miedo nuestro jefe? Porque teme perder su puesto ante el empuje de alguien más; porque no soporta la novedad; porque el cambio lo atenaza; porque no es capaz de manejar la presión o el desamor que no lo quieran o ser el único en los ojos de sus superiores. Claramente no es un líder, pero este arquetipo de persona abundan en las empresas (con o sin puestos de responsabilidad), por lo tanto la parálisis puede ser generalizada y contagiosa. Y ojo, esto en una empresa es terrible pero no fatal, siempre se podrán ir las personas; pero ¿qué tal si lo invito a extrapolar este ambiente a un país entero…?

El hotel de Norman Bates. Junto con lo tóxico que puede resultar un ambiente donde el miedo campee, existen otras tendencias o síndromes que hacen que la empresa sea un verdadero suplicio. Hay uno especialmente complejo pero por todos vividos alguna vez en la vida: el síndrome de Procusto. Procusto era un posadero en Grecia que se ha convertido en el epítome de la falta de tolerancia hacia una idea nueva y muchas veces mejor. Procusto no soportaba lo que se salía de su encuadre y por eso la leyenda cuenta que le cortaba a las personas que pedían morada en su hotel las extremidades que sobresalían de las camas que él asignaba o por el contario las estiraba hasta desmembrarlas a los que por su tamaño el lecho les quedaba grande, todo esto para que se "ajustaran" a su posición. ¿Conocen a alguien así? Se los describo con ánimo tangencial: Los procustos modernos no soportan ideas contrarias a las suyas, son increíblemente temerosos y dudan de sí, entienden las ideas de los más jóvenes como ataques directos a su venerable madre y consideran que las cosas o los ascensos solo se consiguen calentando mansamente una silla durante años y aplaudiendo solo ‘sus’ iniciativas como una foca catatónica, cortan cualquier innovación o creatividad que venga de otra persona porque asumen que de esa manera se muestran sus carencias (miedo puro). Y por si no fuera poco, ‘gobiernan’ por decreto o capricho, y esto para cualquier institución es muy delicado, porque o estamos al frente de un dictador con aires de genio (y no al revés) o al frente de un niñato pendenciero, consentido y mal portado, sea cual sea la situación, tiene muy mala pinta la cosa.

¿Qué generan? Un ambiente de stress insoportable por una persecución y atosigamiento, micromanagement (¿nunca les ha pasado que les devuelven un documento por un acento? Si está asintiendo con su cabeza ¡felicidades que salió vivo y completo de la cama de su Procusto personal!) y calidad con niveles estratosféricos que ni ellos mismos soñaría con lograr solo para mostrar la incapacidad de otros; se juran líderes y lo que hacen es deformar realidades y datos a su conveniencia para mostrar que el estándar es, en este caso, el tamaño justo de su cama, o modernamente el de su chaqueta, vestido o silla de dirección.

La estadística inverosímil. Un día leí algo que posiblemente cierra perfectamente con lo que vengo escribiendo. Ya les cuento: era un estudio de personas que sabían que iban a perder su empleo. Lo sabían no porque habían ido a Delfos a consultar el oráculo o lo habían visto en el fondo del café: se lo habían dicho en la empresa de manera oficial y tenían los días contados (dentro de la empresa). La estadística mostraba que si estas personas aceptaban la condición de irse en la fecha marcada y no antes blasfemando en arameo, se convertían increíblemente en muchos mejores empleados a lo que eran antes. Más abiertos, participativos y directos y francos para expresar sus ideas. La razón a mí me resulta obvia: habían esfumado el miedo a pensar y/o perder el puesto de trabajo porque ya obviamente no lo tenían y se sentían liberados y esa libertad los hacían precisamente lo que no eran antes. Evitaban acostarse en la cama de Procusto y con ello sin duda no encajaban pero eso los hacia precisamente valiosos, por diferentes.

El miedo no se puede dejar de tener, pero si se puede controlar e inclusive luchar para que no nos nuble, les propongo intercambiar sus vocales de la palabra y comenzar a ser en vez de mIEdo un mEdIo de alcanzar metas y libertad dentro de la vida y con ello empresas, estudios, emprendimientos, relaciones, etc.

Es claro el mensaje: puede tener miedo pero no deje que lo domine porque paraliza, y si nos detenemos, como dice mi abuela que no sabe nada de fuerzas físicas de inercia, no nos paramos… nos caemos.

*Venezolano, director de ALTO NIVEL escuela de negocios en Guatemala. Ingeniero mecánico de profesión, cocinero por pasión, es ingeniero mecánico con estudios en maestrías de administración de negocios (MBA); y gestión de proyectos (MPM) y con Robótica y Automática Industrial a nivel de doctorado. Agitador tecnológico y admirador del talento humano y de los procesos creativos, cree en la innovación como llave de cambio. Está casado con una chapina y tiene un hijo chileno.

Pueden comunicarse con Oscar a su correo electrónico odrojas@upana.edu.gt o visitando altonivel.upa.edu

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