Centroamérica & Mundo

Empatía desde la biología: ¿una pastilla para la violencia?

Estudios científicos demostraron que la empatía y la violencia comparten circuitos cerebrales. Son dos caras de la misma moneda

2015-09-28

Por Gabriela Origlia, estrategiaynegocios.net

Ponerse en el lugar de los demás. Eso es empatía. Implica hacerlo no solo cuando se debate una idea sino también en el campo de las emociones, es decir, cómo se siente ante lo que le ocurre a los demás. Así de simple y a la vez de complejo comienza el libro La empatía. Entenderla para entender a los demás, de Luis Moya Albiol, psicólogo y neurocientífico, docente de la Universidad de Valencia.

Moya Albiol dirige un equipo de investigación sobre neurociencia social, centrado en el estudio de la cooperación y la empatía, la violencia y el estrés social, y es autor del manual Psicobiología de la violencia. En diálogo con Estrategia & Negocios insiste en que "comprender" la empatía es fundamental para "prevenir y tratar la violencia" ya que se trata de las dos caras de una misma moneda.

El concepto es literal: sus estudios demostraron que las áreas cerebrales implicadas en la empatía y en la violencia son bastante similares. Lo muestran las investigaciones al analizar la activación de la corteza prefrontal, el lóbulo temporal, la amígdala y otras estructuras del sistema límbico. Aunque todavía se está en las etapas iniciales, estos trabajos podrían abrir nuevos caminos en la investigación para prevenir y tratar los problemas derivados de la violencia.

Moya Albiol es optimista acerca de las consecuencias prácticas de estos hallazgos, ya que tendrían implicaciones para la rehabilitación de criminales: "Estamos lejos todavía de poder intervenir en el cerebro del psicópata, ya que carece de la capacidad de empatía emocional, pero sí en el del resto de los violentos".

En su laboratorio valenciano explica que los primeros estudios relacionados con las ‘neuronas espejo’ (vinculadas con los comportamientos empáticos, sociales e imitativos; reflejan la actividad que se observa) marcaron un punto de partida en este camino. Sin embargo, los nuevos descubrimientos van más allá pues hicieron una revisión exhaustiva y la conclusión general es que las "bases biológicas que regulan la empatía coinciden con las que regulan la violencia; hay un solapamiento de los dos circuitos cerebrales".

El hecho de que compartan el mismo espacio hace que fomentando la empatía no pueda haber agresión; no se pueden dar las dos cosas al mismo tiempo. "Al ser muy difícil para un cerebro empático comportarse violentamente, impulsar la empatía sería una estrategia terapéutica eficaz para evitar la reincidencia y reducir la violencia", dice el científico a la vez que ratifica que todavía hace falta mucha más investigación para saber, por ejemplo, qué genes, neurotransmisores u otras sustancias químicas son fundamentales en el comportamiento empático.

Esa información permitiría el "desarrollo de la psicofarmacología de la violencia y de otras terapias para ganar en el fomento de la empatía y en la disminución de la violencia humana y, por ende, de la criminalidad".

Foto: Estrategia y Negocios

Según el experto, ya está demostrado que la hormona llamada "oxitocina" fomenta la empatía, "aunque no se puede desconocer que siempre hay una interacción de la biología y la cultura". En ese sentido explica que está determinado que en los más pequeños la educación en la empatía es una vía para disminuir los conflictos: "Aquellos mimados, con padres cariñosos, tienden a consolar a otros cuando los ven llorar; en cambio, los maltratados no solo no consuelan sino que tienden a agredir".

En esta línea apunta que a nivel de instituciones educativas hay que acentuar la formación en valores, en solidaridad, enseñar a dudar de los dogmas y fomentar estrategias para que las personas sean más empáticas. "Es una tarea preventiva; así habría que tomarla. Muy distinto es actuar sobre adultos", acentúa.

LA PUJA DENTRO DEL CEREBRO

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