Centroamérica & Mundo

Elogio a los seguidores

No podemos ser todos CEO, no podemos todos ser presidentes de la nación, no todos podemos ser astronautas, ¿por qué tendríamos que ser todos líderes?

2016-02-03

Oscar D. Rojas Morillo*

No hay nada de malo en no ser lo que la sociedad nos pide a gritos ser. De hecho, yo veo siempre con cierta curiosidad y en algunos casos con una angustia apagada, cómo las modas a las que estamos expuestos y sumergidos abogan por una individualidad que paradójicamente nos uniformiza a todos. Y no me estoy refiriendo a moda de atuendos o de manera de llevar el cabello, me refiero a los patrones de conducta y pensamientos que cada tanto aparecen e intentan encauzar al mundo por una vía y muchas veces en una sola respuesta a toda ecuación posible: actuar de una manera u otra porque es lo esperable. Y ojo que no dudo que lo hagan con una intención de mejora, pero muchas veces, a mi humilde manera de ver las cosas, esto no hace sino precisamente apagar las luces de otras posibles vías igualmente válidas y perfectamente cohabitantes entre ellas.

Veamos atrás. Soy un chico de los noventa, aun uso zapatos Timberlands track-siders los viernes en la oficina (que solía llevar al colegio y la U) y sigo oyendo con auténtica fascinación, furor y recuerdos de fiestas grunge de camisas a cuadros a Pearl Jam, a Nirvana o a los increíbles Smashing Pumkins del Siamese Dream del 93. U oigo a Metallica y a Rage Against the Machine pero no puedo dejar de pensar que Areito de Juan Luis Guerra es quizá el mejor disco en español de la historia reciente. En Venezuela cuando éramos "rockeros" se suponía que no bailábamos en las fiestas y solo movíamos nuestras testas en modo catatonia con los golpes del bombo de una batería, pero el dilema estaba que si no bailábamos, otros chicos menos fundamentalistas nos bailaban a nuestras chicas, y bailar en el Caribe es casi un mandamiento y es en clave de merengue y salsa porque además favorece el roce de cinturas (o se baila pegado o sino para qué bailar). Así que con todo le entrabamos a bailar con la mayor de las dignidades que daban una camisa negra progre de una banda de grunge o heavy metal con una linda niña al son de Chichi Peralta (salto incluido).

Todo ese eclecticismo a la que fuimos expuestos como respuesta y/o rechazo a la uniformidad cultural de las décadas anteriores no fue del todo considerada en el mundo de la gestión: la década de los ´80 fue la de la malograda excelencia que tanto pregonaba Tom Peters y que no era tal; los ´90 fueron la Reingeniería de Procesos desembocando en la Calidad Total y todos sus derivados y ambiciones de totalidad. Pero era solo eso. Daba la impresión que solo era eso y no vivirlo en las empresas era como no estar en la onda que de seguro iba a poner a todas las empresas que aplicaran estos conceptos en el pináculo de sus sectores: más márgenes, gente más feliz, más producción, mejor calidad, mayor excelencia (¿se podría decir eso? ¿No sería redundante en lo superlativo?... el caso es que recuerdo que se decía así), y todos absolutamente todos hacían lo mismo (uniformarse) para intentar ser únicos y claramente, ya lo dijo el genio de Ulm, un tal Albert Einstein y lo parafraseo y adapto en forma de pregunta: ¿no es de locos intentar hacer siempre lo mismo (todos) y esperar resultados diferentes (cada uno)?

El mito de las buenas prácticas. Quizá sea un buen comienzo, pero más que otra cosa, todas aquellas empresas o personas que piensen que están haciendo lo que otras u otros hacen para ser mejores están equivocados. Yo siempre vi en el término best practices como la invitación a la rebelión y a sacudirse el corsé, de hecho, es una excelente hoja de ruta para entender a la competencia e inclusive saber a dónde apuntan. El gran Charlie Bird Parker decía algo sobre ello y la manera de tocar música, él desde su saxo explicaba que había que practicar y practicar incansablemente y ya sobre el escenario olvidarlo todo y sencillamente ser y fluir, hay quienes llaman a eso tener genio. Tener método no significa seguir ciegamente sobre él. Desde luego, lo dice quizá el mejor improvisador del jazz de la historia que cautivó con sus maneras tan innovadoras de tocar el saxo mayor. Pero si se hubiesen apegado a las buenas prácticas hubiera sido no uno más, porque el talento no se oculta, pero no el que fue, el rompedor de todo; también está y no tan notorio para el público en general Garry Kasparov, el ogro disciplinado y estudioso del ajedrez que una vez que comprendió los vericuetos y la historia del juego rompió el esquema defensa-posición-ataque para convertirlo en una tromba de asedio y desespero permanente a sus oponentes; o el para muchos desconocido Dick Fosbury, a propósito de las olimpiadas de Rio que ya vienen, de no haber dominado la técnica y haberse dejado llevar como bien lo decía Bird, hubiera seguido saltando con los pies y el cuerpo hacia adelante en vez de costado-espalda para aprovechar el impulso en el salto alto que revolucionó en las olimpiadas del ´68, solo por seguir la tendencia de la época.

Pero no todo se resume en ser el mejor o el primero. Hay algo que quiero aclarar antes de seguir con este texto: estamos direccionando de manera errónea a todos si pretendemos de mala manera y a cualquier precio generar líderes. Y el problema no es intentar generar líderes como si la tarea fuese enlatar sardinas, el problema es que hay personas que se lo creen y suponen posible esto. ¿Cómo modelamos a líderes? Cuando se presume que los liderazgos, inclusive en entornos tan cerrados dogmáticamente como los militares, son diferentes entre sí. Hay mil combinaciones posibles para conjugar el liderazgo. La profusión de esta palabra es tal que ya nadie sabe qué es. Y claro, en el ideario creo que mundial, ser líder es ser el mejor: el 10 en la cancha, el quaterback, el ganador nato, el non plus ultra y eso no es para nada así. Como director de una escuela de negocios que soy, donde el entorno supone que debemos formar líderes desde nuestras aulas, cada vez que lo pienso u oigo me pongo un poco nervioso porque no lo veo claro. No podemos ser todos CEO, no podemos todos ser presidentes de la nación, no todos podemos ser astronautas, ¿por qué tendríamos que ser todos líderes? La respuesta: Porque suena muy bien, porque es cool y porque es de winners y es fácil confundirlo con el que detenta eso llamado poder (el jefe) que puede hacer que las cosas sucedan por coacción más que por convencimiento. La historia, ya lo saben los que me leen, una vez lo dije, la escriben los ganadores pero nadie se pregunta si ese ganador es un líder, pero la historia también la hacen muchas personas que tuvieron el tino de seguir a alguien porque vieron, sin tanta parafernalia conceptual un modelo interesante o real y reflejo de lo que uno quisiera para sí mismo, o de admiración real y genuina. O porque mezclaron, rompieron el molde o lo convencional viendo que había más caminos.

El que primero se adapta, gana. Everett Rogers propuso una idea en forma de curva estadística que intenta reflejar la adaptación a la tecnología e innovación de las personas (la que aparece en su libro Difusión de innovaciones), que en sí mismo es un reflejo de lo estadísticamente neofóbicos que somos. La referencia de lo que les hago a ustedes más que amables lectores es que solo un 2,5% son los innovadores, aquellos que modifican un statu quo y las cosas dejan de ser como eran antes. Kasparov y Fosbury serían un ejemplo rápido. A estos innovadores los "siguen" según el estudio un 13,5% de personas que son capaces de ver cosas que si bien no inventaron ni crearon, la encuentran genial, moderna, aplicativa, en ultimas: útil. El término para este grupo de personas fue early adopters.

Sin este 13,5% la innovación propuesta no existiría, porque es este el grupo que de alguna manera funge de parlante o efecto Venturi inicial que propaga a mucha velocidad lo que ellos mismos adoptan para sí. Luego vienen siempre según Rogers mayorías que se van alineando y hacen legión para ser algo común para todos.

Para mí en el liderazgo sucede lo mismo y que claramente está sobrevalorado y mal dimensionado. Creemos posible generar líderes en masa cuando la curva de Rogers (entendiendo que un líder puede ser un innovador, que yo lo creo así) nos demuestra que son realmente pocos los que lo logran. Porque solo una minoría positiva convence sin gritar; hace de primero algo antes que los demás para predicar con el ejemplo; no cree en rangos ni posiciones piramidales sino en las personas y el talento que éstos puedan aportar para el bien común; y son claramente los que generan fidelidad en otras personas. Este perfil indudablemente son los menos pero la sociedad se empeña en hacerlos germinar como maíz y fracasa en el intento. Pero con lo que sí cuenta este pequeño 2,5% es con el apoyo de un grupo que es capaz de ver y entender que no es ni de cerca malo seguir a algo o a alguien, sin embargo que si lo es hacerlo en modo borrego sin razonamiento alguno, o no tener la humildad de entender que no todos nacimos para ser líderes pero que si vale la pena seguir a alguien talentoso, innovador, abierto, ecléctico si se quiere, comunicador, con valores o principios como los nuestros o que tiene lo que nosotros quisimos pero que carecemos, que admiramos por una u otra razón. Esos son los seguidores, esos 13,5% que nadie saben quienes son ni donde están pero que prenden la chispa de todo, son a esos los que les escribo para que sigan allí abrazando el cambio, pendientes, razonando y apoyando a los líderes y a la innovación positiva pues son la plataforma perfecta del innovador (líder) y son los que hacen que las cosas sucedan. Ser líder debe ser genial, pero también lo es, y se requiere mucha valentía, ser del grupo del 13,5%, a ustedes seguidores o early adopters van estas líneas de admiración de mi parte.

*Venezolano, director de ALTO NIVEL escuela de negocios en Guatemala. Ingeniero mecánico de profesión, cocinero por pasión, es ingeniero mecánico con estudios en maestrías de administración de negocios (MBA); y gestión de proyectos (MPM) y con Robótica y Automática Industrial a nivel de doctorado. Agitador tecnológico y admirador del talento humano y de los procesos creativos, cree en la innovación como llave de cambio. Está casado con una chapina y tiene un hijo chileno.

Pueden comunicarse con Oscar a su correo electrónico odrojas@upana.edu.gt o visitando altonivel.upa.edu.gt

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