Centroamérica & Mundo

Activismo accionarial y sostenibilidad

El activismo accionarial se define comoel diálogo directo de los accionistas con el equipo directivo de las compañías, que buscan mejorar el desempeño financiero, de gobernanza, social y/o ambiental de la empresa.

2015-07-27

Por: Pablo del Arco Fernández*

¿Recuerdan los tiempos en que la rendición de cuentas era en el mejor de los casos un mero trámite? La gestión realizada por los equipos ejecutivos de las compañías encuentra en los accionistas, cada vez en mayor medida, un duro stakeholder con intereses manifiestos y fuerte supervisión de las decisiones tomadas, especialmente en lo relacionado con el gobierno corporativo. Más allá del desarrollo y endurecimiento de la legislación al respecto, en pro de garantizar los intereses de los accionistas, y del ejercicio de poder que ejercen los grupos controladores, crece el interés del resto por influir en la hoja de ruta corporativa.

En este escenario se acuña el termino de "activismo accionarial", entendido como el diálogo directo de los accionistas con el equipo directivo de las compañías, que mediante su derecho a participar en la toma de decisiones a través del voto en las juntas, buscan mejorar el desempeño financiero, de gobernanza, social y/o ambiental de la empresa (basado en J. Cavanna, Nuevo activismo accionarial: ¿Está preparada su empresa?, 2014). Si bien existen diferentes clasificaciones, me gustaría rescatar especialmente dos de ellas.

En función de los aspectos incluidos en la "diana" de los inversionistas, puede distinguirse entre una corriente preocupada por el desempeño ESG[1], y otra enfocada en aumentar la rentabilidad para los accionistas. En esta última destacan activistas como Carl Icahn, que se hacen con participaciones y ejecutan movimientos de presión para influir en decisiones estratégicas de influencia clave en el valor de la compañía. Ejemplo de ello es la anunciada separación de Ebay y PayPal en dos compañías independientes durante este año, en la que mucho tuvo que ver la presión accionarial liderada por el propio Icahn.

Si junto al objetivo buscado se analizan las actividades o mecanismos empleados por los accionistas, es interesante la clasificación en: "hedge funds activism", cuando estos fondos o inversionistas alineados sacan la "chequera" para poder influir en la estrategia de negocio a través del umbral de propiedad, como en el caso antes señalado de C. Icahn; "vote no campaign", en que inversionistas individuales o en grupo presionan a los accionistas con poder de voto para que se pronuncien en negativo respecto a la nominación de directores para el ejercicio de gobierno (presionando indirectamente la toma de decisiones ejecutivas subsecuente); "shareholder proposal", en que los inversionistas respaldan o rechazan propuestas de los accionistas sobre reglamentación interna de la compañía, como las que atañen al ejercicio del gobierno corporativo más allá de las restricciones ya legalmente establecidas, y/o a decisiones ejecutivas, caso de las prácticas laborales, el desempeño ambiental, etc.; y "say on pay", relacionada con el plan de compensaciones a los ejecutivos, en que los accionistas manifiestan su desacuerdo mediante mecanismos de "bajo perfil", como cartas o llamados a los responsables de ello (PwC, Shareholder activism: Who, what, when, and how?, 2015).

Dos figuras han crecido al alero del activismo accionarial, generando un universo de compañías, negocio y poder. Por un lado se encuentran los "proxy advisors", que asesoran a los accionistas sobre cómo ejercer el derecho a voto; en el sentido inverso actúan los "proxy solicitors", a quienes la dirección de la compañía acude como intermediarios con los principales accionistas para garantizarse los votos en la junta (basado en J. Cavanna, 2014). Su grado de influencia en la gobernanza corporativa es cada vez mayor, lo que está generando a su vez suspicacias entre los reguladores y la propia comunidad empresarial, con creciente escrutinio de su desempeño.

Retomando el activismo accionarial enfocado en el desempeño ambiental, social y de gobierno de las compañías (ESG), destaca su cada vez mayor importancia, asociada al incremento de la sensibilidad de la sociedad respecto de esos temas, de la información disponible y de la capacidad de influencia de cada ciudadano sobre otros, a través fundamentalmente de las redes sociales. Por todos es conocida la mayor sensibilidad de las compañías europeas al respecto, y ¿qué ocurre en EE.UU.? Cabe destacar el sorprendente resultado para 2014, en que el 48% de las propuestas planteadas por los accionistas para las 250 empresas cotizadas más grandes del país, por ingresos, estaban relacionadas con aspectos sociales y ambientales, incluyendo las aportaciones políticas y lobby, junto a las prácticas laborales, derechos humanos, prácticas con animales, respeto al medio ambiente, y otros, frente al 37% relacionadas con el gobierno corporativo, y el restante 22% con las remuneraciones de los ejecutivos. La tendencia es creciente, frente al 41% de 2013, año en que se produjo el sorpasso a las propuestas de gobierno corporativo, y el 37% del período 2006-2013 (The Manhattan Institute, Proxy Monitor 2014 y 2013, universo muestral de 231 y 220 empresas respectivamente).

El activismo accionarial está contribuyendo por tanto a situar la sostenibilidad en la hoja de ruta de las compañías. Cabe citar el trabajo del Interfaith Center on Corporate Responsability (ICCR), agrupación de diferentes órdenes religiosas de EE.UU., que viene invirtiendo desde hace décadas en diferentes empresas como mecanismo para promover cambios sociales. Su trayectoria comenzó en 1970, con la presión sobre General Motors para intentar que se desvinculase de Sudáfrica durante el Apartheid, que si bien no provocó un cambio en aquel momento, contribuyó a situar el debate entre el empresariado estadounidense. Sí se produjo un claro triunfo en su presión a la compañía textil GAP Inc. para que transparentase las condiciones laborales de su cadena de suministro en Asia, que finalmente lanzó en 2014 su primer reporte de sostenibilidad, del que colaboró el propio ICCR, y en el que se aportaban datos sobre la situación en 3.000 fábricas de más de 50 países, y se reconocía el incumplimiento generalizado en la mismas del código de conducta de la firma. Sin duda el sector textil es uno de los que más intensamente vive el fenómeno de este activismo, también en Europa, con ejemplos con las actuaciones de SETEM. Esta organización, a través de su entrada en el accionariado de Inditex en 2001, viene desempeñando un papel relevante en la adopción de compromisos públicos por parte de la compañía, en relación con la supervisión de su cadena de suministro y mayor autorregulación respecto de los criterios exigidos a los proveedores, incluyendo la actualización de su código de conducta.

Los accionistas y la sociedad civil se aproximan progresivamente en sus demandas a las compañías, y sus objetivos se mueven respectivamente entre la sostenibilidad de la empresa y la "justicia social". La incorporación de las temáticas ESG en las juntas va acompañada progresivamente de un mayor número de resoluciones positivas como medida directa, o acciones a posteriori fruto de la presión generada. Sin duda, queda aún mucho por alcanzar, con grandes temas como el cambio climático, en los que veremos sustanciales avances por parte de las compañías a lo largo de este año.

*Experto en sustentabilidad.


[1] Ambiental, social y de gobierno (por sus siglas en inglés).

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