Centroamérica & Mundo

Del 'América para los americanos” al 'Todos somos americanos”

El acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos es un acontecimiento histórico y marca un precedente importante en una posible reconfiguración de las relaciones internacionales en América Latina.

2014-12-19

Por: Ulrica Nagle*

El 3 de enero de 1961 era una fría mañana cubierta de nieve en Washington cuando Eisenhower, Presidente de los Estados Unidos, recibe un telegrama de parte de Fidel Castro -líder de la revolución cubana- en el cual solicitaba que ambos países redujeran bilateralmente su personal diplomático a 11 personas respectivamente.

El hecho colocaba las relaciones diplomáticas entre ambos países en el nivel más bajo. El asunto fue discutido por el Presidente Eisenhower, el Secretario de Estado Christian Herter, el Jefe de la CIA Allen Dulles y el Jefe del Estado Mayor Conjunto Lyman Lmnitzer. Se analizó que el acceso a la base de Guantánamo continuara como hasta ese momento. Concluyeron que una medida radical desde el punto de vista diplomático no afectaría la operativa en la base naval. Por tal motivo ese mismo día, el Presidente de los Estados Unidos responde al telegrama de Castro rompiendo relaciones diplomáticas con Cuba.

Este acontecimiento se produjo como consecuencia de las deterioradas relaciones bilaterales que venían teniendo lugar a partir del 1 de enero de 1959, momento en el que Fidel Castro llega al poder en la isla, dándole fin al régimen dictatorial de Fulgencio Batista. Al inicio, se trató de una escalada comercial progresiva entre ambos países porque Castro alegaba tener como objetivo la independencia política y comercial de Cuba.

Medidas como la nacionalización de empresas por parte del novel gobierno cubano, fueron llevando a que Estados Unidos -quien era el mayor comprador de productos de la isla hasta ese momento- impusiera fuertes restricciones a la importación de productos cubanos. Pero fue la conquista de nuevos aliados políticos y comerciales por parte de Castro, lo que aceleró el rompimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países, cuestión que duró más de 50 años. Estados Unidos no estaba dispuesto a aceptar que un vecino ubicado a cincuenta millas se aliara con la muy marxista-leninista Unión Soviética.

Muchos afirman que Fidel Castro, en realidad, no buscaba la ruptura de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, pero Eisenhower - fiel a su interpretación de la Doctrina Monroe- llevó a cabo a inicios de 1961 una acción que tendría consecuencias inimaginables para el futuro de la configuración política en la región.

En el siglo XIX se desarrolla el proceso independentista latinoamericano de las potencias europeas, España y Portugal. Estados Unidos, proclama entonces la Doctrina Monroe. La Doctrina establecía que cualquier intervención de estados europeos en América, sería percibida como una agresión que requeriría la intervención directa de Estados Unidos en apoyo al país atacado. El paradigma que dominó la política exterior norteamericana a partir de la doctrina Monroe se define en 4 palabras: "América para los americanos". Tal doctrina fue ratificada en 1945 luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial con la materialización del Tratado Interamericano de Defensa República (TIAR). La única vez que existió la posibilidad de aplicarlo fue en 1982 cuando estalló la guerra entre Argentina y Gran Bretaña. Estados Unidos miró hacia el norte apoyando a los ingleses, se olvidó de sus compromisos con el sur.

Fue el presidente Kennedy quien sostuvo uno de los conceptos más importantes en términos de estrategia y táctica en la historia de las relaciones internacionales. Aplicó el concepto cuando estalló la crisis de los misiles con la Unión Soviética y Cuba. Kennedy sostenía que al adversario jamás hay que acorralarlo y dejarlo sin salida. Una negociación siempre debe tener, si no una puerta, al menos una ventana abierta de salida. Kennedy olvidó este concepto en su relacionamiento con Cuba. Puede que haya sido una de sus lecciones aprendidas a partir del rompimiento de relaciones con la isla caribeña.

Aquella decisión de Eisenhower del 3 de enero de 1961, reafirmada luego con el bloqueo comercial total a Cuba, respondía más a juegos internos en la política del Congreso, que a la estrategia de la política exterior de los Estados Unidos. La historia muestra que desde ese momento, América Latina entra de lleno en el escenario de la Guerra Fría.

Tal vez se trataba de un escenario inminente, pero la realidad es que a partir de este suceso se acelera la lucha de ambas potencias por la influencia en el continente. La Unión Soviética tenía mucho que ganar en la región, ya que América Latina y sus profundas desigualdades sociales latentes, eran terreno fértil para movimientos guerrilleros que luchaban contra la pobreza crónica del continente.

Luego de la llegada de Fidel Castro al poder y el posterior reconocimiento de que la revolución cubana era marxista-leninista, Estados Unidos realiza una reinterpretación de la Doctrina Monroe y la utiliza para intervenir directamente en muchos de los países latinoamericanos apoyando dictaduras militares y hasta financiando guerras civiles en la lucha contra las guerrillas.

Los últimos 50 años de historia en América Latina, nos muestran que la ruptura de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, así como también la intervención radical por parte de la potencia norteamericana en democracias Latinoamericanas, produjo profundas consecuencias negativas a ambos países e incluso a la región, cuyas repercusiones continúan estando latentes hoy en día.

Cuba tuvo que hacer frente al bloqueo comercial y su consecuente crisis económica la hizo pendular entre el ala de la Unión Soviética y recientemente con la chavista Venezuela. Cuba nunca logró independencia económica. Un anatema para la teoría marxista clásica.

Estados Unidos por su parte, no consiguió con estas medidas romper con la dictadura de los hermanos Castro, ni tampoco avances significativos en la reconquista de derechos y libertades civiles en la isla. Estados Unidos con su activa política intervencionista apoyó dictaduras militares radicalmente anticastristas en el Cono Sur causando profundas heridas e innumerables muertes, sin embargo la mayor cantidad de muertes se produjeron en las guerras civiles en Centroamérica. Esto originó un fuerte rechazo en la opinión pública latinoamericana hacia la potencia.

Los hechos recientes nos muestran que la situación en América Latina podía radicalizarse aún más. La isla -que con la caída de la Unión Soviética sufrió fuertemente las consecuencias del bloqueo comercial- comenzaba a depender económicamente de una Venezuela sumamente polarizada envuelta en una crisis de solvencia financiera, potenciada recientemente por la fuerte caída del precio del petróleo. Este escenario justificó la presencia de nuevos y viejos aliados externos en la región dispuestos a colaborar con importantes acuerdos comerciales, tanto en Cuba como otros países latinoamericanos. Ambas partes comparten el sentimiento antinorteamericano.

La lectura de Obama es que desde la época de Eisenhower se trazaron líneas en la política exterior de Estados Unidos hacia la región sumamente contraproducentes y o inefectivas. Además de haber perdido progresivamente influencia en el continente, potenciaron al bastión revolucionario cubano y estos apoyaron la proliferación de regímenes de carácter populista y antiestadounidense en toda la región. Probablemente por esta interpretación de los hechos, Obama decidió volver a aquel momento crucial en la política exterior de Estados Unidos, para cambiarlo.

El panorama político actual en la región latinoamericana muestra a potencias extranjeras tales como Rusia y China, ofreciendo beneficiosos acuerdos comerciales a cambio de apoyo político en su relacionamiento con otros países. Además, Latinoamérica presenta signos preocupantes para Estados Unidos y de los que Obama ha tomado nota. Si bien es cierto que todos los gobiernos latinoamericanos fueron elegidos democráticamente, muchos son de corte populista. Algunos como los de Brasil, El Salvador, Nicaragua, Chile y Uruguay están dirigidos por ex guerrilleros que aunque han aceptado los principios de la democracia liberal, presentan una ideología claramente antiestadounidense.

El acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos es un acontecimiento histórico y marca un precedente importante en una posible reconfiguración de las relaciones internacionales en América Latina. El cambio de paradigma -y doctrina- presentado por Barack Obama el 17 de diciembre de 2014, promueve nuevas relaciones con los países de América Latina y ataca directamente la filosofía de los populismos. El bastión y referente revolucionario histórico de todos los países latinoamericanos, Cuba, negocia con Estados Unidos, y así la bandera de muchos discursos de líderes populistas pierde vigencia.

El nuevo diálogo entablado por Estados Unidos y Cuba permite vislumbrar el mejoramiento de las relaciones entre los países latinoamericanos y Estados Unidos. Los desafíos a resolver también son muchos. Uno de los grandes retos que se presentan es la reacción de los sectores radicales en el continente americano. Otro es que el levantamiento del bloqueo por parte de Estados Unidos hacia Cuba sea total.

Los sectores radicales tendrán que aceptar de mala gana el hecho de que Estados Unidos y Cuba apuestan a mejorar y fortalecer sus relaciones bilaterales. Los gobiernos latinoamericanos comenzaron dando señales positivas, pero con cierto recelo. Los republicanos cubanos residentes en Estados Unidos, por su parte, condenaron fuertemente el anuncio de Obama.

En América Latina los líderes felicitaron a ambos países y en particular resaltaron la dignidad por parte del pueblo cubano. Ha sido un duro golpe para muchos de los que mantienen discursos antiestadounidense, pues ahora el país ícono de la revolución, ha comenzado este acercamiento histórico con Estados Unidos, y muchos deberán actualizar sus discursos para evitar un mayor aislamiento.

Este ha sido un enorme golpe también para los cubanos republicanos radicados en Estados Unidos. Estos han condenado fuertemente el anuncio de Obama. Siguen justificando, la actual política de Estados Unidos hacia Cuba, como la única forma de negociación para obligar a los dirigentes cubanos a instaurar una democracia con derechos y libertades civiles. Sin embargo, este argumento ha perdido vigor. Nunca los Castro en 50 años cedieron a su concepción totalitaria de la vida política. El paradigma Obama sí puede mejorar las condiciones de vida de los cubanos en la isla.

Los cubanos republicanos -muchos de ellos con familiares en Cuba- se encuentran en una situación complicada, pues condenando las medidas de Obama queda en evidencia su discurso egoísta que sigue focalizando su lucha contra los Castro, sin tener en cuenta las mejoras económicas que objetivamente le pueden llegar a la isla.

El Presidente Obama -basándose en las enseñanzas de la historia- consideró que la política hacia Cuba era obsoleta y que ha mostrado ser un fracaso. Esto, sin mencionar el enorme costo que ha tenido para Estados Unidos la pérdida de influencia y de alianzas estratégicas en América Latina.

Por otro lado, falta lo más importante en esta historia que es levantar totalmente el bloqueo. El Presidente de los Estados Unidos tiene las atribuciones para realizar un restablecimiento de las relaciones diplomáticas, pero él solo no puede anunciar el fin del bloqueo comercial. Las negociaciones entre Cuba y Estados Unidos prevén que se reabran sus respectivas representaciones diplomáticas y la liberación de presos -en ambos países- acusados de espionaje. Además más americanos podrán ir a Cuba, los cubanos podrán enviar más dinero a sus parientes, sus familiares podrán establecer negocios privados en la isla y se permitirán viajes que potencien el intercambio en ciencias y asuntos humanitarios.

La negociación entre Cuba y Estados Unidos abre sin dudas las puertas para importantes cambios, pero el proceso de normalización de negociaciones va a durar varios años. El levantamiento del bloqueo comercial de Estados Unidos hacia Cuba no depende solamente de Barack Obama sino también del Congreso.

Si bien Obama aún no solicitó al Congreso el levantamiento del embargo a Cuba, la Casa Blanca anunció que está abierta a considerarlo. Los republicanos -con mayoría en el Congreso- prometieron luchar contra estos cambios en la política exterior de Estados Unidos. En este sentido, un próximo y total levantamiento del bloqueo, parece poco probable.

El 2 de enero de 1961 y el 17 de diciembre de 2014 quedarán marcados en la historia como hitos históricos de dos paradigmas opuestos de la política exterior de Estados Unidos. Ambos con consecuencias muy diferentes para y en América Latina.

El Presidente Obama claramente es consciente que el radicalismo de la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina durante tantos años, ha provocado que el país pierda influencia en la región.

Ambas fechas, presentan elementos comunes como lo son el acercamiento de potencias externas al continente para afianzar bilateralmente las relaciones políticas y comerciales. En el ´61 los acuerdos se hacían con la Unión Soviética y julio pasado con el Presidente Ruso Putin, en su visita por el continente.

A principios del ´61, Eisenhower anuncia una radicalización de la doctrina Monroe de "América para los americanos" que afectó tremendamente las relaciones de Estados Unidos con los países latinoamericanos. A finales del 2014 Barack Obama, marca un giro en la política exterior dirigida a América Latina, presentando claramente un nuevo paradigma que tendrá un importante impacto en la posible reconfiguración de las relaciones internacionales de la región.

Esta vez, el Presidente Obama en lugar de apelar a la Doctrina Monroe como lo hicieron los presidentes de Estados Unidos por más de cinco décadas, pasa a la historia con su frase pronunciada en español "Todos somos americanos" y esto sucede 53 años, 11 meses y 15 días después de aquél lejano y frío 3 de enero de 1961.

*Analista internacional

Twitter: @ulricanagle

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