Ocio

Comer con arte

Los museos con propuestas gastronómicas de alto nivel son tendencia. Los pioneros incluyen a los más famosos del mundo, en ciudades como París, Atenas y Nueva York.

2014-05-20

Por: estrategiaynegocios.net

Hasta no hace mucho disfrutar de una comida en un museo era sinónimo de un plato rápido por una cafetería rodeado de otros visitantes que aprovechaban para descansar de la recorrida y se preparaban para seguir conociendo la ciudad. Hoy la situación es diferente. Algunos de los museos más famosos del mundo marcan tendencia y combinan gastronomía y arte; sus restaurantes se han convertido en un valor añadido de su oferta. Estrategia y Negocios eligió algunas opciones que valen la pena tenerse en cuenta.


Museo Guggenheim (Bilbao, España)
Sin dudas el colosal y sinuoso edificio diseñado por el arquitecto Frank Gehry es el símbolo de la ciudad. Tiene amantes y detractores pero nadie le es indiferente. Los visitantes del Guggenheim son recibidos por Puppy, un perro de 12 metros recubierto de flores; por la salida trasera los despiden las patas de una gigantesca araña de bronce. Alberga una colección de arte moderno y contemporáneo, aunque las instalaciones artísticas y los formatos electrónicos que rotan en el tiempo son, para muchos, su mayor atractivo (junto con el diseño arquitectónico).

El Guggenheim es la casa de Nerua, restaurante de una estrella Michelin, liderado por el reconocido chef Josean Alija quien crea y recrea un lenguaje propio, una manera de cocinar diferente, que no se deja llevar por las modas sino "por el momento". La alta cocina que propone ya es una referencia en el País Vasco -donde, dicen los expertos, está la mejor comida de España. Los interesados en saborear sus platos deben reservar lugar ya que la capacidad es de 40 clientes a la carta y de 50 con menú concertado. Los más exigentes y curiosos pueden, incluso, elegir uno de los tres espacios que hay en la barra con vista a la cocina. Si no, puede optar por las mesas pegadas a la sala ArcelorMittal con la instalación de Richard Serra (una de las más famosas del museo).

(Guggenheim; Av Abandoibarra, 2 - Bilbao)

Palazzo delle Esposizioni (Roma, Italia)
Aunque parezca extraño la capital italiana, una de las ciudades con más museos del mundo, no tiene una amplia propuesta de calidad para disfrutar de la gastronomía en esos edificios. Cocina y arte van -todavía- por separado en Roma. De todas manera hay una excepción que confirma que esos dos ingredientes son factores claves en la cultura, el Palazzo delle Esposizioni en plena Vía Nazionale, zona comercial y de fácil acceso.

El monumental edificio neoclásico fue construido en 1882 como museo, pero después fue cuartel general del Partido Comunista, comedor de los soldados aliados y baño público. A comienzos de los ’90 fue cerrado para su restauración y abrió para convertirse en el centro de exposiciones más grande de Roma. Cuenta con laboratorios de arte y diseño y una librería muy bien provista. Es sede de la mayoría de las muestras y performances multimedia que llegan a la ciudad y ofrece una variada programación de conciertos, proyección de películas y conferencias.

Además de la tradicional cafetería, en el palacio funciona Colonna, un restaurante en el último piso con techo de cristal. Diseñado por el arquitecto Paolo Desideri es una especie de jardín de invierno con dos niveles independientes e interconectados. A cargo de la cocina está el chef Antonello Colonna, definido por los expertos como un "historiador del sabor romano" y de la puesta en valor de las materias prima de calidad.

En Colonna la carta es más internacional, pero no por eso menos buena. Para el almuerzo las propuestas son excelentes y a precios razonables; de martes a viernes, en la cena, la oferta es directamente gourmet.

(Palazzo delle Espozisioni, Via Nazionale 194, Roma).

Museo del Hermitage (San Petesburgo, Rusia)
A orillas del río Neva, seis edificios integran la estructura de una de las mayores pinacotecas y museo de antigüedades del mundo. Entre las construcciones se distingue el Palacio de Invierno, residencia oficial de los antiguos zares. El Hermitage se creó con la colección privada que fueron adquiriendo los zares durante varios siglos; recién en 1917 fue transformado en museo estatal. Cuenta con más de tres millones de piezas que van desde los períodos romano y griego, a cuadros y esculturas de la Europea Occidental, arte oriental y ruso, joyas y armas.

El Restaurante Hermitage fue abierto para conmemorar el 300 aniversario de la fundación de la ciudad de San Petersburgo. Sus amplios comedores y reservados, arañas de cristal, vajilla, cristalería y manteles de hilo son un paraíso para los amantes del buen gusto. La propuesta gastronómica está a la altura de la edilicia y, por lo tanto, no es para todos los bolsillos. Eso sí, vale la pena hacer un esfuerzo para disfrutar una comida en el selecto lugar.

El menú tiene eje en la cocina rusa con un toque de "refinada creatividad". Ingredientes como el caviar, la langosta y los famosos blinis (especie de torta frita tradicional). Los especialistas recomiendan no perderse los entremeses (zakuski) acompañados de vodka ruso.

(Hermitage, Palace Square, 2, San Petesburgo).

Museo du Quai Branly (París, Francia)
A orillas del Sena se levanta el Quai Brandly, el mayor recorrido por las antiguas civilizaciones del mundo que ofrece París. Es relativamente nuevo -inauguró en el 2006- y cuenta con una colección de más de 300 mil piezas de arte étnico procedentes de áfrica, Asia, América y Oceanía; otra atracción es la arquitectura del edificio, construido en cristal forrado con árboles y plantas (fue proyectado por el arquitecto Jean Nouvel).

La colección se debe, en parte, a viajeros del siglo XIX e incluye piezas de culto a los antepasados procedentes de Nueva Guinea, esculturas de piedra de Sumatra, instrumentos musicales, muebles, objetos de madera, trajes y joyas entre muchos otros elementos. La variedad genera curiosidad y sorpresa por lo que atrae a un público muy variado.

Su restaurante Les Ombres ocupa el corazón del jardín, en la terraza, lo que permite gozar de una vista panorámica única de París a la sombra de la torre Eiffel. Pero como no sólo de paisaje y arte vive el hombre, el chef Jean-François Oyon diseñó una propuesta gastronómica acorde al ambiente cultural del museo: cocina de fusión elaborada con productos frescos y de temporada que no pierden su identidad. La posibilidad de una cena o almuerzo con un toque romántico y cinematográfico inolvidable.

(Museo Quai Brandly, 37 Quai Branly, Paris).

MoMA (Nueva York, Estados Unidos)
El Museo de Arte Moderno (MoMA) es una visita obligada para quienes van a Nueva York. Desde pintura hasta cine, ofrece de todo en su estructura de seis pisos. Los amantes de la pintura y la escultura pueden disfrutar de unas 4 mil piezas que van desde finales del siglo XIX hasta la actualidad; conserva obras clave de Pablo Picasso, Marc Chagall, Kandinsky, Mondrian y Henri Matisse y tiene un Jardín de Esculturas con trabajos de Auguste Rodin, Alexander Calder, Louise Nevelson, Pablo Serrano y Aristide Maillol.

Con vista a ese Jardín, en un rincón tranquilo, está Sette que -en un amplio salón de diseño minimalista- propone cocina italiana y también la posibilidad de encontrarse con personalidades del espectáculo que están entre sus habitúes.

Gerencia el lugar el napolitano Gianfranco Sorrentino que desembarcó en Nueva York después de pasar por Barcelona y Tokio. Su cocina no es innovadora; se ciñe a los platos más tradicionales del sur italiano, como los tagliatelle con champiñones salvajes y espárragos cubiertos con tartufo italiano. La carta de vino -muy amplia- es otro atractivo del lugar.

(MoMA, 11 W 53rd St, Nueva York).

Museo de la Acrópolis (Atenas, Grecia)
El Museo de la Acrópolis reúne unas 4 mil reliquias de hasta 2.500 años de antigüedad, desde la Era de Bronce griega hasta la Romana y la Grecia Bizantina, que fueron encontradas en excavaciones en la Acrópolis y alrededores.

El edificio es un gigante de cristal, hierro, mármol y cemento ubicado en la pendiente sureste de la colina de la Acrópolis a cientos de metros del Partenón. Las autoridades del museo trabajan desde hace años para recuperar las obras que fueron llevadas de la Acrópolis durante el Imperio Otomano y trasladadas al Museo Británico de Londres.

En el segundo piso funciona un elegante restaurante con una vista inmejorable no sólo de la Acrópolis, sino del tradicional y colorido barrio de Placas. En su amplia terraza se puede degustar su menú que incluye una gran variedad de platos tradicionales de la cocina mediterránea con un toque gourmet.

(Museo de la Acrópolis, Athina 117 42, Atenas).

12 ejemplares al año por $75

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