En la era de los robots ¿Decimos adiós al trabajo (humano)?

La publicaci&oacute;n brit&aacute;nica The Economist considera que la alarma es exagerada, pero admite que la transici&oacute;n puede ser larga y dura, y que tanto empresarios como pol&iacute;ticos deben ayudar a los trabajadores a adquirir nuevas capacidades laborales, y preparar a las futuras generaciones para convivir con sitios de trabajo llenos de m&aacute;quinas dotadas con inteligencia artificial. Los editores de esta revista proponen un nuevo e id&iacute;lico tipo de pacto social, un mundo feliz al estilo Aldous Huxley. Los trabajadores aceptar&iacute;an cambiar de oficio con flexibilidad y recibir formaci&oacute;n tecnol&oacute;gica permanente. Al mismo tiempo, el Estado deber&iacute;a garantizar un salario b&aacute;sico y las prestaciones sociales fundamentales (pensiones, salud). Por su lado, las empresas tendr&iacute;an libertad para formar, contratar y despedir seg&uacute;n sus necesidades.Loek Groot, de la Escuela de Econom&iacute;a de la Universidad de Utrecht, considera que una renta b&aacute;sica ser&iacute;a una medida justa a la vez que eficaz para equilibrar la desigualdad y la falta de empleo. Sin embargo, la idea de una renta b&aacute;sica a escala global aparece, por el momento, lejana de las tendencias que siguen los Estados y el sector privado.Pero los saltos tecnol&oacute;gicos que tuvieron anteriores revoluciones industriales son diferentes de los posibles impactos de la actual. Las innovaciones se multiplican y expanden con una rapidez hasta hace pocas d&eacute;cadas imprevisible. Otro informe de McKinsey Global Institute indica que la transformaci&oacute;n de la sociedad gracias a la Inteligencia Artificial ocurrir&aacute; &quot;10 veces m&aacute;s r&aacute;pido y a 300 veces la escala, o aproximadamente 3.000 veces el impacto que tuvo la revoluci&oacute;n industrial&quot;. Cuando se produjeron anteriores saltos tecnol&oacute;gicos, los trabajadores y empresas afectados pod&iacute;an moverse hacia otros sectores y no deb&iacute;an competir con robots que trabajan m&aacute;s r&aacute;pido y con m&aacute;s eficiencia. La competitividad obligar&aacute; a dotarse de medios m&aacute;s avanzados para poder seguir existiendo. O sea, se estrechar&aacute; el espacio del empleo.En efecto, la revoluci&oacute;n industrial actual tiene unas dimensiones antes desconocidas. El escritor John Lanchester recuerda que la compa&ntilde;&iacute;a m&aacute;s productiva en 1960 era la General Motors. Generaba US$7.600 millones anuales despu&eacute;s de pagar sueldos e impuestos, y empleaba a 600.000 personas. Hoy la compa&ntilde;&iacute;a m&aacute;s productiva del mundo es Apple y genera US$89.000 millones y emplea tan solo a 92.000 trabajadores.En general los defensores de la IA basan sus argumentos en suposiciones y expresiones de deseo. Joel Mokyr, un historiador econ&oacute;mico de la Northwestern University, dice que &quot;no podemos predecir qu&eacute; trabajos se crear&aacute;n en el futuro, pero siempre ha sido as&iacute;. Hay trabajos hoy que nadie habr&iacute;a podido predecir en el pasado&quot;. En otros casos, se presenta un futuro color de rosa en el que las m&aacute;quinas se ocupar&aacute;n de hacer m&uacute;ltiples trabajos y &quot;la gente tendr&aacute; m&aacute;s tiempo para consumir bienes y servicios, incrementando la demanda en la econom&iacute;a&quot;, sin tener en consideraci&oacute;n lo que se pregunta Martin Ford, el autor de Rise of the robots: &quot;en un mundo con menos empleos, ¿qui&eacute;n tendr&aacute; los ingresos y la confianza para comprar los productos y servicios producidos por el sistema econ&oacute;mico? ¿De d&oacute;nde vendr&aacute; la demanda?&quot; El futuro estar&iacute;a marcado por una robotizaci&oacute;n con desempleo masivo y deflaci&oacute;n.El historiador israel&iacute; Yuval Noah Harari plantea en su reciente libro, Homo Deus, que la humanidad dejar&aacute; de ser la entidad con mayor capacidad de inteligencia y creatividad. Maquinas con eficientes algoritmos electr&oacute;nicos nos superar&aacute;n. Las computadoras sabr&aacute;n mejor que nosotros qu&eacute; hacer. Harari considera que los avances tecnol&oacute;gicos permitir&aacute;n a la humanidad extender su longevidad y solucionar muchos de los problemas que todav&iacute;a le acosan, como pandemias o hambrunas. Pero cree que se puede cometer el error de dar tanto poder a los robots que perdamos nuestra capacidad de decisi&oacute;n y organizaci&oacute;n del futuro frente a ellos.Por su parte, Michael Bess, tras analizar los avances en bioelectr&oacute;nica, gen&eacute;tica, nanotecnolog&iacute;a, inteligencia artificial, rob&oacute;tica y biolog&iacute;a sint&eacute;tica, considera que se abren posibilidades extraordinarias en la medicina y otros campos. Pero afirma que corremos el riesgo de fusionarnos con las m&aacute;quinas hasta un nivel que ser&aacute; dif&iacute;cil diferenciarnos de ellas. Al comentar las pel&iacute;culas Her, de Spike Jones, y Ex Machina, el ensayista Daniel Mendelsohn, se pregunta si no estaremos ante un cambio evolutivo en nuestras vidas y &quot;ante el peligro de perder nuestra humanidad, y devenir indistinguibles de nuestros aparatos&quot;.Mientras crece este debate emerge la realidad m&aacute;s inmediata del desempleo estructural. Las cifras de la Organizaci&oacute;n Mundial del Trabajo muestran que en el mundo no se crea empleo suficiente para absorber la masa de j&oacute;venes que cada a&ntilde;o buscan incorporarse a un mercado que se empeque&ntilde;ece. Esto no se debe a la crisis econ&oacute;mica actual. En verdad, la crisis se ha convertido en una situaci&oacute;n permanente, y la precariedad se ha vuelto una forma de vida. Los millones de refugiados que huyen de situaciones extremas, guerra y falta de oportunidades m&iacute;nimas para tener una vida digna son la expresi&oacute;n m&aacute;s fehaciente. Los robots, el 1%, los j&oacute;venes en armas en Siria o Nigeria, las muertes por epidemias y la mayor longevidad son partes del mismo mundo, aunque est&eacute;n, y vayan a estar todav&iacute;a m&aacute;s, tan alejados entre s&iacute;. Lea aqu&iacute; la nota original.

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