Claves del día

Reelección presidencial no termina de definirse en Honduras

La reelección presidencial sigue teniendo primeras planas, mientras el país sigue sumido en una crisis de la cual no sólo no termina de salir, sino que parece interminable, a pesar de las medidas del gobierno para solucionarla.

2016-08-11

Por: Dardo Justino Rodríguez - estrategiaynegocios.net

La crisis hondureña no es sólo económica, sino que abarca el estado de la seguridad ciudadana, la corrupción imperante, el creciente descreimiento de la población hacia las "soluciones" presentadas… en fin, toda una plétora de problemas que van y vienen, pero que parecen estar muy por detrás de la tan meneada reelección en la mente de los políticos catrachos.

Juan Orlando Hernández, actual presidente hondureño, es visualizado como el verdadero impulsor de las iniciativas pro reeleccionistas, aunque, en rigor de verdad, desde que asumió, jamás se refirió a sus intentos continuistas, sino que, por el contrario, ha dicho "a mí déjenme trabajar".

Claro que pocos le creen, pues no sólo basta con recordar algunas de sus frases pre-electorales, como aquella en la cual dijo que sería un nuevo Carías, en alusión al caudillo nacionalista que gobernó con mano de hierro por 16 años en la primera mitad del siglo XX, sino que nunca ha desalentado a sus correligionarios cachurecos que idean una y otra actividad con el objetivo de lograr su permanencia en el poder institucional.

Acciones que van desde recolección de firmas y marchas por las calles capitalinas, hasta eruditos jurisconsultos justificando la decisión de la anterior CSJ con esos argumentos tan caros a los abogados, que hoy aseguran una posición y mañana la contraria.

Así las cosas por el lado del oficialismo, que rezuma optimismo, pareciera que, por el lado de la oposición, sus líderes accionaran en favor de los intereses del partido Nacional. No sólo no se ponen de acuerdo en casi nada, sino que se enfrentan con declaraciones que sólo confunden a sus propias bases.

El liberalismo sigue inmerso en la profunda crisis que arrastra desde 2009, con un liderazgo que no es tal y referentes que salen a dar declaraciones contradictorias. En efecto, Mauricio Villeda, el presidente de los rojiblancos, no tiene condiciones políticas ni carisma suficiente para dirigir un partido en ebullición. Aunque ha sido lo suficientemente realista como para tragar saliva y aliarse con su otrora acérrimo enemigo, el "jefe" del partido Libre, Manuel Zelaya, ello no ha sido suficiente, pues sus propias tropas se debaten entre aceptar al díscolo ex presidente o rechazarlo de una vez y para siempre.

El Partido Anticorrupción, por su parte, actúa como un ebrio tras una noche de juerga. Sus referentes pelean combates que ni siquiera tienen fundamentos políticos, sino que se basan en intereses personales, en los cuales, las más de las veces, el ego toma la delantera. Todo un problema para un partido que surgió como expresión de cansancio de las "mañas" de la clase dirigente hondureña.

Libre, en tanto, el segundo partido tras las elecciones de 2013, se sigue atomizando. Las causas, a pesar de su aparente complejidad, son simples y se reducen a dos: su propio origen, con muchos "dirigentes" que se sumaron por conveniencia, sin contar con una firmeza político-ideológica que sustentara sus acciones, y la personalidad de Mel Zelaya, quien, en los últimos tiempos, ha dado rienda suelta, indisimuladamente, a su ambición personal: volver a la Casa Presidencial con la banda cruzada sobre el pecho.

Foto: Estrategia y Negocios

Mel Zelaya.

Zelaya, a pesar de su reciente "renuncia" a una candidatura en favor de lograr la unidad inter-partidaria opositora, sigue firme en su idea, la que ya parece haberse convertido en una obsesión. Ello le ha valido enemistarse con viejos amigos y fieles seguidores, ninguno de los cuales mencionaremos en estas líneas, pues no todos esos disensos se han hecho públicos. Empero, basta con saber que algunos de ellos lo han acompañado a lo largo de toda su vida política, pero que hoy en día, se han retirado a sus residencias a hacer vida familiar, ausentándose de la actividad partidaria.

A fines de la semana pasada, el liberalismo llamó a una movilización anti reeleccionista, la cual, en lugar de convertirse en un ejemplo de unidad y firmeza, al par de ser una muestra de poder de convocatoria, se transformó en una penosa escalada de declaraciones que, por lo menos, sirvieron a la opinión pública para atisbar los verdaderos sentimientos de los líderes partidarios.

Zelaya dijo que no marcharía con golpistas, mientras no se niega a aliarse con ellos con fines electorales. Villeda, en tanto, le pidió que se olvidara de los hechos de 2009, a la vez que deslizó duras críticas hacia las verdaderas intenciones del ex presidente.

La presencia en la marcha del ex general Romeo Vásquez Velásquez no sirvió, precisamente, para ganar adeptos o eventuales votos. Su figura no es bien recibida por el grueso de la opinión pública, ni siquiera por muchos de aquellos que fueron promotores de los hechos de junio de 2009. Es que no quieren recordar sus pasadas acciones, y la figura del militar en retiro los enfrenta con su propio pasado.

Desde el nacionalismo, a pesar de todos sus problemas, siguen viendo con optimismo la situación, no tanto por sus propias acciones pro reeleccionistas, sino porque la oposición, con sus enfrentamientos y constantes torpezas, les facilita el camino. Un camino en el cual no están dispuestos a ceder posiciones, apoyados en una disciplina partidaria a la cual la oposición del callejista MONARCA o las declaraciones de la ex precandidata presidencial Eva Fernández, no hacen mella.

Si bien es dable señalar que algunos dirigentes de primer nivel no estarían conformes con una nueva candidatura de Juan Orlando Hernández, no se atreven a oponerse, porque la "barredora" del presidente los quitaría inmediatamente del medio, llevándolos al ostracismo político. Eso afianza la tan pregonada disciplina partidaria.
En cuanto a la legitimidad de la reelección, la dirigencia cachureca está empecinada en reconocer como válida la decisión de la Corte Constitucional, aunque la misma no la habilita, sino que solamente eliminó la prohibición de hablar de ella, tal como lo declaró un par de semana atrás la ex magistrada de la Sala de lo Constitucional Silvia Santos.

"En ningún momento la Sala Constitucional se ha pronunciado sobre la reelección de nadie; sólo el pueblo puede elegir a alguien; la Sala Constitucional lo único que ha hecho es quitar la penalidad para que cualquier ciudadano pueda hablar sobre la reelección", dijo la ex magistrada en su momento.

Por su parte, un Congreso Nacional dominado por el oficialismo -aunque no cuenta con bancas propias suficientes-, se dispone a debatir sobre cuatro propuestas de plebiscito, ninguna de las cuales da muestras de seriedad legislativa. Es que proponen una cantidad de preguntas que nadie puede responder con convicción en un cuarto oscuro, la mayoría de las cuales no tienen concordancia con el tema que desvela a todos: la reelección presidencial.

Así las cosas, será cuestión de ver cómo evoluciona la situación general, con un EEUU observando, atento, mientras se profundiza la lucha contra el crimen organizado, la corrupción y su correlato de impunidad, la inseguridad y la falta de oportunidades laborales para el grueso de la población.

Si el primer mandatario Juan Orlando Hernández no soluciona todos esos problemas, o, por lo menos, avanza en su neutralización, su reelección será una utopía. Washington, en tanto, lo sigue tomando de la mano, pero, como ya es costumbre en el norte, va mirando con atención el surgimiento de un eventual reemplazante de confianza.

Reelección presidencial no termina de definirse en Honduras

La reelección presidencial sigue teniendo primeras planas, mientras el país sigue sumido en una crisis de la cual no sólo no termina de salir, sino que parece interminable, a pesar de las medidas del gobierno para solucionarla.

Por: Dardo Justino Rodríguez - estrategiaynegocios.net

La crisis hondureña no es sólo económica, sino que abarca el estado de la seguridad ciudadana, la corrupción imperante, el creciente descreimiento de la población hacia las "soluciones" presentadas… en fin, toda una plétora de problemas que van y vienen, pero que parecen estar muy por detrás de la tan meneada reelección en la mente de los políticos catrachos.

Juan Orlando Hernández, actual presidente hondureño, es visualizado como el verdadero impulsor de las iniciativas pro reeleccionistas, aunque, en rigor de verdad, desde que asumió, jamás se refirió a sus intentos continuistas, sino que, por el contrario, ha dicho "a mí déjenme trabajar".

Claro que pocos le creen, pues no sólo basta con recordar algunas de sus frases pre-electorales, como aquella en la cual dijo que sería un nuevo Carías, en alusión al caudillo nacionalista que gobernó con mano de hierro por 16 años en la primera mitad del siglo XX, sino que nunca ha desalentado a sus correligionarios cachurecos que idean una y otra actividad con el objetivo de lograr su permanencia en el poder institucional.

Acciones que van desde recolección de firmas y marchas por las calles capitalinas, hasta eruditos jurisconsultos justificando la decisión de la anterior CSJ con esos argumentos tan caros a los abogados, que hoy aseguran una posición y mañana la contraria.

Así las cosas por el lado del oficialismo, que rezuma optimismo, pareciera que, por el lado de la oposición, sus líderes accionaran en favor de los intereses del partido Nacional. No sólo no se ponen de acuerdo en casi nada, sino que se enfrentan con declaraciones que sólo confunden a sus propias bases.

El liberalismo sigue inmerso en la profunda crisis que arrastra desde 2009, con un liderazgo que no es tal y referentes que salen a dar declaraciones contradictorias. En efecto, Mauricio Villeda, el presidente de los rojiblancos, no tiene condiciones políticas ni carisma suficiente para dirigir un partido en ebullición. Aunque ha sido lo suficientemente realista como para tragar saliva y aliarse con su otrora acérrimo enemigo, el "jefe" del partido Libre, Manuel Zelaya, ello no ha sido suficiente, pues sus propias tropas se debaten entre aceptar al díscolo ex presidente o rechazarlo de una vez y para siempre.

El Partido Anticorrupción, por su parte, actúa como un ebrio tras una noche de juerga. Sus referentes pelean combates que ni siquiera tienen fundamentos políticos, sino que se basan en intereses personales, en los cuales, las más de las veces, el ego toma la delantera. Todo un problema para un partido que surgió como expresión de cansancio de las "mañas" de la clase dirigente hondureña.

Libre, en tanto, el segundo partido tras las elecciones de 2013, se sigue atomizando. Las causas, a pesar de su aparente complejidad, son simples y se reducen a dos: su propio origen, con muchos "dirigentes" que se sumaron por conveniencia, sin contar con una firmeza político-ideológica que sustentara sus acciones, y la personalidad de Mel Zelaya, quien, en los últimos tiempos, ha dado rienda suelta, indisimuladamente, a su ambición personal: volver a la Casa Presidencial con la banda cruzada sobre el pecho.

Zelaya, a pesar de su reciente "renuncia" a una candidatura en favor de lograr la unidad inter-partidaria opositora, sigue firme en su idea, la que ya parece haberse convertido en una obsesión. Ello le ha valido enemistarse con viejos amigos y fieles seguidores, ninguno de los cuales mencionaremos en estas líneas, pues no todos esos disensos se han hecho públicos. Empero, basta con saber que algunos de ellos lo han acompañado a lo largo de toda su vida política, pero que hoy en día, se han retirado a sus residencias a hacer vida familiar, ausentándose de la actividad partidaria.

A fines de la semana pasada, el liberalismo llamó a una movilización anti reeleccionista, la cual, en lugar de convertirse en un ejemplo de unidad y firmeza, al par de ser una muestra de poder de convocatoria, se transformó en una penosa escalada de declaraciones que, por lo menos, sirvieron a la opinión pública para atisbar los verdaderos sentimientos de los líderes partidarios.

Zelaya dijo que no marcharía con golpistas, mientras no se niega a aliarse con ellos con fines electorales. Villeda, en tanto, le pidió que se olvidara de los hechos de 2009, a la vez que deslizó duras críticas hacia las verdaderas intenciones del ex presidente.

La presencia en la marcha del ex general Romeo Vásquez Velásquez no sirvió, precisamente, para ganar adeptos o eventuales votos. Su figura no es bien recibida por el grueso de la opinión pública, ni siquiera por muchos de aquellos que fueron promotores de los hechos de junio de 2009. Es que no quieren recordar sus pasadas acciones, y la figura del militar en retiro los enfrenta con su propio pasado.

Desde el nacionalismo, a pesar de todos sus problemas, siguen viendo con optimismo la situación, no tanto por sus propias acciones pro reeleccionistas, sino porque la oposición, con sus enfrentamientos y constantes torpezas, les facilita el camino. Un camino en el cual no están dispuestos a ceder posiciones, apoyados en una disciplina partidaria a la cual la oposición del callejista MONARCA o las declaraciones de la ex precandidata presidencial Eva Fernández, no hacen mella.

Si bien es dable señalar que algunos dirigentes de primer nivel no estarían conformes con una nueva candidatura de Juan Orlando Hernández, no se atreven a oponerse, porque la "barredora" del presidente los quitaría inmediatamente del medio, llevándolos al ostracismo político. Eso afianza la tan pregonada disciplina partidaria.

En cuanto a la legitimidad de la reelección, la dirigencia cachureca está empecinada en reconocer como válida la decisión de la Corte Constitucional, aunque la misma no la habilita, sino que solamente eliminó la prohibición de hablar de ella, tal como lo declaró un par de semana atrás la ex magistrada de la Sala de lo Constitucional Silvia Santos.

"En ningún momento la Sala Constitucional se ha pronunciado sobre la reelección de nadie; sólo el pueblo puede elegir a alguien; la Sala Constitucional lo único que ha hecho es quitar la penalidad para que cualquier ciudadano pueda hablar sobre la reelección".

Silvia Santos, ex magistrada CSJ

Por su parte, un Congreso Nacional dominado por el oficialismo -aunque no cuenta con bancas propias suficientes-, se dispone a debatir sobre cuatro propuestas de plebiscito, ninguna de las cuales da muestras de seriedad legislativa. Es que proponen una cantidad de preguntas que nadie puede responder con convicción en un cuarto oscuro, la mayoría de las cuales no tienen concordancia con el tema que desvela a todos: la reelección presidencial.

Así las cosas, será cuestión de ver cómo evoluciona la situación general, con un EEUU observando, atento, mientras se profundiza la lucha contra el crimen organizado, la corrupción y su correlato de impunidad, la inseguridad y la falta de oportunidades laborales para el grueso de la población.

Si el primer mandatario Juan Orlando Hernández no soluciona todos esos problemas, o, por lo menos, avanza en su neutralización, su reelección será una utopía. Washington, en tanto, lo sigue tomando de la mano, pero, como ya es costumbre en el norte, va mirando con atención el surgimiento de un eventual reemplazante de confianza.

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