Claves del día

Biología y mitología de negocios (la célula que explota)

Ahora la búsqueda y la gestión de las personas se centra en el aporte real al ecosistema laboral donde todos cuentan, donde mitocondrias, citoplasma y demás partes son equilibrio en sí mismo.

2016-03-30

Por: óscar D. Rojas Morillo*

Todo está integrado. Como una célula, dentro de sí misma hay todo lo necesario para la germinación de la vida, es un sistema termodinámico altamente especializado que en función a lo que se necesita se complejiza hasta el infinito. Todo dentro de cualquier organización que tenga divisiones en su estructura y que sea capaz de producir dividendos para sostenerse a sí misma e incluso evolucionar (fin último de todo) cuenta con un apartado que le resulta crucial para su desempeño: La gestión de sus partes. Bien sea porque de manera instintiva o evolutiva se autocontrola o porque algo o alguien lo mantienen para garantizar supervivencia, lo pueden llamar como quieran: inercia, mano invisible, fuerza de gravedad, presencia alienígena, deriva, suerte, ganas de existir; en fin, lo que sea, pero cuando hay eventos que afectan el sistema para bien o para mal, sin duda conviene analizar su naturaleza para: 1. Conocerlos; 2.Comprenderlos; 3. Estudiarlos para su mejora o su no degradación; o 4. Señalarlos como factor negativo y neutralizar sus efectos para no terminar contaminando el sistema completo (un virus, anticuerpo, un riesgo, una frecuencia equivocada).

Imaginemos esto. Cada empresa, indistintamente el tamaño es como una versión única del laberinto de Creta diseñado por Dédalo para mantener a raya a Asterión el minotauro, intrincado e insondable, y siempre con tendencia a la rebelión y con alta entropía cuando se trate de entornos donde predomine lo impuesto, lo opuesto a la libertad, lo rígido, por la naturaleza y esencia humana de cada organización.

Durante años esta división (bien sea gerencia, dirección, cubículo o planilla dentro de la computadora de alguien) ha estado basada en decisiones rígidas (o al menos poco flexibles) tomadas inicialmente por áreas de la empresa que dejaban por fuera el factor humano, me refiero a producción, mercadeo, proyectos, I+D, y solo después de haberse tomado las famosísimas decisiones estratégicas, se desprendían las acciones y directrices impuestas y no consensuadas para ajustar el recurso más básico y vital dentro de la organización: la gente y su talento.

Sucedía entonces que estas decisiones estratégicas muchas veces trasgredían o anulaban a otras tomadas un tiempo atrás por la misma dirección e igualmente estratégicas para comenzar a establecer la política de la improvisación y del toque de diana y comenzar una danza rave de personas de un lado a otro para hacer realidad las, una vez más, decisiones estratégicas tomadas en la mesa de dirección. Es verdad, debería ser al revés, saber con quién contamos para hacer lo que vayamos a hacer y en función de eso planificar, pero el mundo real dista mucho de los sueños. En todo caso, salvo que sea Corea del Norte, ningún país u organización debería planificar guerras sin soldados ni munición suficiente.

Pero las cosas cambian, desde que las empresas más dinámicas e imitadas del mundo se dieron cuenta que son mejores, o alcanzan cotas superiores en rendimientos, productividad o resultados cuanto más integrados, felices y mejor preparados tienen a sus colaboradores. Inclusive hasta ese nombre cambió: ya no son un recurso que suena a commodities, y ahora centran la verdadera ventaja competitiva en las personas; ya son colaboradores o partners para lograr los objetivos conjuntos con todas las demás áreas. Porque de no ser así, la posibilidad de fallo o riesgo de no cumplir es muy elevado. El desafío moderno de lo que antes se llamaba recursos humanos es hoy inminente, fascinante pero a la desafiante y se puede volver, mal llevado, en un auténtico dolor de cabeza si seguimos confinándolo para que no moleste (como el minotauro en su laberinto) o tomándolo en cuenta hasta último momento y solo cuando se cree que se necesita.

El talento cuando suda. Lo decía Picasso que era más transpiración que inspiración. A fin de cuenta la idea puede durar (de hecho es así) milisegundos en nuestro cerebro. El estallido. La luz. El clímax. Y ahora a trabajar que no hay de otra, porque si no, morirá nonata como otras millones de fantásticas ideas que naufragaron y se hundieron en el océano. En esa fosa deben yacer muchas de las mejores ideas del mundo, producidas por mentes que no se levantaron corriendo al menos a escribirlas. Pero cuando nos referimos a sistemas completos y complejos, el talento si es un factor cuasi-determinante (por política personal intento no ser absoluto en nada) para que las cosas funcionen. Si me leen con cierto recelo o incredulidad quizá ustedes son los que piensan que mientras más suda la camiseta, más calvo se queda, con más stress se llega a casa, menos se ven a los niños, más horas extras (no remuneradas) se hacen, inexorablemente más se acerca uno al cuadro del empleado del mes y al tan ansiado golpecito en el hombro de felicitaciones del semidios de nuestro jefe venido del Olimpo. Mala noticia: hoy no es así y no volverá a ser así jamás y aquí si soy absoluto. En un mundo totalmente especializado el factor compromiso (no medible pero si mejorable, todo tiene su excepción mi estimado Lord Kelvin) no se cuantifica de esa manera. Hay una frase anglosajona que resume este epígrafe: work smarter not harder. Somos más eficientes cuanto más pensamos y utilizamos nuestra capacidad de inteligencia instalada (sudamos menos que no es trabajar menos) antes de actuar. ¿Siguen sin creerme? miren a las empresas más innovadoras y progresistas, ¿creen que la gente está allí incomoda o se les valora por el esfuerzo titánico que hacen a las 01:45 de la mañana la tercera semana de cada mes durmiendo sobre la computadora intentando cuadrar un balance? La verdad es que no, son las que generan mayor creatividad, tienen libertad de acción, mejores espacios de trabajo, horarios flexibles, cada uno sabe lo que debe hacer porque son direcciones hechas por personas inteligentes para personas igualmente inteligentes y talentosas. Las políticas de homesourcing, elasticidad, falta de jerarquías son la prueba, y oh sorpresa! no solo los que trabajan allí no se quieren ir, sino que con cada convocatoria por una nueva plaza hay filas al estilo audición de American Idol para postular y claramente eso entre las personas genera compromiso y lealtad, y ganas de trabajar bien e inteligentemente.

El llanero solitario no estaba nunca solo. ¿Vieron la película Steve Jobs? (vienen spoilers, ¡cuidado!) Michael Fassbender caracteriza al genio insoportable en su búsqueda de su propio shibumi. La película transcurre en los preludios a sus legendarias, mesiánicas e hipnóticas presentaciones. El ejercicio Boyleano se ejemplifica totalmente sobre todo cuando comienza el nudo ensayando una presentación ante sus más cercanos colaboradores y entra en un dialogo inesperado con un Wozniak desde la tribuna incomprendido, hippie, rendido a la evidencia de la superestrella suplicando que vuelva su amigo del garaje y sueños, desaparecido entre tanta parafernalia y luces de artificio, y en la que comienzan primero a dialogar y luego a pelear a gritos y en la que Woz ya exasperado le recuerda quien es, que no hizo "nada", que no pensó nada por sí mismo, y con cólera apagada este Jobs trasmutado desde el centro del escenario le dice, tras una pausa donde ve a su equipo de montaje de la presentación atónito asistiendo a una discusión a la que no fue invitado, jugando al teamplayer que nunca fue por su enorme egolatría, disparando, aceptando el envite y redoblando la apuesta: "YO soy el director de la orquesta".

Y tenía razón, quizá no tocaba ningún instrumento y por sí solo no era capaz de hacer música de nada, pero nadie hacía sonar como él a sus músicos en conjunto. El Sergiu Celibidache de la tecnología. Fin de la escena.

Salvando al Minotauro. Una de las vertientes mitológicas es que Asterión, el minotauro, devoraba personas cada cierto tiempo en el laberinto de donde no podia salir y estaba obligado hasta la eternidad a buscar una puerta que nunca encontraría, y fue Teseo el que lo mató liberando a Atenas de Creta y al propio Asterión de su encierro. Yo me centro más, para la fábula que persigo, en el fantástico cuento de Borges La casa de Asterión, que plantea en cambio a un Asterión no como el ser lleno de ferocidad, sino más bien como alguien o algo que no es comprendido del todo. Mucho más manso y dispuesto a ayudar y a ser rescatado que otra cosa. Eso creo que debe ser la gestión de personas hoy. Cercana y tomada en consideración en todo momento. No olvidando que por muy compleja (o delicada se tornen las relaciones humanas) como podría ser el minotauro, es y debe ser manejable y allí radica la real importancia de ella dentro de cualquier organización que se precie y que tenga más de dos personas en su nómina.

Entendiendo a la célula. Al mismo Jobs se le atribuye la idea que el contrataba a las personas más inteligentes para que fueran estas los que les dijeran que hacer a los directores y no al revés (liderazgo lateral y delegación en estado puro). La gestión de la parte más compleja e interesante de la organización se comienza a tomar en serio después de la irrupción de las empresas unicornio, virando hacia las competencias reales de cada persona y lo que podía aportar para tareas de alto valor agregado (muchas veces singulares y únicas). Valorar al talento por sobre casi todo lo demás.

Ahora la búsqueda y la gestión de las personas se centra en el aporte real al ecosistema laboral donde todos cuentan, donde mitocondrias, citoplasma y demás partes son equilibrio en sí mismo; procurando las mejores condiciones para conseguir precisamente que cada célula se desarrolle y se comunique continuamente con otras y juntas a otras más, cual iones enlazados libremente en diferentes orbitas sean estos los conjuntos que lideren cambios, generen una cultura propia, compromisos, lealtades e inteligencias homemade que llevarán adelante procesos innovadores debido a la mitosis de talento y compromiso que son propios de la evolución, la libertad y las sociedades del conocimiento.

*Venezolano, director de ALTO NIVEL escuela de negocios en Guatemala. Ingeniero mecánico de profesión, cocinero por pasión, es ingeniero mecánico con estudios en maestrías de administración de negocios (MBA); y gestión de proyectos (MPM) y con Robótica y Automática Industrial a nivel de doctorado. Agitador tecnológico y admirador del talento humano y de los procesos creativos, cree en la innovación como llave de cambio. Está casado con una chapina y tiene un hijo chileno.

Pueden comunicarse con Oscar a su correo electrónico odrojas@upana.edu.gt o visitando altonivel.upa.edu.gt

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