Claves del día

Economías compartidas: llegaron para quedarse

Este movimiento del consumo colaborativo obliga a las sociedades un cambio cultural y económico en los hábitos de consumo marcado por la migración de un escenario de consumismo individualizado hacia nuevos modelos potenciados por los medios sociales.

2016-02-15

Por: Daniel Suchar Zomer*

El mundo está cambiando y con ello, las nuevas tendencias sobre compartir lo que se tiene, dejando atrás el gran consumismo que prevalecía desde hace tres o cuatro décadas atrás.

El consumo colaborativo o economía compartida se define como una interacción entre dos o más sujetos, en algunas ocasiones manifestado a través de medios digitalizados, que satisface una necesidad real o potencial, a una o más personas.

Hoy en días, las plataformas digitales (llámese Internet y Apps en teléfonos móviles) establecen un marco, donde los usuarios pueden interactuar entre ellos y/o con la misma tribuna. Los usuarios seleccionan el rol que desean en cada momento, o varios roles simultáneamente es un sistema abierto y dinámico. Normalmente, existe un sistema de evaluación entre usuarios, mediante el cual, adquieren una reputación, y con ella, la confianza necesaria para seguir llevando a cabo la actividad que deseen.

Cuanto mayor sea el número de usuarios, que exista en la plataforma digital, más valor tendrá la misma, los usuarios tendrán más posibilidades de elección y/o desarrollo, serán mejor evaluados, y la confianza estará más contrastada. De hecho, hoy en dia, casos como Uber®, Airbnb®, Blablacar®, Taskrabbit®, Bizpora®, Kickstarter®, Indiegogo®, Bookmoch®, Knok® o YesWePark®; son algunos de los ejemplos de aplicaciones que ofrecen ese desarrollo multidinámico entre los compradores y oferentes.

Y es que este movimiento del consumo colaborativo obliga a las sociedades un cambio cultural y económico en los hábitos de consumo marcado por la migración de un escenario de consumismo individualizado hacia nuevos modelos potenciados por los medios sociales y las plataformas de tipo peer-to-peer (red-entre-pares o red-entre-iguales).

Y no es para menos. El pronóstico para el crecimiento del mundo según el Fondo Monetario Internacional (FMI) para el 2016, es de un +3,8% pero si se segrega las economías más fuertes del orbe, estas no crecen tan rápido como el Producto Interno Bruto (PIB) mundial. Entonces, con la crisis económica, el avance de las nuevas tecnologías y el auge de las redes sociales e Internet, al consumo tradicional le está saliendo un nuevo competidor (consumo colaborativo) que cada vez tiene más presencia, por las múltiples posibilidades y ventajas que ofrece a los consumidores.

Si se analiza desde el punto de vista de la economía clásica, las economías compartidas (transaccionales, no gratuitas) altera el "statu quo" de la definición de mercado. En el desarrollo teórico del "libre mercado de competencia perfecta" (el que consigue la mayor eficiencia en la producción y asignación de bienes), algunos economistas citan como características de este mercado:

  1. La existencia de un gran número de productores y consumidores, que los convierte en precio-aceptantes.
  2. La transparencia del mercado, que permite la información completa y gratuita de productores y consumidores.
  3. La inexistencia de barreras de entrada o salida al mercado.
  4. La movilidad perfecta de bienes y factores, con costes de transporte despreciables.
  5. La inexistencia de costes de transacción para los productores y consumidores.
Pero todo lo anterior, aunque parezca lo mejor que se ha creado, también hay una gran cantidad de detractores que se plantan firmemente para que estas economías compartidas sean reguladas por los gobiernos; perdiendo la esencia del "Libre Mercado".

El más mediático de los problemas los tiene la plataforma de servicios compartidos de transporte: Uber®. La ventaja clave de esta aplicación, es que sale más barato que usar un taxi tradicional. A su vez, resulta más económico, hace que no se necesite llevar efectivo y, en general, parece que los conductores son más atentos y los autos están en mejor estado que en el taxi rojo o amarillo, que pululan en las calles de este continente. No cabe duda de que se trata de una combinación ganadora.

Y por otro lado, también es una llamada de atención para que las autoridades regulen estas nuevas propuestas, y se aseguren que pagan los impuestos correspondientes. La idea sería que hubiera una igualdad de condiciones entre hoteles o taxis tradicionales y sus nuevos competidores, pero muchas veces lo que hacen los políticos es prohibir todo lo que no conocen o amenaza de alguna manera a los intereses establecidos. Se podría decir que es "El capitalismo al revés": el objetivo de las autoridades es evitar que aumente la competencia en el mercado.

Pero si se extrapola la situación de la aplicación mencionada anteriormente, con las demás plataformas (alquiler de espacios, libros, ropa, entre otros) ¿cuál debería ser la salida más adecuada sobre toda esta situación de Economías Compartida? La respuesta es muy obvia: Lo tradicional debe cambiar el chip y moverse conjuntamente al son del baile del cambio.

Si las alternativas de las economías compartidas hacen que las empresas tradicionales deban moverse muy rápido y ajustarse a estos nuevos cambios. Cabe destacar que solo en el año 2015, las empresas dedicadas a ello y las iniciativas, más o menos románticas, florecen, moviendo mucho dinero: unos US$26.000 millones (cerca de 20.000 millones de euros) según las cifras mencionadas por el diario The Washington Post.

La idea de arrendar habitaciones, oficinas, compartir tramos de rutas urbanas, conseguir dineros de donaciones o la de compartir cosas u objetos, son base fundamental a la forma de vivir del ciudadano común en pleno siglo 21. La economía compartida parece haber llegado para quedarse por muchos años más.

*Analista económico. Profesor universitario.

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