Claves del día

¿Puede haber seguridad sin cohesión social?

Centroamérica es una de las zonas más violentas del mundo. El dato coincide con las divisiones sociales. Nuevas políticas e intervenciones demuestran que el cambio es posible. Cepal promueve las estrategias de cohesión social.

2015-06-30

Por: Gabriela Origlia - estrategiaynegocios.net

América Central es una de las regiones del mundo con mayor número de homicidios. La tasa promedio a nivel global es de 6,2 por cada 100.000 habitantes, pero en Centroamérica esa proporción es de 26 por cada 100.000, según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc). Más de la mitad de las víctimas son menores de 30 años y los homicidios vinculados a pandillas y al crimen organizado representan el 30% del total. En este contexto, Honduras es el país con la realidad más preocupante: la tasa de homicidios llega a 66 por cada 100.000 habitantes.

Por otro lado, en Centroamérica hay más armas ilegales que legales, lo que produce una situación "alarmante", según el Programa Centroamericano para el Control de Armas Pequeñas y Ligeras (Casac) patrocinado por la Unión Europea. Hay unos cinco millones de armas de fuego, de las cuales menos de la mitad están registradas por fuerzas de seguridad o civiles autorizadas. "Ese volumen bastaría para pertrechar a uno de cada tres hombres en la región", advierte Unodc.

¿De dónde provienen? Datos investigados por la OEA indican que, anualmente, 700.000 armas ilegales salen de EE.UU. hacia México, de las cuales 300.000 llegan al istmo. A esa cantidad hay que añadir las que entran provenientes de otras regiones, dice un reporte del organismo. La oferta es tan abundante que el precio de fusiles AK-47 puede caer hasta los US$200. Estos datos siempre formaron parte de la agenda de preocupaciones que involucra la seguridad de los países.

Sin embargo, ese foco sesgado ha venido demostrando la insuficiencia del enfoque y, tal vez, el desconocimiento del impacto que tiene en el logro de una seguridad consistente e inclusiva, un entorno de cohesión social. El concepto de cohesión social, para la Cepal, refiere al nivel de intensidad de las relaciones que se entretejen en una sociedad, y apunta a dos grandes aspectos: generar acuerdos cumplibles y construir valores urbanos compartidos.

"Cuando la convivencia es frágil, la inseguridad aparece", sintetiza Alejandra Monteoliva, consultora internacional para organismos multilaterales y asesora de gobiernos en materia de políticas públicas, gestión del desarrollo y seguridad ciudadana.

La cohesión social se mide

La Cepal no solo puso en escena (hace ya unos seis años) la importancia de la cohesión social, sino que propicia la construcción de un índice que permita a cada país conocer en profundidad cómo se encuentra en este sentido. La configuración del índice de Cohesión Social incluye factores básicos como educación, acceso a la justicia y a la salud, ingreso per cápita, niveles de institucionalidad, tolerancia al distinto, aceptación de la multiculturalidad, capital social, ética social y comunitaria, participación e involucramiento. La manera en que esas grandes dimensiones "bajan" a la realidad se modifica por país en función de su cultura.

Es un esquema similar al del índice de Desarrollo Humano, en el que los países de la región están por debajo de la media mundial. Los expertos aseguran que la impronta cultural es crucial y que, comprenderla, ayuda a formular y desarrollar políticas públicas de seguridad, además de inspirar intervenciones puntuales. Esta óptica propone un abordaje multidimensional que implica entender la seguridad como un atributo de las sociedades cohesionadas.

Este tipo de análisis -explica Monteoliva- es como ponerse un espejo, constituye un reflejo de la gente. No se buscan culpables sino soluciones: "Es como el análisis que hace un médico para ver qué medicación recetar, porque no puede suministrar una dosis que el paciente no tolere. Medir la cohesión es saber cuánta fiebre tiene" el cuerpo social.

Experiencias en Centroamérica

En Centroamérica hay experiencias muy incipientes en algunas ciudades de Honduras. Los especialistas entienden que en la región debería avanzarse de manera "decidida" en ese sentido, tomando en cuenta experiencias positivas como las de Medellín, tal vez la más reconocida a nivel latinoamericano.
Alejandra Otamendi, doctorada en Ciencias Sociales y experta en seguridad ciudadana con experiencia de trabajo en Nicaragua y El Salvador, enfatiza que el eje es considerar la seguridad con la arista que propone la ONU: una vida libre de temor y de miseria. El concepto combina desarrollo social y derechos humanos, y valora el acceso a oportunidades.

Otamendi advierte que Centroamérica no debe tomarse como un todo ya que hay diversidades profundas entre países. En un análisis general de la región, apunta como causas estructurales de la violencia la presencia de sociedades fragmentadas, con el capital social disminuido y fuertes desigualdades. En esa línea plantea que hoy las comunidades -por efecto de la globalización- tienen un sentido de inclusión de consumo fuerte y una exclusión social muy concreta. "Hay privación relativa; en sociedades muy desiguales no es lo que se tiene sino el tener menos que la persona de al lado".

Los centroamericanos también tienen una larga historia de violencia "cultural" relacionada con patrones sociohistóricos como las guerras civiles, los golpes a gobiernos y la violencia institucional. "Esa experiencia -analiza Otamendi- permea socialmente y legitima el uso de la violencia para resolver conflictos de todo tipo; a lo que hay que agregar el fácil acceso a las armas, por lo que la letalidad de los conflictos es mayor". Otro factor distintivo es la delincuencia organizada transnacional, como son las bandas del narcotráfico y todos los delitos anexos que "ganan fuerza porque encuentran Estados débiles". ¿Por qué fracasan muchas de las políticas de seguridad que se instrumentan en Centroamérica? Porque abordan el tema como una cuestión solo de criminalidad, cuando, de fondo, se trata de un problema de capital social.

Monteoliva indica que el trabajo pasa por el entramado social: el tejido está roto y hay que coserlo con el mismo hilo para que no se note. "No queda como nuevo -agrega-. Las cicatrices perduran, pero se reconfigura", señala la experta.

Lo colectivo frente a lo individual

Jorge Melguizo, ex secretario de desarrollo social de Medellín y consultor internacional en seguridad ciudadana, manifiesta que las estrategias basadas en mejorar la accesibilidad y calidad de la educación, salud y cultura en los ámbitos más postergados dan buenos resultados. Se trata de llevar bienes y servicios públicos a las áreas más calientes y hacerlo con proyectos en los que participen los empresarios, la academia, las organizaciones de base y el Estado. En esta mirada sobre la seguridad lo colectivo adquiere protagonismo frente a lo particular.

Andrés Restrepo, especialista líder en seguridad ciudadana del BID y experto en metodologías de negociación y resolución de conflictos, subraya que el diseño de planes no debe perder de vista el compromiso del conjunto de instituciones y actores: "No depende exclusivamente del Estado; como bien público, es resultado de una acción de conjunto. Debe haber acuerdos mínimos de los cuales partir".

Un aspecto a considerar es que la participación comunitaria no siempre tendrá, a cambio, un tangible. No se trata de ofrecerles un subsidio o una ayuda para que se involucren. La mejora a sus condiciones económicas es parte de todo el proceso.

Las razones por las que es necesario realizar este esfuerzo de encarar el tema de la seguridad desde la cohesión no son menores. Restrepo las sintetiza: el crimen y el miedo al crimen constituyen una amenaza al desarrollo social y económico; restringen las decisiones de los ciudadanos, obstaculizan la inversión y los negocios, afectan el bienestar de la sociedad y deterioran la calidad de vida.

Al final de cuentas, es una cuestión de desarrollo. Y como esa es la meta final, entonces el populismo y el clientelismo deben quedar de lado. La comunidad debe comprender que el cambio al que se apuesta le ofrece un abanico de posibilidades que puede incidir en su vida de manera directa para crearle mejores condiciones. "Ese nivel de comprensión tiene que ser el motor de la transformación de actitudes; por supuesto que se acompaña de una intervención que aporta capacitación productiva y de formación, pero sin generar una relación clientelar", concluye Monteoliva

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