Claves del día

CELAC: el sueño de integración

El enésimo foro latinoamericano cuenta con 33 países miembro, que engloban a unos 600 millones de habitantes y que acumulan un total de US$7,6 billones de Producto Interno Bruto. Se desarrollará en Costa Rica el 28 y 29 de enero.

2015-01-26

Por: Ulrica Nagle*

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) nace el 23 de febrero de 2010 con el objetivo de potenciar un espacio de intercambio para los estados de la región. Para muchos la creación de este organismo intergubernamental pasó desapercibido -pues fue considerado como un nuevo intento de integración en el continente Latinoamericano-.

La configuración geopolítica actual en el mundo, está marcada por características cada vez más multipolares y sistemas de bloques de integración regionales. De esto último, entre los ejemplos exitosos, se encuentra el caso de Europa. En el marco del fin de la Segunda Guerra Mundial - y con una Europa social y económicamente devastada - los Estados Unidos ofrecieron ayuda para la reconstrucción a través del Plan Marshall. Las condiciones eran simples: Estados Unidos cooperaría económicamente si Europa evitaba futuras guerras en su interior y sobre todo si bloqueaba el avance del comunismo. Gracias al sueño de dos líderes visionarios - Schuman y Monnet - se promueve el nacimiento de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero en 1951. La teoría consideraba que a través de una unión económica y política entre los estados, la paz y estabilidad de la región estaría garantizada. La historia nos muestra que no se equivocaron, lo que comenzó con seis países fundadores en Roma en 1957 y que hoy se denomina Unión Europea, está actualmente compuesta por 28 estados miembros y se consolidó como el bloque económico y político más importante del mundo y el espacio geográfico donde la equidad social, está más cerca.

El ideal latinoamericanista no es una creación del chavismo, sino más bien, un principio que nace a partir de las independencias de los estados en América Latina en el siglo XIX. El Viejo Continente se encontraba anclado con una aristocracia consolidada que impedía dar rienda suelta al espíritu emprendedor de muchos. América - en cambio - era el continente de las oportunidades. El Nuevo Continente contaba con abundancia de recursos naturales que podían ser gestionados por los criollos asentados y las olas de inmigrantes que llegaban escapando de la pobreza a poblar el continente.

El razonamiento de los líderes integracionistas latinoamericanos era sumamente visionario para la época. ¿Por qué competir entre nosotros mismos si podemos unirnos y así ser más fuertes ante el mundo? Lamentablemente cualquier intento de federación o integración se desmoronó rápidamente. Muchos argumentan que fue a causa del poder de la élite criolla por mantener su predominio local y no vislumbrar el abanico de posibilidades más allá de sus fronteras.

De todas formas en América Latina existieron innumerables y nobles intentos de integración. Si los comparamos con la emblemática Unión Europea, estos proyectos quedaron solo en vías de gestación. A lo largo del siglo XX hemos sido testigos en América Latina de numerosos intentos de integración regional. Entre ellos encontramos: la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), además de organizaciones intergubernamentales como la Organización de Estados Latinoamericanos (OEA), el Sistema de Integración Centroamericano (SICA), la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR).

El fracaso en lograr una integración real, efectiva y eficiente de todos estos organismos, está marcada - ya no por la presión de una élite criolla - sino más bien por el desmedido rol del personalismo de los líderes de los países, pugnas ideológicas y la incapacidad por poner en marcha un sueño común.

En nuestra región lamentablemente el representante político es más importante que las instituciones mismas. El líder político latinoamericano, no negocia con países en base al proyecto país, sino más bien por la afinidad política que pueda tener con su homólogo. Esta extrema personificación del representante político, trae consecuencias nefastas incluso al interior de su país. En América Latina tiene más peso el jerarca de turno que las instituciones. El problema estructural del continente latinoamericano es la debilidad de sus instituciones políticas. Si la institucionalidad es débil al interior de los países con más razón lo es a nivel de integración. Este es el dilema a resolver en el corto plazo.

Lo anterior explica gran parte de los sinsabores latinoamericanos en materia de integración. En América Latina se crean organismos internacionales que tienen vigencia en tanto exista afinidad ideológica entre sus líderes. Como ejemplo de esto se pueden nombrar a SICA y MERCOSUR. El SICA tuvo cierto predominio regional mientras la mayoría de los países eran de derecha. Cuando el panorama político centroamericano comienza a cambiar, se potencia el ALBA promovida por Chávez. Lo mismo sucedió con el MERCOSUR: éste tuvo relevancia regional, hasta que los gobiernos viraron a izquierda y se potenció el UNASUR promovido por Kirchner y Chávez.

Como corolario de lo anterior se puede afirmar que América Latina no cuenta con un proyecto común a largo plazo. Muchos teorizan y marcan que la falta de políticas estratégicas a largo plazo es la consecuencia natural del atraso económico y social de nuestra región. El argumento es válido y muestra de ello es que en un mundo cada vez más representado geopolíticamente por organismos de integración regional económica, en Latinoamérica nos encontramos a años luz de esta actualización del paradigma político para lograr ser competitivos como bloque económico ante el mundo.

La reciente proliferación de sistemas de integración de corte político-populista dañaron enormemente el sueño latinoamericanista. Más allá del desalentador panorama marcado por los fracasos que los organismos de integración regional han tenido, existen perspectivas alentadoras para el CELAC.

Por un lado, ya no tenemos el obstáculo de una élite recelosa, sino más bien una optimista clase media creciente y deseosa de potenciar las oportunidades de comercio con el mundo. Muestra de ello es la bonanza económica que la mayoría de los países latinoamericanos viven gracias a la exportación de sus productos mayoritariamente de materias primas.

Por otro lado, la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos augura la llegada de los efectos de la caída del muro de Berlín y por tanto 26 años después, puede que la lucha ideológica por el predominio de influencias termine en América Latina. ¿Ha llegado para quedarse la hora del pragmatismo en el paradigma de la integración regional de los países desde el Río Bravo hasta Tierra del Fuego?

El contexto de la III Cumbre CELAC 2015 en Costa Rica da paso a nuevas oportunidades de integración latinoamericana, y por tanto implica una nueva propuesta que incluya objetivos comunes a mediano y largo plazo en vísperas de combatir juntos los desafíos y potenciar las oportunidades.

Entre los temas que tratarán los 32 Presidentes y Jefes de Estado que asistirán al encuentro del CELAC en Costa Rica, se encuentra el cambio climático, el desarme nuclear, la seguridad alimentaria, la agricultura familiar y la corrupción. Para muchos habitantes del continente latinoamericano las prioridades no son estas, sino otras. En muchos casos se trata de temas en los que los mismos representantes de estado, tienen implicancias. En el continente se vive con enorme preocupación problemáticas y desafíos comunes que no pueden tratarse individualmente. Entre ellos el Estado de Derecho de muchas democracias - aún siguen abiertas las interrogantes del caso Ayozinapa en México y la muerte del fiscal argentino que denunció a la Presidente Cristina Kirchner -, la penetración transversal del narcotráfico en instituciones y en la sociedad, la creciente ola de inseguridad y violencia, la injusticia social y las enormes brechas económicas y sociales - principalmente en Centroamérica - y finalmente el tema recurrente de la región, la corrupción.

En cuanto a las oportunidades de desarrollo para un sistema de integración regional son evidentes, si se tiene en cuenta que el CELAC cuenta con un territorio que abarca 33 estados, 20.454.918 km2, más de 600 millones de habitantes y la mayoría de las economías en crecimiento gracias al alza de los commodities de exportación.

La pregunta es ¿los 32 Presidentes y Jefes de Estado serán conscientes que si se trazan objetivos de desarrollo económicos y sociales comunes a mediano y largo plazo y dejan de lado pugnas ideológicas y potencian el rol de las instituciones podrían estar potenciando uno de los sistemas de integración más fuertes del mundo?

Confiando que así sea, esperemos que esta semana los líderes latinoamericanos honren a los líderes integracionistas latinoamericanos sin tintes ideológicos y con políticas serias y sustentables en beneficio del continente y CELAC no se trate de una membresía más al abanico de organismos de integración latinoamericanas. Desde donde se encuentren, José Artigas, Victor Raúl Haya de la Torre y Roberto Prebisch - entro otros - aplaudirán un cambio radical en el paradigma integracionista de América Latina y el Caribe.

*Analista internacional

Twitter: @ulricanagle

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