Claves del día

'Debemos ir a un ecologismo que no frene la ciencia'

Mark Lynas, periodista científico británico, pasó de la lucha contra los transgénicos a admitir que esa posición no tenía base científica. Afirma que “las cumbres contra el calentamiento global fracasan porque quieren frenar el crecimiento”. Una visión polémica.

2014-08-21

Por: Gabriela Origlia-estraegiaynegocios.net

En los ’90 participaba activamente de las campañas en contra de los cultivos transgénicos en Europa; hoy es uno de sus defensores. Mark Lynas es un periodista científico británico autor de varios libros sobre cambio climático y colaborador en el tema de la Fundación Bill y Melinda Gates. Hizo su mea culpa público a comienzos del 2013 en Oxford.

Allí lamentó "haber contribuido a demonizar a una importante opción tecnológica que puede utilizarse en beneficio del medioambiente" y afirmó que su cambio se produjo al haber "descubierto la ciencia" y, en el proceso, me convertí en un mejor ambientalista".

Su libro "Seis grados" es uno de los trabajos más escéptico sobre el cambio climático y sus consecuencias. Aunque admite el tinte negativo de esa investigación, afirma que es "optimista" porque la humanidad tiene una "enorme capacidad de innovación y adaptación. No hay que bajar los brazos".

En ese marco reclama una actitud de mayor "compromiso y responsabilidad social" de los científicos, a quienes pide que no elijan el camino "políticamente correcto, sino que expliquen y comuniquen masivamente" lo que van comprobando.

"La biotecnología ayuda a los países en vías de desarrollo, es una vía para solucionar el hambre y, con transferencia tecnológica, hacer más productivas las tierras", comenta a Estrategia y Negocios y relata entusiasmado su trabajo en Bangladesh junto a la Universidad de Cornell y a la Fundación Gates donde lograron cultivar berenjenas OGM (organismos genéticamente modificados) eliminando totalmente el uso de pesticidas y herbicidas y reduciendo el consumo de agua. "El trabajo en este sector debe comprometer no sólo a los Estados, sino al sector privado", comenta.

Hizo una autocrítica de su posición, ¿hay posibilidad de diálogo con quienes se mantienen en la vereda de enfrente de la biotecnología?
Todos tenemos en claro que ningún niño debe ser expuesto a fumigaciones y que todos debemos vivir en un entorno saludable; las fábricas deben hacer productos sanos y los gobiernos deben velar por la salud. Pero hay que ir hacia un debate racional en función de esos valores compartidos; admitiendo el gran potencial de la tecnología. Hay posibilidad de encontrar una zona de diálogo. La superstición sobre la biotecnología daña el ambiente y la evolución. Mi cambio de perspectiva se explica por el acercamiento a la ciencia; reconocí que era inconsistente creer en la ciencia en todo lo relacionado al cambio climático y desconocerla para la biotecnología.

¿La agricultura orgánica que impulsan esos movimientos va contra la innovación?
Los cultivos orgánicos son menos productivos, requieren de más tierra, de más agua. Si no se alcanza la eficiencia productiva no se puede alimentar a millones de personas y luchar contra el hambre. Los transgénicos redujeron el uso de herbicidas y pesticidas. Los transgénicos no son agroquímicos. Pero así y todo hay quienes prefieren imaginar riesgos futuros sin admitir las pruebas científicas y los beneficios actuales. En Bangladesh estoy trabajando con agricultores que cultivan una berenjena OGM que eliminaron el uso de insecticidas; no se exponen más ellos ni los consumidores a esas toxinas. Estamos en la era de la biología, de que la genética de la planta se proteja sola. Es un logro de la ciencia.

¿Cuánto le parecen que influyen esos movimientos ambientalistas, que define como "supersticiosos" en la agenda pública?
Más de lo que se cree ya que sus campañas son cruciales para la toma de decisiones políticas y también para la percepción que tiene la opinión pública de muchos temas. Por el lado positivo se podría mencionar el caso del cambio climático, en el que la mayoría de los gobiernos se pusieron a trabajar más seriamente. Otro ejemplo, pero negativo, es el lobby hecho contra la biotecnología que fue determinante para que se prohibiera en muchos lugares y eso es lamentable porque es un obstáculo para luchar contra el hambre y por la protección del medio ambiente.

Su libro Seis grados es uno de los más pesimistas respecto de hacia dónde va el cambio climático. Lo escribió hace siete años, ¿ratifica esa posición?
Era tan pesimista que muchos no lo pudieron terminar de leer y quedaron en el grado tres…pero era el mejor recurso científico disponible en ese momento. De todos modos soy optimista porque la humanidad tiene una enorme capacidad de innovación y adaptación. Si el mar sube no nos quedamos en el lugar; vamos generando cultivos con más tolerancia al clima, por ejemplo en Tailandia ya hay un maíz tolerante a la sequía que es una ayuda crucial para los productores que no tenían recursos para invertir en sistemas de riego; también creo que avanzaremos hacia mejores formas de energía nuclear…Falta para el 2050 y podemos mejorar en ese tiempo; no hay que bajar los brazos.

¿Por qué fracasan las cumbres internacionales que se hacen por el cambio climático? Sus objetivos nunca terminan de cumplirse.
En el 2009 participé en una reunión en Maldivias donde había 50 presidentes de diferentes países. Cuando ví cómo hablaban entendí porqué fracasarían. Querían convencer a China de que redujera sus emisiones de carbono y China decía no porque quería seguir creciendo. Es normal y lógico que sea así. Hasta que las energías limpias no sean baratas no habrá éxito en las metas de las cumbres. No pueden intentar avanzar con el argumento de restringir el crecimiento económico. Por eso fracasan.

¿Qué contribución deberían hacer los científicos para avanzar más rápidamente?
Para empezar hay que dejar de discutir si hay o no calentamiento global; la ciencia siempre avanza a prueba y error y hoy hay líneas de evidencia convincentes y probadas acerca del efecto de los gases de efecto invernadero, del desarrollo de la energía en la parte superior de la atmósfera… No nos olvidemos que alguna vez se dudó del HIV. La energía de la discusión debería usarse para buscar soluciones políticamente más inclusivas y energías alternativas más baratas. El gran fracaso de la ciencia es la comunicación. Los científicos tienen que asumir la responsabilidad de decirle al mundo que determinados actos sirven y otros no. Hay pocos que se levantan y lo hacen; prefieren la opción políticamente correcta. Requieren de un liderazgo más fuerte y de estar menos preocupados por qué comentarán otros.

¿Cuánto puede contribuir el consumo responsable a mitigar los problemas ambientales?
Los gobiernos cuando son competentes y democráticos tienen la función clave de determinar un futuro colectivo que es imposible de definir en base a decisiones individuales. El cambio climático supera al individuo. Los privados quieren rentabilidad, tienen agendas de corto plazo; los gobiernos tienen como función esencial la mirada de largo plazo, la planificación. Debemos reclamarle que cumplan esa tarea, que apoyen la innovación, que avalen la ciencia.

¿Qué posición tiene sobre el uso de cultivos para la producción de biocombustibles?
En general estoy en contra. No es sostenible ambientalmente. Las tierras cultivables son un recurso limitado que debe ser usado para alimentar a las personas, no para fabricar combustible para autos. Hay mejores formas de generar energía limpia. Está demostrado que en 2050 habrá que alimentar a 9.500 millones de personas, para lo que se debe duplicar la producción de alimentos. Esa es una tarea muy desafiante y no podemos destinar más tierras, más agua y más fertilizantes para producir energía. Usar un tercio de la producción de maíz para hacer etanol no es razonable. No es una posición ideológica, es científica".

Hay biocombustibles de segunda y tercera generación que son sustentables…
A esa posibilidad estoy abierto; por ejemplo la producción de biocombustibles con algas. Los tradicionales generan gases de efecto invernadero en el proceso de producción; en Indonesia para la producción del aceite de palma se destruyeron selvas y se perdió biodiversidad. Claro, a Europa le resolvió un problema, pero a un costo ambiental enorme para otros. No es un tema fácil de abordar porque haría falta una transformación completa de la economía mundial ya que en su conjunto depende casi con exclusividad de los combustibles convencionales. Las energías alternativas no son baratas frente al carbón, al gas o al petróleo. Necesitamos un abordaje más realista y no apuntar a querer llegar siempre a lo perfecto y si no, nada.

¿Cuáles son hoy los principales problemas medioambientales?
Sin dudas el primero es el cambio climático, el calentamiento global. Y el otro es la pérdida de la biodiversidad; estamos perdiendo boques, selvas, corales. Por eso no podemos seguir pensando en extender las tierras cultivables, porque ese es el resultado; menos biodiversidad.

¿Cómo define hoy a un "buen" ambientalista?
El rótulo ambientalista es viejo; corresponde a una ideología de los ’70. ¿No somos todos ambientalistas? Quedarse en esa idea es congelarse en el tiempo y hay que evolucionar, aceptar las evidencias científicas y entender el impacto de la propuesta de solución que se haga. Me parece que eso es clave.

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