Centroamérica & Mundo

Brasil pasa de humillación en el fútbol a estanflación

Las autoridades deben prestar atención a las señales, sobre todo la Presidenta Dilma Rousseff que se presentará a la reelección.

2014-07-10

Por: Bloomberg / Mac Margolis

Hace apenas un mes, cuando los corredores de apuestas todavía apostaban fuerte por Brasil y ni el más rencoroso de los compatriotas podría haber vaticinado la derrota de la selección nacional en las semifinales de la Copa del Mundo, una sombra de duda ya se había instalado en las calles de Brasil. La preocupación se remontaba a 1950, cuando un talentoso equipo verde y amarillo fue vencido en su propio país por Uruguay en la final de la Copa del Mundo, derrota que dejó al estadio Maracaná en silencio. El "Maracanazo" pasó a la historia como una tragedia brasileña.

La farsa llegó el martes. Más que una derrota, la caída de Brasil ante Alemania por 7 a 1 fue un bochorno -agravado por el karma-. Brasil entró a la cancha con brío, acompañado de plegarias y el tronar de 60.000 aficionados locales. La magia duró once minutos, hasta que Thomas Müller, solo en el área chica, convirtió un corner ingenioso en el primer gol de Alemania. Cuatro más siguieron en los veinte minutos posteriores, enviando a los de la camiseta amarilla a los vestuarios en el entretiempo entre ensordecedores abucheos y una andanada de memes en Internet.

Más allá de todas las remanidas metáforas marciales, los alemanes fueron un equipo digno de admiración, pasando y zigzagueando por el campo de juego con levedad y gracia, enredando a los defensores y dando el toque final con garbo. Estas fueron antes virtudes brasileñas. Ahora "masacre", "humillación" y "vergüenza" son los nuevos calificativos para la república del 'futebol'.

Albert Camus, que fue arquero antes de ser escritor, una vez dijo que todo lo que sabía en la vida lo había aprendido en la cancha. De modo que no es de sorprender que el fracaso de Brasil en el partido haya sido interpretado como la señal de una disfunción más profunda.

En 1950, Brasil era un gigante con aspiraciones, una "tierra en movimiento", según las esperanzadas palabras de John dos Passos, y el Maracanazo dolió pero nunca destruyó las ambiciones nacionales. Mientras Brasil se transformaba de un somnoliento establecimiento rural en una incipiente potencia industrial, la "verdeamarela" ganaba tres de las siguientes cinco Copas del Mundo. La competencia se hizo más reñida al globalizarse el fútbol. Pero de todos modos los brasileños brillaban, cosechando el récord de cinco trofeos para 2002.

Después vino 2014. El regreso de la Copa del Mundo a Brasil iba a ser la coda de una canción de cuna nacional. Aún cuando los manifestantes protestaban por los gastos excesivos en la Copa, la insuficiencia de fondos para escuelas y hospitales y los cleptócratas que embolsaban la diferencia, las autoridades brasileñas presentaban al torneo como una "transformación social", el emblema del desarrollo y la democracia. Antes del primer gol, Brasil ya había ganado.

Ahora la debacle en la cancha podría convertirse en el símbolo de un país que exageró sus méritos. Al igual que la selección nacional, la gran locomotora latinoamericana rebosa de talento, recursos y empuje. Pero la clase política del país ha dilapidado gran parte de los bienes. La economía que creció 7,5% en 2010 podría hacer que los zagueros brasileños parezcan veloces este año. La estanflación ha vuelto.

En América Latina, la presidente Dilma Rousseff lidera desde atrás, permitiendo que los ruidosos populistas de Argentina, Venezuela y Ecuador tomen la iniciativa en todo, desde el comercio a los derechos humanos.

Es demasiado pronto para decir si los manifestantes volverán a salir a la calle, pero los dirigentes brasileños deberían tomar nota. Y sobre todo Rousseff, que se presentará a la reelección en octubre y cuyos índices de aprobación cayeron a 38%, en tanto la mayoría de los brasileños dicen que su gobierno va por mal camino. Casi se puede oír a los operadores políticos de Brasilia dejar las vuvuzelas y abrir sus ejemplares de Camus.

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