<br /><br />A pesar de ser aliados, las diferencias entre los EE.UU. y la Uni&oacute;n Sovi&eacute;tica comenzaron a ponerse de manifiesto apenas termin&oacute; la Segunda Guerra Mundial. Ambas naciones luchaban por convertirse en la potencia hegem&oacute;nica en el nuevo mundo que emerg&iacute;a de una de las guerras m&aacute;s devastadoras que hab&iacute;a conocido la humanidad.<br /><br />Este factor fue determinante en el inter&eacute;s estadounidense por adquirir la tecnolog&iacute;a alemana, a&uacute;n pasando por alto las implicaciones morales que supon&iacute;a contar con unos hombres cuyo trabajo hab&iacute;a tra&iacute;do consigo tanto sufrimiento al mundo.<strong> En su condici&oacute;n de 'empleados especiales', los cient&iacute;ficos alemanes mostraron a los estadounidenses la tecnolog&iacute;a y supervisaron las primeras pruebas con los cohetes V-2 capturados.</strong> En los a&ntilde;os posteriores, el impulso en el desarrollo de los cohetes se debi&oacute;, de nuevo, a su vertiente como arma militar.<br /><br />Con la Guerra Fr&iacute;a en su apogeo las miradas de ambas naciones se fijaron en el espacio. Se trataba de un campo en el que se jugaba el prestigio y el dominio tecnol&oacute;gico en una nueva frontera. A mediados de los a&ntilde;os 50, las dos superpotencias hicieron p&uacute;blicos su deseo de conquistar el espacio, inaugurando la denominada carrera espacial.<br /><br /><strong>Fue la URSS la que se adelant&oacute; cuando el 4 de octubre de 1957 lanz&oacute; con &eacute;xito el primer sat&eacute;lite artificial de la historia, el Sputnik I.</strong> Esta gesta encendi&oacute; todas las alarmas en los EE.UU., que hasta ese momento hab&iacute;a apoyado t&iacute;midamente el desarrollo de tecnolog&iacute;a aeroespacial. Wernher von Braun languidec&iacute;a en su puesto del ej&eacute;rcito y cuando tuvo conocimiento del lanzamiento del sat&eacute;lite sovi&eacute;tico vio la oportunidad perfecta para conseguir los fondos que necesitaba para alcanzar su sue&ntilde;o: el desarrollo de cohetes para llevar al hombre al espacio.<br /><br />Von Braun mantuvo entrevistas y reuniones con la dirigencia pol&iacute;tica de Washington advirtiendo del peligro que supon&iacute;a para el mundo libre que la URSS estuviese a la cabeza de la carrera espacial. Con este mensaje, el cient&iacute;fico alem&aacute;n logr&oacute; su objetivo. <strong>Los fondos comenzaron a llegar y los estadounidenses lograron lanzar pocos meses despu&eacute;s el sat&eacute;lite Explorer I utilizando como plataforma uno de los cohetes desarrollados por von Braun.</strong> Finalmente, el 1 de octubre de 1958 naci&oacute; la NASA (Administraci&oacute;n Nacional de la Aeron&aacute;utica y del Espacio) una organizaci&oacute;n gubernamental que canalizar&iacute;a todos los esfuerzos para adquirir conocimientos cient&iacute;ficos y tecnol&oacute;gicos en el campo aeroespacial y llevar al hombre al espacio.<h1>EL PROYECTO MERCURY</h1>El lanzamiento de sat&eacute;lites para orbitar la tierra fue tan solo el primer paso en la carrera espacial. El siguiente objetivo fue poner un ser humano en &oacute;rbita. Tanto la URSS como los EE.UU. deseaban ser los primeros en alcanzar este hito. La NASA cre&oacute; el proyecto Mercury, con el objetivo principal de poner un ser humano en &oacute;rbita y lograr que volviese a la tierra sano y salvo. Si los estadounidenses lograban ser los primeros en lograr el objetivo, adelantar&iacute;an a los sovi&eacute;ticos y recuperar&iacute;an el prestigio tecnol&oacute;gico.<br /><br />No obstante, fue de nuevo la URSS la que tom&oacute; la iniciativa cuando el 12 de abril de 1951 el cosmonauta Yuri Gagarin logr&oacute; dar una vuelta a la &oacute;rbita terrestre a bordo de la nave Vostok I. <strong>La NASA respondi&oacute; enviando a su primer astronauta al espacio, Alan Shepard, quien realiz&oacute; un vuelo suborbital el 5 de mayo de 1961.</strong> Poco despu&eacute;s, John Glenn dio tres vueltas completas a la &oacute;rbita de la tierra el 20 de febrero de 1962. Cuando concluy&oacute; el proyecto Mercury los estadounidenses segu&iacute;an por detr&aacute;s de los sovi&eacute;ticos. No obstante, seis hombres hab&iacute;an viajado al espacio y los cient&iacute;ficos de la NASA hab&iacute;an adquirido conocimientos respecto al comportamiento del ser humano en el espacio, adem&aacute;s de avanzar en el desarrollo de cohetes m&aacute;s eficientes y de mayor potencia.<br />EL IMPULSO DE JFK<br /><br />Para los cient&iacute;ficos de la NASA el siguiente paso natural de la exploraci&oacute;n espacial era la llegada del hombre a la luna. Este objetivo se discuti&oacute; en las primeras fases de la carrera espacial, siendo el proyecto Mercury tan s&oacute;lo la primera etapa para obtener el ambicioso objetivo. <strong>El proyecto Gemini, que comenz&oacute; a principios de 1962, era la segunda etapa en un objetivo que pretend&iacute;a tomar de manera definitiva la iniciativa en la carrera espacial.</strong><br /><br />Pero para ello era necesario dotar de fondos a la NASA. Y fue el presidente John F. Kennedy quien, en un incisivo discurso en el congreso el 25 de mayo de 1961, plasm&oacute; esta idea pidiendo a los pol&iacute;ticos y a toda la sociedad estadounidense que pusiesen todos los recursos necesarios para alcanzar el objetivo de llegar a la luna. Kennedy abog&oacute; por alcanzar el objetivo de la llegada del hombre a la luna para antes del final de la d&eacute;cada de los a&ntilde;os sesenta. Aunque Kennedy no lo pudo ver, las bases para que la epopeya del Apolo 11 fuese posible ya se hab&iacute;an asentado.</div>